Bílbilis cede el testigo a Valdeherrera

Los estudiantes que durante tres semanas han trabajado en la ciudad romana de Calatayud se incorporan ahora a la excavación iniciada en el otro yacimiento.

Trabajos de campo llevados a cabo en el yacimiento romano de Bílbilis, en Calatayud.
Trabajos de campo llevados a cabo en el yacimiento romano de Bílbilis, en Calatayud.
Carlos Sáenz Preciado

La campaña de excavaciones en el yacimiento celtíbero Valdeherrera comenzaron ayer, después de que el equipo investigador haya trabajado durante tres semanas en la excavación romana de Bílbilis. Esa zona arqueológica es también un bien de interés cultural, aunque, a diferencia de Bílbilis, hasta hace una década no se había estudiado sobre el terreno. La campaña, que se desarrollará durante 15 días, se va a limitar a una zona de almacenamiento de esta ciudad, y a la necrópolis islámica descubierta en 2012, que fue un descubrimiento de gran relevancia.


Además del trabajo de campo, el personal desplazado este verano hasta Calatayud, realiza tareas en los almacenes, y en el laboratorio del Museo. Es la otra cara de la arqueología, menos visible. Cada pieza que se recupera bajo la tierra se limpia y se inventaría. Así se ha hecho con los elementos que este julio han visto la luz en la zona artesanal de Bílbilis, y que se dedicaron al almacenaje de vino. Una de las sorpresas ha sido localizar un nuevo almacén. "Nos estamos encontrando un importante conjunto artesanal vinculado a una vivienda, y situado en la parte central del yacimiento", comenta Carlos Sáenz Preciado, codirector de las excavaciones.


Hace casi una década que se empezó a trabajar en esa casa. Tenía unos 1.000 metros cuadrados, distribuidos en varias alturas y contaba con espacios para la elaboración de vino. Se han hallado elementos para la prensa y la fermentación. Lo que se va recuperando se guarda en un depósito, junto a miles de piezas que son el resultado de medio siglo de excavaciones. Entre ellas hay muchos restos de pintura, que hacen a este yacimiento romano, único en la península ibérica. "Se ha conservado tanto en cantidad como en calidad", dice Sáenz. Lo menos costoso es su extracción, pero hay que invertir en su estudio, restauración y exhibición.Proyecto sobre la pintura mural


La profesora Carmen Guiral, que centró su tesis en este aspecto de Bílbilis, dirige un proyecto en el que están participado de forma intensiva varios estudiantes del equipo de excavación. Todos los días, tres alumnos se han ido turnando para este trabajo en el laboratorio del museo. Hay que componer uno de los conjuntos murales que ha proporcionado este municipio romano.


Guiral explica que prácticamente todas las casas y parte de los edificios públicos de la ciudad de Marcial estaban pintados: "El problema es que la pintura aparece caída y fragmentada". De modo que se encuentran con un puzzle para el que no tienen un modelo a seguir, y además les faltan algunas piezas.


A través del Ministerio de Economía y Competitividad se ha financiado el estudio en el que participa también Lara Íñiguez. Es sobre la iconografía e iconología en la pintura, los estucos y los pavimentos en los yacimientos del noreste peninsular, incluyendo Celsa, Cesaragusta, Ampurias o Valdeherrera. En este último yacimiento se encontró, y se ha recompuesto, un techo considerado único y que es "espectacular". Está datado en el año 100 antes de Cristo, y se componía de hojas de acanto que decoraban el centro de los casetones. Apunta la profesora Guiral que Bílbilis fue una ciudad "multicolor", aunque dependió de las épocas. Mientras que en la tardo republicana eran más apagados, en la imperial predominaban los rojos, verdes y azules muy vivos, pero "todo edificio que se construía se pintaba". Los inmuebles públicos o las grandes villas podían cubrirse de mármol, pero la arquitectura no se entendía sin ese revestimiento pictórico.


Una minuciosa excavación de los arqueólogos en el terreno, es de gran ayuda para quienes estudian estos conjuntos decorativos. Extraídos esos restos murales, se analiza la composición del mortero, los pigmentos, y en último lugar todos y cada uno de los motivos que coloreó el artista. "Los pintores llevaban unos modelos y el propietario elegía", señala la investigadora. Su decisión ofrece información sobre la ideología y la economía de esa vivienda. En la llamada Casa del Ninfeo, en una dependencia que pudo ser el despacho del dueño, se hallaron unas pinturas del año 40 a.C. Era cuando a la población autóctona de Bílbilis, empezaban a llegar las gentes de Roma. En su decoración sobresale la sobriedad, y un repertorio ornamental de motivos vegetales en miniatura. Aunque la casa se reformó de acuerdo a las modas, que a partir del siglo I incorporaron figuras más grandes y más color, en ese despacho se mantuvo la decoración. El propietario, concluye Guiral, "quiso trasmitir que era un itálico viejo. Los pigmentos empleados demuestran que, además de adinerados, eran muy ostentosos".

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