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Sin jota de Zaragoza no hay paraíso... ni certamen

La CXXXIII edición del Certamen Oficial tuvo emoción, público enfervorizado, buen canto y baile, grandes campeones e incluso su dosis de polémica.

La CXXXIII edición del Certamen Oficial de Jota Aragonesa tuvo emoción, público enfervorizado, buen canto y baile, grandes campeones e incluso su dosis de polémica. Pero le faltó algo sustancial. Y es que un certamen sin jota de Zaragoza es como unas ferias si noria o unas peñas sin pabellón. Bueno, todo esto ya lo estamos viendo, así que quizá no sea tan raro. Pero es difícil sustraerse a la sensación de que, si a lo largo de toda la competición no se ve bailar ni una sola vez la jota de Zaragoza, el certamen se esbafa. Es menos certamen.

La jota de Zaragoza es la más exigente, y por eso muchos bailadores la soslayan siempre que pueden. Por eso, también, es obligatoria para ganar el Extraordinario. Ocurre que en las tres ediciones anteriores el premio quedó desierto (una humillación para los que lo disputaron) y este año, entre las parejas que estaban lesionadas y las que no han querido correr el riesgo de llevarse un sofocón, no se había inscrito nadie en la modalidad. Una pena, porque supone el cuarto año ya sin campeones. Y la jota siempre necesita figuras, campeones, aunque solo sea para discutir sobre ellos.

Seis parejas de baile, sin embargo, y otras tantas voces masculinas y femeninas, se disputaron el premio Ordinario. En baile hubo igualdad: dos parejas hicieron la jota de Albalate, dos la de Calanda y dos la de Andorra. Entre estas últimas estaba la ganadora, formada por Carla Caballero y Juan Carlos Aguayo, que mostraron una gran complicidad sobre el escenario pero, sobre todo, bailaron bien, muy bien.

El triunfo en canto femenino fue para Irene Alcoceba. La de Alcolea de Cinca, preparada por Nacho del Río aunque iniciada por María Grúas, empezó a cantar jota a los 4 años y está llamada a ser una de las grandes figuras del folclore aragonés. Es una artista cuajada, que lo mismo ha participado en programas de televisión que cantado en los espectáculos de Miguel Ángel Berna. Pero, acostumbrada a ganar el certamen en su primera participación (benjamín, infantil, juvenil...), el Ordinario se le ha resistido cuatro años. El pasado, un problema de vestuario, para el que improvisó solución casi cuando salía a actuar, la descentró. Este año conjuraba a la suerte: vestía la falda con la que ganó el certamen de Huesca, unos pendientes de la cantadora Piedad Gil, un camafeo de Nacho del Río... Pero no le hizo falta. Cantó muy bien, distinto, arriesgó, e incluso sorprendió con una rondadera de Balbino Orensanz que ya casi nadie interpreta.

En canto masculino el triunfo fue para Enrique Agustín Martínez Cirasuela. El cantador (Villafranca de Ebro, 1979) venía este año lanzado, tras ganar en Almudévar, Daroca, La Almolda, Oscús... «Empecé a cantar jota con Estela Alarcón en 2007 –relataba ayer– y luego pasé a hacerlo con Ana Belén Sanz Mora. En el certamen me he visto muy bien, tenía muchas ganar de ir a por todas». Posee un trueno en la garganta y por eso los estilos que le van (‘Baldomero’, ‘Fiera’, ‘Utebo’...) son los de mayor potencia y riesgo. El año que viene intentará lograr el Extraordinario.

El fallo del jurado tuvo aquí su punto de polémica. Cuando la presentadora Sara Comín (acertada, como siempre) pronunció el nombre del segundo premio, Antonio Javier Iserte, alguien del público, que lo veía ganador, estalló: «¡Sinvergüenzas, que ya es el sexto año!», aludiendo a las veces que ha quedado segundo y, a su juicio, debió ganar. A ello siguieron estruendosos silbidos, que parte del público intentó tapar con aplausos. La protesta extemporánea subió de decibelios cuando el protagonista salió al escenario a recibir el galardón y, con sus gestos, agitó al público. Flaco favor se hace el de Puerto Sagunto. Tiene cualidades sobradas para ganar el certamen, y el día que lo logre habrá quienes querrán empañar su triunfo diciendo que alforrochó, o arrugó, al jurado.

Siete voces masculinas y otras tantas femeninas se pelearon por el premio Extraordinario. El sorteo deparó como obligados dos estilos de Cecilio Navarro, ‘A la esquina de la plaza’, para ellos; y ‘Con G fuera de mi tierra’, para ellas.

