"Compré mi piso en El Gancho por 130.000 euros, decían que sería como Malasaña. Ahora vale 55.000 y no volvería"

Javier Magén, de la plataforma El Gancho-Pignatelli, y Carlos Blanco, de Calles Dignas, denuncian la degradación que sufre el barrio.

Mal estado en la zona de Zamoray y Pignatelli, en el corazón de Zaragoza.
Javier Magén y Carlos Blanco, en la calle Pignatelli.
Oliver Duch

Pocos imaginarían que en el corazón de Zaragoza, a medio camino entre la plaza de las Catedrales y la sede del Gobierno de Aragón, se encuentra una de las zonas más degradadas de la ciudad. No es problema del diseño de las calles. Tampoco de los edificios, algunos de ellos, de una bella factura arquitectónica. Décadas de dejadez institucional han convertido la zona de Pignatelli y El Gancho en lo que es ahora, un lugar que los zaragozanos evitan; un barrio casi invisible en pleno centro de la capital por el que solo pasean quienes viven en él. Llevan décadas las asociaciones vecinales pidiendo ayuda. Les escucharon y al fin tienen un plan especial que creen que es "muy bonito sobre el papel", pero que "aún no funciona". 

Han mejorado la iluminación y hay más gente joven gracias a la residencia de Pontoneros, pero la ocupación y los "narcopisos" que denuncian los vecinos deslucen los avances.  "Esta es la realidad del barrio. Todavía no vemos ningún resultado", explican Carlos Blanco, de la asociación Calles Dignas, y Javier Magén, representante de los vecinos afectados de El Gancho y Pignatelli.

En una ruta por Pignatelli y El Gancho que nada tiene de turística, explican la situación de cada edificio y su estado de degradación. Pocos se salvan. En la calle no huele bien, aunque dicen que retiran la basura tres veces al día. Asoman colchones por los balcones, cadenas en algunas puertas. Se ven pancartas que claman por "calles dignas" casi a la desesperada. 

Javier Magén ve "positiva" la apertura de la residencia de estudiantes, aunque afea cuestiones todavía pendientes. Cita dos: aún no se ha abierto al público la biblioteca que prometieron y no se sabe si podrán utilizar el anfiteatro. Carlos Blanco mira al futuro, y piensa que los plazos serán aún bastante largos. Porque una cosa es que empiecen a expropiar y otra que salgan los okupas. "Esto no consiste solo es comprar y en dejar los solares vacíos. La oposición dice que el presupuesto para este año es cero. Lo que han hecho es un lavado estético, como se ve en Agustina de Aragón", critica, y propone, ahora que el Ayuntamiento de Zaragoza es dueño de Cerezo 4 y Pignatelli 76, que "denuncie pronto y que hable con Delegación del Gobierno". 

Los dos insisten en que el problema está en el centro, y en que la solución pasaría por construir en los solares y rehabilitar los edificios. Y por acabar con la okupación: "Se van de un edificio y se meten en otro. Lo que hay que hacer es construir viviendas de precio asequible", detallan. La situación ahora es "compleja" y cuando anochece, aseguran, es todavía peor según la zona. Han pedido reuniones con varias concejalías y aún están a la espera de su respuesta. 

En el recorrido por el barrio explican que uno de solares servirá para ampliar el Centro Deportivo Municipal Palafox. Al fondo se ven los jardines del edificio Pignatelli, la sede del Gobierno de Aragón. 

Hasta en los solares de propiedad municipal hay basura. Los limpian pero tiran desechos desde los pisos okupados. Desde la asociación Calles Dignas hacen visitas guiadas: han seleccionado edificios emblemáticos arquitectónicamente, y han colocado unas placas para que la gente vea el valor que tienen. "El barrio tiene unas bellezas que no queremos que se pierdan", explica Carlos Blanco. La rehabilitación debería llegar, en todo caso, antes de que sea demasiado tarde. Hay azulejos que se empiezan a desprender y algún que otro balcón en un estado bastante cuestionable. 

No falta quien se aprovecha de las miserias humanas alquilando pisos que no están en buenas condiciones. Los vecinos también lo controlan. Explican que en la zona vive gente joven y hasta cuatro generaciones de una misma familia, que se resisten a abandonar el barrio. "Hay gente bohemia que se viene a vivir aquí por los precios bajos", explica Javier Magén. 

Cuando comenzó la legislatura alertaron de que la okupación sería un foco de problemas. Y tras dos incendios en inmuebles de la zona se demostró que razón no les faltaban. No culpan solo al actual Gobierno municipal. En su opinión, esto viene de "décadas de desidia". Consideran que es  "una patata caliente que no da rédito en votos ni comisiones". Lo han podido constatar con el paso del tiempo. Javier Magén vive en el barrio desde hace 16 años; Carlos Blanco, 35. 

Explica Javier Magén que en 2005, cuando compró su piso, se las prometía muy felices. El efecto Expo iluminaba, también, el Casco Histórico y animaba la construcción: había obras en decenas de solares. Pagó por un  apartamento de 45 metros cuadrados en un edifico rehabilitado y con ascensor en la calle Boggiero unos 130.000 euros. Lo valoran ahora en 55.000. "Se decía que iba a ser como Malasaña", recuerda. El pronóstico falló. Reconoce que ahora "no vendría a vivir aquí". Fija el inicio del declive de Pignatelli y El Gancho en el pinchazo de la burbuja inmobiliaria que empezó cuando acabó la Expo. 

Para Carlos Blanco fue una cosa "paulatina". "De repente un día dices: ¿pero qué ha pasado en el barrio?", explica. Comentan que lo peor es la basura. Sostienen que las cámaras de seguridad apenas ayudan, porque solo se revisan si hay denuncias. Los dos coinciden en que la solución es "invertir en el barrio" porque eso sería "hacer ciudad". O invertir o conveniar con el sector privado pisos a precios asequibles. "Hay que invertir muchos millones de golpe. Si no arreglas todo de golpe es como un cáncer que se expande", dice Blanco. 

Un coche de la policía nacional pasa de ronda por el barrio. "Es lo frecuente", según dicen. Hay vecinos que piensan que una comisaría de la Policía Local tendría un efecto disuasorio. Desde la plataforma de afectados El Gancho-Pignatelli han propuesto varios locales de Zaragoza Vivienda, entre ellos uno en la calle de Las Armas.

Javier Magén explica que entre San Pablo y Pignatelli hay 22 edificios okupados, sin contar los pisos sueltos; 76 inmuebles considerados infraviviendas y una treintena de solares sin construir desde hace años. "¿Qué barrio puede soportar esto?", interpela.

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