​Cincuenta años de la tragedia de Grisén muchas incógnitas y más cicatrices

Hace medio siglo, un tren quedó envuelto en llamas a la altura de Grisén dejando decenas de muertos.

"Oficialmente fueron treinta personas, pero allí murieron al menos cien", sostiene Marcelino Viegas, que conserva aún en las manos las cicatrices del infierno que vivió cuando el tren en el que viajaba hace cincuenta años quedó envuelto en llamas a la altura de Grisén (Zaragoza).


Se desconocen las causas del siniestro: si fue una colilla, una chispa que saltó de algún vagón e incluso un sabotaje... Nunca se ha llegado a conocer, afirma. Todo quedó en secreto y las causas fueron una incógnita.


Lo cierto es que aquel 10 de febrero de 1965 a las seis de la mañana, una noche muy fría y con el cierzo soplando a todo gas, tres vagones del Correo que hacía la línea Madrid-Barcelona, de tercera clase y abarrotados de gente, se quemaron a una velocidad de vértigo.


En uno de estos tres vagones viajaba Marcelino Viegas, tenía entonces 24 años y recuerda que su primera reacción fue "salir del tren" y ponerse "a salvo". Sin embargo, al echar la vista atrás y ver aquel horror decidió regresar a ayudar a la gente.


Los vagones iban abarrotados de personas, había maletas por los pasillos, los viajeros tropezaban con los bultos en el suelo y se caían. "Tuvimos que echar a la gente a empujones de los vagones, porque algunos querían incluso regresar a por su equipaje". Decenas y decenas de personas quedaron atrapadas allí, afirma.


Viegas ayudó salir a la gente, hasta que el techo del vagón se le vino encima ardiendo y le atrapó. A partir de ahí no recuerda más. Estuvo inconsciente quince días y pasó cuatro meses en el hospital. "Hasta hace poco tiempo he estado con pesadillas", dice.


De esto hace justo cincuenta años y el Ayuntamiento de Grisén ha rendido esta semana un homenaje a las víctimas. En este pueblo, de unos seiscientos vecinos, están enterrados los que fallecieron en aquel horror en dos "fosas comunes", explica el alcalde, Juan Millán.


Está convencido de que la versión oficial es distinta a la real a juzgar no solo por lo que dicen los testigos, sino por el oscurantismo que rodeó a todo aquello. Ni se saben las causas ni la gente que viajaba allí. "Yo he puesto el ayuntamiento patas arriba y no tenemos nada, absolutamente nada, y en el resto de sitios están igual", explica el regidor. "Si existe documentación sobre el accidente, de momento nadie ha dado con ella". Desde Renfe tampoco aportan muchos más datos, más allá de lo que se hizo público en su día.


En la hoja de ruta del maquinista figura que el tren estaba al 42 por ciento de su capacidad de viajeros, pero lo cierto es que la mayoría de la gente que viajaba en aquella época iba en tercera clase y el tren estaba abarrotado.


Para hacerse una idea, según Marcelino Viegas, cada vagón tenía ocho compartimentos, que a su vez tenían ocho asientos cada uno. Todos ellos estaban ocupados de viajeros y había multitud de personas por los pasillos y sentados en las maletas.


Aquella noche, el factor de Renfe no daba crédito a lo que veía cuando estaba en la estación de Grisén y vio pasar el tren sin detenerse envuelto en llamas. Puso el farolillo rojo para que se detuviera pero el maquinista no lo vio. El tren se detuvo dos kilómetros después, recuerda el hijo del que fuera guardagujas de la estación, José Luis Sánchez.


Hubo gente que murió al tirarse por las ventanas con el tren en marcha y otros murieron calcinados, recuerda la médica de guardia del pueblo de entones, Julia Martínez, quien desde Zaragoza rememora cómo estaba dormida cuando comenzaron a dar golpes a su puerta para avisarle del accidente. "Casi la tiran", afirma.


Hacía muchísimo frío. Allí mismo, en un vagón que no se había quemado, hizo la primera cura a los heridos. Después fueron llevados al hospital y todos se salvaron, afirma. Dos horas después del accidente, a las ocho de la mañana, la vía quedó limpia. Se cortaron los tres vagones quemados, se trasladaron a la estación y el resto del tren continuó. Allí viajaban niños, ancianos, familias enteras...