Así funciona la depuradora de La Cartuja de Zaragoza: "El agua que llega es un chivato de todo lo que hacemos"

En la planta se limpian, desde 1993, las aguas sucias del 85% de los zaragozanos y las de los polígonos industriales.

La instalación aclara las aguas sucias de la capital aragonesa desde 1993.
Toallitas que llegan a la depurada de La Cartuja a través de las canalizaciones.
Guillermo Mestre

Durante la covid, el análisis de las aguas residuales permitía conocer cómo evolucionaba la pandemia. Aún se vigilan con una red de alertas, de la que forma parte la depuradora de La Cartuja, en Zaragoza, que remite los datos cada 15 días. Hay que estudiar, también, la resistencia de las bacterias y virus a los medicamentos, pues con altas concentraciones de ibuprofeno y paracetamol se empieza a hablar de superbacterias. Y de los perjuicios que causan ya los microplásticos. "El agua que llega a la planta es un chivato de todo lo que hacemos", recuerda José Ignacio Catrillo, director técnico de Saneamiento y Depuración de Aguas de Ecociudad. Y en algunos casos de lo que no. Llevan años pidiendo a la ciudanía que no tire toallitas por el inodoro y, aunque menos que antes, siguen llegando, sin pensar en el coste que acarreará para los contribuyentes los daños en las instalaciones. 

En la planta se limpian, desde 1993, las aguas sucias del 85% de los zaragozanos y las de los polígonos industriales
En la planta se limpian, desde 1993, las aguas sucias del 85% de los zaragozanos y las de los polígonos industriales

La depuradora de La Cartuja se inauguró en 1993 y aclara 53 millones de metros cúbicos al año. Trata el 85% de las aguas sucias de los zaragozanos y todas las de los polígonos industriales. Solo quedan fuera las de Valdespartera, Arcosur, los municipios de la carretera de Logroño, Vía Hispanidad, Montecanal y Valdefierro, que se tratan en la de La Almozara.

El caudal que llega a la Estación Depuradora de Aguas Residuales (EDAR) varía en función de la hora del día. Es bajo por la noche, y registra un pico de 8.000 metros cúbicos a la hora a eso de las 11.00, reflejo de que la ciudad se activa a las 8 y las 9 de la mañana. Cuando hay una tromba de agua como la que cayó el 6 de julio de 2023 o llueve con mucha intensidad, si se supera el nivel de seguridad, el exceso va directamente al río. 

La visita a la planta comienza frente a una maqueta que permite conocer, en apenas un cuarto de hora, cómo funciona. En la actualidad, cuenta con 55 trabajadores que van a turnos, y solo se para cuando el mantenimiento eléctrico lo aconseja. Se recogen muestras del agua cuando entra, y cuando sale. Dos son las peculiaridades de la planta zaragozana, según Castrillo: se cubrió para reducir olores y los fangos se incineran.

Las toallitas y la arena se llevan al vertedero, y las cenizas del fango, en la actualidad, también. Están estudiando utilizarlas como ligante para fabricar cemento, pero se encuentran con el problema de que los vertidos que llegan de la industria no son siempre iguales. Para Castrillo, las aguas con conductividad son "las más complicadas de tratar".

El agua residual que se limpia en La Cartuja es la equivalente a 900.000 o 950.000 personas, pues no es lo mismo el impacto que tiene en la depuradora tratar la que llega de las casas que la de la industria. Cuando el caudal entra en la planta, se intentan retirar las toallitas y plásticos sólidos que podrían atascar las tuberías. La arena y la grava se sedimenta y se quita.

La instalación aclara las aguas sucias de la capital aragonesa desde 1993.
Retirada de las toallitas que llegan por el colector general.
Guillermo Mestre

Con las toallitas se han tenido que ir "adaptando". El problema se genera cuando llegan a la depuradora poco después de haberlas usado porque es más fácil que se cuelen en el sistema. Cuando hay grasa flotando en el agua, por un uso inadecuado del aceite en los hogares o por el industrial, se retira con una rasqueta y se utilizará, después, para el proceso de incineración. 

"En la decantación primaria jugamos con rejas, bombas y gravedad. A partir de ahí, con heces disueltas en el agua, empieza la fase biológica", detalla Castrillo. La contaminación se pone en contacto con miles de bacterias, protozoos, metazoos, que se la comen, mientras se va echando aire de forma industrial. En estos procesos, que datan de los años 80, "poco se puede innovar, más allá de optimizar el tipo de bacterias". Parte del agua, que aparentemente vuelve a ser cristalina, se devuelve al río, y el resto sigue en proceso hasta que, tras deshidratarlo, se convierte en fango.

La instalación aclara las aguas sucias de la capital aragonesa desde 1993.
Labores de limpieza en la zona donde se separan los desechos sólidos no orgánicos.
Guillermo Mestre

Desde el Instituto Municipal de Salud Pública llevan el control del agua que entra, la que sale y de la composición del fango. También se remiten datos a la Confederación Hidrográfica del Ebro. En la sala de control, se supervisa todo desde los monitores y hay varias probetas con muestras. Castrillo señala que "todo el proceso está monitorizado" y apunta los beneficios que aportará la Inteligencia Artificial en cuanto a recogida y análisis de datos. 

El fango se introduce en uno de los cuatro decantadores de 30 metros de diámetro que tiene la planta y permanece allí varias horas. El agua que aún queda se bombea a la cabecera del proceso otra vez y el fango se introduce en una especie de horno a 400 o 600 grados, donde se pone en contacto con arena y lo quema. Es en el edificio de tratamiento de fangos donde el olor es más intenso. Cuando se decidió cubrir toda la planta, se incorporó un circuito que capta el aire del edificio a intervalos de tiempo, se trata el aire viciado y se coge el del exterior para que las condiciones sean adecuadas. 

La instalación aclara las aguas sucias de la capital aragonesa desde 1993.
Uno de los decantadores donde el fango permanece durante horas.
Guillermo Mestre

Los gases, el aire de la combustión, se pasa por una central de agua, se calienta para hacer vapor y, con una turbina que incorporó el Ayuntamiento, se genera corriente eléctrica, que aporta el 18% de los 20 millones de kilovatios que consume al año la instalación. 

Para aumentar la capacidad de generar electricidad se valora el biogás o instalar placas solares. Hay que esperar, no obstante, a conocer al detalle los requisitos que va a fijar la Unión Europea, que determinarán si la planta de La Cartuja, que con inversiones puede funcionar cinco años más, es viable. Una nueva depuradora costaría más de 100 millones de euros, y el Ayuntamiento ha solicitado al Estado, por si acaso, que declare la planta de "interés general" para tener acceso a ayudas. La única certeza es que, pase lo que pase, la depuradora, o renovada o nueva, seguirá donde lleva más de tres décadas, en La Cartuja Baja. 

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