Hubo momentos palpitantes, como cuando Fernando de la Natividad le dedicó una canta con letra de Yolanda Cortés a Jesús Gracia; cuando Ana Belén Montorio reclamó en otra que el certamen vuelva al Teatro Principal (sorprende cómo, 14 ediciones después, la idea todavía tiene muchísimos seguidores); o cuando Julio Latorre se reivindicó como montalbino. O, también, cuando Toño Julve saltó a escena. El de Huesca quizá no tenga ya en la voz el vigor de otras épocas, pero qué importa. Canta por disfrutar y para hacer disfrutar a los demás, y elige las letras con tanto gusto que escucharle siempre merece la pena. Ayer, entre otras perlas, se oyó esta, de su cosecha: «La ‘medecina’ y la ciencia / todo pueden arreglar / pero el que nace alcahuete / nunca se puede curar».

Hubo mucho nivel y competencia, y al final el triunfo fue para la cantadora de La Muela Ángela Aured. Preparada para la cita por Nacho del Río, la Aured ganó su segundo Extraordinario, lo cual no tiene nada de raro, dadas sus cualidades. Lo que sí lo tiene es que han pasado nueve años desde su primer triunfo y ella, sin desmayo, ha buscado este segundo título certamen tras certamen.

«Estaba muy motivada y me he preparado con muchísimas ganas para la competición –señalaba este domingo–. Y quizá he tenido una actitud diferente a la de otros años. De voz estaba muy bien y tenía mucha seguridad en mí misma». Dedicaba esta victoria, tan trabajada, a Nacho del Río, con quien estudia desde hace 16 años, a su familia y a su novio. Y negaba que hubiera una doble intención en la letra de la segunda de sus cantas: «La jota debe de ser / como debe ser la jota, / con pureza en el estilo / y con honradez la copla». A Ángela Aured, cosa que empieza a ser de destacar dentro del panorama actual de la jota, se le entiende todo lo que canta. Ha trabajado mucho la dicción y la vocalización. Aunque, a la hora de la verdad, lo que más cuenta es la raza y meterse al público en el bolsillo.

Lo sabe muy bien el otro gran triunfador de la mañana de ayer en la Sala Mozart del Auditorio de Zaragoza. El oscense Óscar Badías es un veterano que lleva más de 30 años en la jota pero que solo canta desde hace 10. «Durante mucho tiempo he pensado que no tenía voz», aseguraba. Pero vaya si la tiene. Jairo Périz, desde el folclore, y la mezzosoprano Beatriz Gimeno, desde la técnica vocal, la han cincelado en los últimos años.

«Creo que he ganado porque estaba muy preparado para ganar –señalaba ayer–. Es increíble el tiempo que le tienes que dedicar a un concurso de estas características. Estaba preparado para ganar... pero también para perder. Si hubiera vencido otro compañero no hubiera pasado nada. Le hubiera felicitado y vuelto a presentarme el año que viene». No lo hará en 2020. Descansará. Badías tiene tesitura de tenor y ha hecho incursiones en la zarzuela, siempre con romanzas exigentes, como la de ‘La Dolores’. «En jota, lo mismo: una ‘fiera’, un ‘Utebo’... Es lo que más aplaude el público».

Hubo otros cantadores que brillaron, como Elena Casaña, Virginia Pola o Jesús Gimeno Burriel, por citar algunos. Y poco más de sí dio el certamen, que rindió homenaje a Demetrio Galán Bergua con la difusión de uno de los programas que emitió en radio con la colaboración de Jesús Gracia. Cantó un par de jotas Nacho del Río (estilos antiguos con letras de José Luis Melero como ‘El certamen es la joya / de la jota en Aragón, / nuestro emblema más querido / más antiguo y mejor’). Sergio Aso dirigió la rondalla de quince músicos, y acompañaron a los cantadores las dos voces que lo vienen haciendo en los últimos tiempos, las de Yolanda Larpa y José Luis Urbén. De este último se dio un dato que a muchos sorprendió: con el certamen de ayer, ya son 25 en los que ha acompañado el baile.

«Busco siempre dar confianza a la pareja –señalaba–. He cantado 19 ediciones junto a Pilar García Salinas, tres con Begoña García y llevo otras tantas con Yolanda Larpa». Urbén, gran rondador y estudioso del folclore, ha perdido la cuenta de las letras que se sabe de memoria. Antes improvisaba más, porque tiene a gala no repetir ninguna, aunque ha conocido eliminatorias con 57 parejas de baile en las que no le ha quedado más remedio que repetir. Entre las que entonó ayer había de todo, cultas y populares. Y es que Urbén no desprecia nada del folclore aragonés. Ni siquiera una, extravagante, que recogió décadas atrás en Pina de Ebro, y que en su voz tuvo ayer un sabor especial: «‘En la sierra de Alcubierre / había una ‘burrifalfa’ / con siete ‘burrifalfillos’ / ¡cómo se ‘burrifalfeaban’».

A las cuatro de la tarde el Auditorio y sus inmediaciones estaban ya vacíos. A la puerta del edificio, sobre un banco de mármol, reposaba desmayado, abandonado y solo uno de los ramos que se entregaron a los premiados. Un trofeo codiciado y reverenciado. Parecía un sacrilegio verlo allí. Seguramente era el de Antonio Javier Iserte.

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