Dos décadas de cursos en la Casa de la Mujer de Zaragoza: las que desterraron los oficios de género cuentan su historia

Varias zaragozanas que participaron en los cursos de las Casa de Mujer a inicios de siglo relatan cómo lograron romper las barreras en trabajos que se consideraban masculinos.

Ana María Díaz, Yolanda San Agustín, Elena Cepero y Encarna Gállego, en la Casa de la Mujer.
Ana María Díaz, Yolanda San Agustín, Elena Cepero y Encarna Gállego, en la Casa de la Mujer.
Guillermo Mestre

Mujeres con ‘mono’ de trabajo. Con este explícito título se daba cuenta en la prensa de inicios de siglo de cursos de la Casa de la Mujer que rompían la barrera de acceso a empleos masculinizados. Eran tiempos de cambio, de mujeres valientes que querían acceder al mercado laboral o mejorar su empleo (y sobre todo su salario). De amas de casa que querían labrarse un futuro y asaltar los trabajos mejor pagados; los que ocupaban ellos. Tanto tirón tenían los cursos que decenas de aspirantes 'dormían' en fila en la calle para ser las primeras en poder inscribirse y elegir ocupación.

Filas en la Casa de la Mujer para inscribirse en los cursos, en 2009.
Filas en la Casa de la Mujer para inscribirse en los cursos, en 2009.
Heraldo

Yolanda San Agustín, pluriempleada de 28 años entonces, fue una de las que pasó la noche en la calle. "Estaba vendiendo seguros, trabajaba como monitora de autobús y daba clases particulares. Y entre los tres trabajos no lograba tener un buen sueldo", recuerda. Se decantó por ser conductora de autobús y, en cuanto aprobó la formación, logró un empleo. Y no fue lo único que se llevó. Durante las horas de fila en la calle a las puertas de la Casa de la Mujer conoció a Marta Requemen, en la actualidad taxista rural en Tauste, con la que trabó una amistad que continúa todavía.

Elena Cepero, trabajadora de la Casa de la Mujer.
Elena Cepero, trabajadora de la Casa de la Mujer.
Guillermo Mestre

Se cuentan por miles las zaragozanas que lograron un trabajo tras la formación que recibieron en la Casa de la Mujer, con cursos que en su máximo apogeo alcanzaron un 44% de inserción laboral. Pero "una cosa son las cifras, y otra muy distinta el corazón y el cerebro que le pones a las cosas". Así lo considera Elena Cepero, que trabaja desde hace 26 años para la entidad, y que reconoce que se emociona al escuchar a las antiguas alumnas por la "calidez humana y el reconocimiento" que les ponen de manifiesto.

Eran mujeres de armas tomar. Pioneras en romper barreras y desterrar los oficios solo para hombres. Fontaneras, jardineras, soldadoras, carretilleras, vigilantes de seguridad, conductoras de autobús... "Ha habido campos en los que los que hemos abierto camino. Trabajábamos con ellas y también con las empresas", recuerda Cepera, que destaca cómo ya en los años 80 y 90 del siglo anterior, un tercio de las zaragozanas mayores de 25 años que accedieron a la Universidad lo hicieron gracias a la formación que recibieron en la Casa de la Mujer.

Ana María Días, Yolanda San Agustín y Encarna Gállego.
Ana María Díaz, Yolanda San Agustín y Encarna Gállego.
Guillermo Mestre

Encarna Gállego, jubilada de 68 años, se apuntó al curso de vigilante de seguridad porque era el único que tenía plazas y asegura que fue "el trabajo de su vida". Trabajaba en la hostería, aunque dice que nunca le gustó, y asegura que sus tortillas de patata "eran famosas". "Me eché la manta a la cabeza a los 52 años, y di un giro a su vida de 180 grados", recuerda. En cuanto completó la formación la contrataron, y trabajó como vigilante durante varios años. Completó su vida laboral como alguacil de Puendeluna, un pequeño pueblo de las Cinco Villas.

