PILAR 2009

Adiós, Bambi, adiós

Ahora que tanto paro hay en este país llamado España, sería conveniente que un afilador estuviese en la nómina de cualquier plaza. En especial en esta y en tardes tan trascendentales como la de ayer. Que multipliquen los empresarios la cantidad de orejas que pierden los matachines por culpa de los aceros destemplados. Que se rasquen los bolsillos porque, ayer, con el público a favor de obra, a Esplá le dan las orejas, lo sacan a hombros y le invitan a yacusi si acierta con la Tizona. Ya no digo a Perera, ni mucho menos al maestro Ponce, ese dios. Puerca espada. Para eso y no echar gota...


Los toros de Guisando, ese conjunto escultórico de antes de las sandalias de Cristo, se mueven más que los de ayer. Y mejor. Con más clase. Y sin rechistar. Con paciencia y casta. Con todo lo que los del Puerto no enseñaron. Ni por asomo. Ni aún bailándole la jota, como ayer. La misma que un 13 de octubre de 1881, en una tarde aciaga, por culpa de los toros de Vicente Martínez, Lagartijo y Frascuelo pegaron un sonoro petardo y una pareja de las Cinco Villas, aburrida, inmortalizó la jotica. Un calco a lo de ayer. Ovación para los baturros.


Los del Puerto salieron abantos. Sueltos. Corretones. Lo da el encaste. Ninguno se dejó pegar cuatro 'lapas' como quieren los toreros. Inválidos. Tullidos. De media casta olvidada y recordada al sentir el frío hierro de la puya. A todos se les picó mal. Muy mal. Se les tapó la salida como aparentando fortaleza y fiereza. Ninguno rompió a bueno. Ninguno desarrolló el temperamento propio de los atanasios ni la bondad de los lisardos.


Ponce abrió el manual y tiró de repertorio. El de siempre. El que nunca está mal y a casi todos gusta. Se puso la bata de enfermero y, muy al hilo, compuso una primera faena despegada, pero muy plástica. De las de engañar sin torear. En el quinto, tras el mitin con los palos de De la Viña y el brindis a Esplá, pareció un bingo: todo en línea. Con la espada, mal.


A Perera no le sienta bien la brisa del Ebro. Claro que tampoco tuvo opción. Al tercero le enseñó a embestir. Le consintió y a base de tirar de él arrancó un par de tandas unidas, templadas y ligadas. Se pasó de faena y el toro se fue vivo a los corrales por culpa del afilador. Y de él. Al sexto le perdió pasos, tantos que acabó sin toro.


Esplá, 'Bambi' para su familia, deja en su plaza un ramillete de verónicas y dos medias abelmontadas. Dos violines y un par de poder a poder. No se complicó. Tampoco la tarde era para tirar cohetes. Solvente y con los recursos que da nuestra edad, se fue dignamente. Como un buen torero. Con la timidez del que da todo sin esperar crédito. Se fue como el juez Garzón, sin decir nada. Adiós...