Glamur con olor a bellota

La solidez de Alejandro Talavante en una preciosa faena al único toro con posibilidades de la tarde fue lo único destacado de la cuarta de feria. A la corrida de Núñez del Cuvillo, mal presentada por desigual, le faltó bravura y clase.

Alejandro Talavante, en un pase del desdén al colorado que hizo en tercer lugar y al que no pudo cortar dos orejas.
Glamur con olor a bellota
CARLOS MONCÍN

División de opiniones para mi amigo Paco, el presidente. Unos en su padre y otros en su madre. Unos con razón y otros, la mayoría, sin ella. Me uno a los primeros porque la mini corrida de Cuvillo no debió salir de chiqueros. Ninguno. Bueno, dos. Ni uno más. Le chillaron y protestaron -los menos- por la nula presentación de unos toros que cabían en un fundón de espadas. Y otros, los más, por ponerse en su sitio y no regalar orejas de pueblo. Es lo que tiene el glamur, amigo. El aparentar sin ser. Y sin saber. Esnobismo y petulancia. El toreo que no entra por los ojos no se guarda en la memoria. Y los hay muy desmemoriados. Mucho.


Es, a esos, a los que acuden una vez al año a los toros, a los que habría que decirles que Perera no merecía la oreja y que muchas novilladas con picadores han tenido más presencia y cuajo que la ‘cuvillada’ de ayer. Y no es eso, porque el prestigio de la Misericordia nos lo hemos ganado a pulso. Impresentables, por trapío, cuatro de ellos y los otros dos, rozando el larguero. Sospechosamente astifinos. Solo tercero y cuarto tuvieron condición de bravura en el caballo, tranco en banderillas y son en la muleta. El resto para tirar al cubo de la basura.


La clase de Morante

Morante tiene seguidores que no es lo mismo que partidarios. Estos últimos son los que siempre ven algún detalle, se callan, no protestan. Les da lo mismo que se cruce o que no; que se rompa o no; que le cruja la cintura o que saque el culo. Los otros, no. No saben qué es nada de lo anterior, pero viste mucho decir que se es morantista. Ayer, hubo más seguidores que partidarios. Le pitaron camufladamente y no rompieron en olés profundos en los dos más bellos muletazos que se dieron en toda la tarde. Y se dieron muchos. Y buenos. El de la Puebla estuvo sin ser. No se gustó. No se rompió pese a torear como él sabe. Las medias fueron de cartel. Rematadas. A los lances les faltó el cimbreo de cintura y las manos bajas. Por delante. A la ratita primera, pegajosa y a la espera, le dio sitio. No fue capaz de bajarle la mano por temor a la claudicación. Tres naturales aseados acabaron con dos enganchones y aquello se fue abajo. Al cuarto, repetidor y noble, le cuajó muletazos limpios, bellos, personales, pero sin rotundidad. Bajó la mano al máximo y ligó dos derechazos de escándalo por limpios, unidos, templados y sentidos. Faltó la chispa final. La traca. El toro se agotó y él mató mal.


Perera fue un calco en sus dos toros. Con el quiero y no puedo se tapó. Sin estar mal, tampoco estuvo bien. Muchas líneas para tan poco dibujo. Ninguno de sus torillos le ayudó, es verdad.


Talavante cogió el sitio del lesionado Castella. Perfecto para el ‘no hay billetes’. Sensacional estuvo con el buen tercero. Natural, sincero. Toreo vertical, de reposo, de mando, de trazo fino, con tres ayudados por bajo de enloquecer. Encajado y roto, acabó con tres manoletinas justas, medidas, perfectas. Lástima de espada, que hizo guardia dos veces. Lástima de puerta grande. Al manso sexto lo lidió por la cara sin llegar a meterse con él.


Bien con los palos, Juan Sierra y Guillermo Barbero. Felicidades a Roberto Bermejo en el 25 aniversario de su alternativa. Torero.