Cerca de allí, en Tauste, vive Marta Requemen, la amiga de Yolanda, que ofrece con su taxi viajes «para todas las necesidades, viajes locales, eventos especiales, de manera segura, confortable y eficiente». Bajó a Zaragoza de propio para el curso de conductora de bus y lleva 18 años con una furgoneta de ocho plazas realizando viajes a consultas médicas, traslados para bodas y recogiendo a jóvenes cuando se van de fiesta. Al poco tiempo de acabar el curso, empezó a conducir un autobús en la empresa del pueblo. «No tuve ningún problema con el mozo que me contrató. La gente cuando me veía se quedaba extrañada», explica. Optó, un tiempo después, por poner en marcha en Tauste un taxi rural y, tras años de tramitación administrativa, sigue al frente del negocio (taximarta.es).

Marta Requemen, conductora de un taxi rural.
Marta Requemen, conductora de un taxi rural.
Servicio especial

"Hija mía, ¿nos vas a llevar tú"

Su amiga Yolanda San Agustín lo tuvo un poco más difícil. No era frecuente entonces ver a una conductora de autobús al volante. "Cuando subían señores, como parecía joven, me decían: Hija mía, ¿nos vas a llevar tú? Yo le solía decir: Además es mi primer día. Su cara era un poema", explica. En la actualidad es vicepresidenta de la Federación de Peñas del Real Zaragoza y, cuando va a representar a las peñas, indica que algunos piensan que es la secretaria.

Ana María Díaz comenzó como vigilante de seguridad, pero se fijó más altos objetivos. "Me saqué el permiso de armas, hice el curso de escolta. Quería proteger a víctimas de violencia de género y acabé siendo escolta de juezas y políticas en Navarra", señala. Ahora, ya jubilada, reconoce que eran trabajos "complejos y de hombres". A las demás mujeres les dice: "Hay que ser valientes, valemos para todo, querer es poder".

Como quiso y pudo Beatriz Blázquez, que cambió su empleo en una tienda por un trabajo en una fábrica como almacenera. "Me avisó mi prima de que salían los cursos y me apunté. Tenía 30 años y mi chica solo dos", detalla. Se considera pionera y declara que era "lanzada". Su marido la apoyó y su padre le decía: "No te asustas con nada". Logró un contrato en Pikolín y le brindaron una buena acogida: "Había mucha gente joven y estuve encantada". Al título de almacenera sumó el de conductora de autobús.

Beatriz Blánquez, carretillera y conductora de bus.
Beatriz Blánquez, carretillera y conductora de bus.
Servicio especial

El curso de masculinidad que se suspendió

La importancia del sector logístico en Zaragoza hace que el curso de carretillera y pick up se mantenga todavía. Al diseñar el programa formativo, se atendía a los nichos de empleo y a oficios donde la mujer estaba subrepresentada. Aunque abrían la puerta a que los hombres aprendieran empleos femeninos, su demanda era escasa; quizá, porque los sueldos eran inferiores a los de ellos. Elena Cepero explica que los cursos de cocina han tenido tirón entre los alumnos. No ocurre lo mismo con los de igualdad, la asignatura pendiente: "Programamos uno sobre masculinidad y lo tuvimos que suspender por falta de asistencia".

Recuerda la concejala de Igualdad, Marian Orós, que la Casa de la Mujer es un referente, que se "ocupa y preocupa" de las mujeres desde hace cuatro décadas. Este año ofrece 47 cursos, con 347 plazas, y las inscripciones se realizarán los días 7 y 8 de febrero. Desde su Área buscan "innovar, reforzar los talleres exitosos y buscar alguno nuevo, pues la Casa de la Mujer evoluciona según evoluciona la sociedad", explica.

El paso de los años y la experiencia ayudan a valorar el camino recorrido y lo que queda por hacer. La igualdad, dicen las que desterraron los oficios de género, "es cosa de dos", y sin la implicación del hombre es imposible.

Reportaje sobre los cursos de oficios a inicios de siglo.
Reportaje sobre los cursos de oficios a inicios de siglo.
Heraldo
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