estampa otoñal

Pilar Monzón, 40 años vendiendo castañas en Zaragoza: “Si volviera a nacer sería castañera”

Natural de La Puebla de Híjar, siempre al abrigo de la lumbre del carbón en la plaza de San Miguel, se ha convertido en todo un emblema de la capital aragonesa.

Pilar Monzón, la castañera de la plaza de San Miguel de Zaragoza.
Pilar Monzón, la castañera de la plaza de San Miguel de Zaragoza.
Camino Ivars

Con la llegada del otoño a muchos vecinos de la capital aragonesa les resulta ya imposible concebir la plaza San Miguel de Zaragoza sin el pequeño puesto de castañas que regenta la aragonesa Pilar Monzón desde hace nada más y nada menos que 40 años. Ubicado en uno de los laterales de la plaza, al lado de la iglesia del mismo nombre, la encontramos cada año, haga frío o calor, desde principios del mes de octubre hasta bien entrado marzo.

“Qué te voy a decir, estoy muy feliz de llevar tantos años aquí y espero cumplir muchos más”, admite la turolense. Y es que, a sus 70 años, asegura que no piensa jubilarse ni dejar de acudir a su cita con este puesto hasta que la salud se lo permita. “Voy a seguir aquí todo el tiempo que pueda, me da mucha vida”, reivindica. Eso sí, con ella terminará el negocio en su familia, pues ninguno de sus dos hijos, que viven en Tenerife, tiene pensado seguir con el legado familiar: “Supongo que se lo devolveré al ayuntamiento”.

Pilar Monzón, la castañera de la plaza de San Miguel de Zaragoza.
Pilar Monzón, la castañera de la plaza de San Miguel de Zaragoza.
Camino Ivars

Mientras habla, Pilar no para de asar castañas con su ajado fuelle de madera, una rasera de metal y una olla agujereada que se resiste a tirar: “Tengo nuevas, pero me gusta esta la que más”. Lleva tantos años haciéndolo que podría hacerlo con los ojos cerrados. No en vano, se estableció en este mismo puesto en noviembre de 1983. Por aquel entonces tenía 30 años. “Venía de hacer lo mismo en Huesca, donde estuve desde el año 1978. Me enteré por un amigo de que el Ayuntamiento de Zaragoza iba a repartir permisos en la ciudad y me vine a conocer la zona. Recuerdo que me pegué una tarde entera sentada viendo pasar gente por este mismo sitio de la plaza”, rememora.

Por aquel entonces, explica, había un total de ocho puestos repartidos por la ciudad. En Las Delicias, en Gran Vía o en la plaza del Carbón, por ejemplo. “Muchos de ellos han desaparecido ya”, explica. Lo que recuerda con claridad es que enseguida se quedó prendada de este lugar, que  catalogó de un sitio “muy comercial”.

La castañera Pilar Monzón
La castañera Pilar Monzón
Camino Ivars

Su puesto es parte de su historia y, como tal, contiene elementos que han marcado su vida como una castaña gigante que le fabricó un maestro fallero de Valencia, regalo de una sobrina; un viejo transistor que “funciona a las mil maravillas”, así como algunas fotografías y dibujos que le hacen en los colegios a los que va de visita para asar castañas.

También vende algodón de azúcar, pero las estrellas siempre son ellas, las castañas. “Siempre asadas con carbón natural, y con su raja en medio, que es la clave para que no estallen y para que sepan así de buenas”, explica. Porque, aunque admite la fama de su producto, reconoce que no existe una receta mágica. “Solo la experiencia y el cariño. Si se hacen bien, están muy ricas; son sanas y no engordan y gustan a gente de todas las edades”.

De hecho, admite que si hay algo con lo que se queda de su trabajo es con la gente. “Tengo clientes que venían con sus abuelos cuando eran niños, y que hoy me traen a sus hijos a por castañas”, admite, emocionada.

Las castañas asadas que vende Pilar Monzón
Las castañas asadas que vende Pilar Monzón
Camino Ivars

Un producto de siempre que no pasa de moda

La aragonesa reivindica la castaña como un producto de temporada, sano y con un precio popular. “Cuestan dos euros la media docena, y cuatro la entera”, indica. Eso sí, siempre, siempre, siempre, en su cucurucho de papel, “como el de toda la vida”. Pilar recuerda que hubo una temporada en la que probó con bolsas de plástico. “No funcionó en absoluto. Y creo que este formato es más entrañable”, explica.

La castañera Pilar Monzón
La castañera Pilar Monzón
Camino Ivars

Como vecina del barrio que se considera, no hay quien pase a diario por la plaza que no la salude. “Aquí todo el mundo me conoce”, asegura, siempre risueña y divertida. Y es que ni las inclemencias climatológicas -paraguas incluido- pueden con ella, ni con su sonrisa, ni con su cita diaria con su puesto de castañas al que acude de lunes a domingo, de 17.00 a 21.00, desde hace cuatro décadas. “¡Dónde voy a estar mejor que aquí! He pasado aquí toda mi vida, y aquí pienso seguir mientras pueda”, concluye.  

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