La Audiencia condena a un hombre por abusar de su nieta discapacitada 

Llevó al circo a la chica, de 15 años, y la sometió a continuos tocamientos que vieron y denunciaron varios testigos. 

El acusado, el día que fue juzgado en la Audiencia Provincial de Zaragoza.
El acusado, el día que fue juzgado en la Audiencia Provincial de Zaragoza.
José Miguel Marco

La Audiencia Provincial de Zaragoza ha impuesto una pena de cuatro años de cárcel y cinco de alejamiento a un hombre de 75 años por abusar de la hija de su yerno, una chica de 15 años que padece un retraso mental que le supone una discapacidad del 36%. 

El acusado deberá indemnizar a la menor con 3.000 euros por los daños morales que le causó, ya que su comportamiento cambió sustancialmente a raíz de la agresión, muestra rechazo a los hombres y rehúye el contacto físico hasta cuando su padre va a darle un beso.

El 30 de octubre de 2021 la chica estaba pasando el fin de semana con su progenitor, que entonces vivía con su nueva compañera sentimental, el hijo de 14 años de esta última y un niño pequeño que la pareja tiene en común. El tribunal declara probado que ese día el agresor -cuya identidad de omite para proteger a la víctima- fue a buscar los tres para llevarlos al circo instalado en Valdespartera. En realidad, era solo el abuelo de los dos niños, pero conocía a la chica desde que cuatro años antes el padre de ella había empezado una relación con su hija. Por esa razón, la menor lo consideraba su abuelo y así se refería a él cuando lo nombraba.

Nada más bajar del tranvía que los acercó hasta el recinto ferial, el hombre ya la cogió de la cintura y le preguntó si alguien le había tocado los pechos alguna vez. Mientras los chicos iban a comprar las entradas, se quedó junto a ella sin dejar de agarrarla y su actitud ya extrañó en ese momento de un testigo porque la persona a la que llamaba abuelo no dejaba de invadir su espacio personal y a ella se la veía muy incómoda. Dentro del circo, el acusado se sentó a la izquierda de la adolescente, se puso una chaqueta sobre las piernas, le cogió una mano y la metió debajo de la chaqueta.

Tal y como contaron los testigos ante el tribunal, durante toda la primera parte del espectáculo el encausado estuvo bajando la mascarilla a la niña para darle besos en el cuello y metiéndole la mano por debajo del jersey y del sujetador. Sus abusos fueron tan evidentes que llamaron la atención de varias personas, una de las cuales, durante el intermedio, bajó y se lo contó a un empleado del circo. Este se acercó al acusado y le dijo algo al oído. Desde ese momento cesaron los tocamientos.

Pero los testigos no se conformaron con ello sino que llamaron a la Policía. Dos agentes llegaron al término de la función, hablaron con la menor, la cual estaba muy nerviosa, totalmente bloqueada y no atendía a razones. Al preguntarle, rompió a llorar y dijo que su abuelo le había tocado un pecho.

En la inmensa mayoría de los abusos a menores estos se producen en la intimidad, sin testigos. Sin embargo, en este caso, como recoge la sentencia, los testimonios prestados por los ciudadanos que reaccionaron ante los hechos –tres mujeres y un hombre– no dejan lugar a dudas de que el ánimo del acusado era totalmente libidinoso y que pretendía satisfacer su deseo sexual. Sus afirmaciones sirvieron para desvirtuar completamente el testimonio del encausado, el cual se justificó diciendo que los asientos eran muy estrechos y que si puso sus manos encima de la menor fue en actitud de cariño y sin mala intención.

El fallo, de la Sección Sexta, considera al septuagenario autor de un delito de abusos sexuales a una menor de 16 años agravado por la relación de superioridad que tenía sobre la niña.

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