El parque Grande de Zaragoza: (Casi) un siglo de paseos, música, deporte y flores

El gran pulmón de la ciudad fue inaugurado en 1929 por Miguel Primo de Rivera, a quien fue dedicado en un principio. En la actualidad, sus 27 hectáreas de superficie son uno de los espacios verdes de esparcimiento favoritos de los ciudadanos.

Fotos antiguas del Parque Grande de Zaragoza.
Fotos antiguas del Parque Grande de Zaragoza.
Heraldo

Al final de la década de los 20 del pasado siglo se abrió en el paseo de Isabel la Católica de Zaragoza, antes incluso de que la avenida recibiera el nombre de la reina castellana, una entrada a lo que iba a ser llamado parque Primo de Rivera, en honor al impulsor de la campaña nacional 'Un parque para cada ciudad'. El Ayuntamiento de Zaragoza comenzó entonces los trabajos para configurar esa importante zona verde entre el Cabezo Buenavista y los Montes de Torrero.

Y es que el crecimiento de la capital aragonesa a finales del siglo XIX y principios del XX obligó a la ejecución de nuevos proyectos de urbanización y servicios, entre ellos nuevos lugares de ocio y esparcimiento ciudadano.

Los redactores y promotores del proyecto fueron los entonces técnicos municipales Miguel Ángel Navarro y Martín Agustí, y el jardinero mayor, Fernando Gracia Gazulla. El parque figura en el Catálogo Municipal, protegido como conjunto urbano de interés, y su ficha detalla que "el arquitecto Miguel Ángel Navarro Pérez asumió su concepción técnica con el Proyecto del cubrimiento del Huerva para saneamiento y preparación de las obras de ensanche y Parque de la ciudad. El ingeniero municipal José López se encargaría de aguas y alcantarillado".

Miguel Primo de Rivera inauguró oficialmente este espacio el 17 de mayo de 1929, fecha en la que se abrió al público el puente Trece de Septiembre, desde 2012 conocido como 'de los Cantautores' . "La delimitación actual de este singular conjunto coincide con el plano de 1927 de Martín Agustí, ingeniero de montes municipal que dirigió las obras", añade la documentación municipal.

El recinto se fue enriqueciendo progresivamente con nuevos jardines y elementos ornamentales, algunos trasladados desde otros espacios de la ciudad, como la fuente de Neptuno o de la Princesa, de Tomas Llovet; el monumento a la Exposición Hispano-Francesa, de los hermanos Oslé y Luciano Sáenz de Medrano, o el modernista Quiosco de la Música, de los hermanos José y Manuel Martínez de Ubago. Y ocupando un lugar privilegiado, en lo más alto y a la vista de todos, se encuentra el monumento al rey Alfonso I El Batallador, que reconquistó Zaragoza en el año 1118 y al que se accede por una imponente escalinata inaugurada en 1991.

En años posteriores, además de parque Primo de Rivera, los zaragozanos también lo llamarían de Buenavista, aunque desde 2010 se denomina oficialmente Parque Grande de José Antonio Labordeta. Sin embargo, popularmente se lo conoce como parque Grande, y no es difícil deducir de dónde le viene el apodo. Con sus 27 hectáreas de superficie, fue la zona verde más importante de Zaragoza hasta la construcción, en 2008, del parque del Agua. 

En su interior hay dos lagos y hasta ocho fuentes monumentales, 22 esculturas y muchos rincones tranquilos donde perderse y evadirse del ruido de los coches. El parque acoge también los viveros municipales y el Jardín Botánico, con especies de todo el mundo, pero también con raíces aragonesas. También tiene pequeñas zonas ajardinadas con flor de temporada o el Jardín de Invierno, con una configuración que invita al descanso y al disfrute de la contemplación de sus diferentes especies ornamentales. Y para añadir más belleza floral, desde hace unos años el ayuntamiento celebra en el parque las ediciones de Zaragoza Florece, una de las principales citas de la arquitectura floral y paisajística y un gran apoyo para el sector florista de la ciudad.

Fotos antiguas del Parque Grande de Zaragoza.
Fotos antiguas del Parque Grande de Zaragoza.
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En sus avenidas se celebran competiciones deportivas de toda índole y conciertos en su Jardín de Invierno (y antes, en el muy recordado y añorado Rincón de Goya), se disfrutan aperitivos al sol en sus terrazas (cada vez menos, todo hay que decirlo) y de improvisadas carreras de bicicletas, tanto alquiladas como propias.

Y si hace casi un siglo el recinto estaba lleno de paseantes, madres o niñeras empujando carritos de bebés, niños jugando al aro o a la pelota, ahora, además, es un lugar magnífico para hacer deporte y disfrutar de su historia. ¡Si hasta tiene un laberinto y dos casas típicas del Pirineo y Albarracín!

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