educación

Estudiante francés de intercambio: “Los jóvenes zaragozanos están todo el tiempo en la calle”

Los alumnos del 2º de la ESO del IES Clara Campoamor de Zaragoza han acogido en sus casas a 37 estudiantes franceses de su misma edad.

Los alumnos de 2º de la ESO del IES Clara Campoamor junto a los alumnos franceses del Collèlle Henry IV, de Nay, a los que han acogido estos días en sus casas.
Los alumnos de 2º de la ESO del IES Clara Campoamor junto a los alumnos franceses del Collège Henry IV, de Nay, a los que han acogido estos días en sus casas.
M.O.

Están a punto de regresar a sus casas en Nay, una pequeña ciudad de unos 5.000 habitantes a 20 minutos de Pau, en Francia, después de 6 días en Zaragoza

Hay ganas de volver pero también se suceden las despedidas, los intercambios de saludos y las promesas de reencontrarse en verano. Los 37 estudiantes franceses de entre 13 y 14 años que han pasado estos últimos días con familias zaragozanas se despiden de sus amigos maños. Otros estudiantes como ellos, alumnos del IES Clara Campoamor, en Parque Goya, que les han acogido en sus hogares para realizar este intercambio entre dos centros escolares, uno zaragozano y otro francés.

"Se dan cuenta de que lo que estudian les sirve para comunicarse y descubren otro modo de vida"

“Para los alumnos españoles es un incentivo porque se dan cuenta de que lo que estudian les sirve para comunicarse”, dice M.ª Luz Buen, coordinadora del intercambio. Para los franceses, por su parte, “les supone abrirse al mundo y a un nuevo país. Darse cuenta de que pueden hacerse entender y descubrir el modo de vida en España”, añade Nelly Fontagné, una de las profesoras francesas que les acompañan y que imparte español en el Collèlle Henry IV, del que provienen los alumnos de intercambio.

Más de 400 alumnos que van y vienen

“Se trata de una movilidad entre alumnado que hacemos dentro de nuestro programa de internacionalización”, dice María Pilar García, directora del IES Clara Campoamor. “Tenemos diferentes programas de intercambio entre alumnos y profesores con países como Holanda, Italia, Polonia, Croacia y Francia y este curso los hemos retomado todos, ya que se habían suspendido a causa de la pandemia”, explica García. 

“Son programas de movilidad enfocados a alumnos desde 2º de la ESO a Bachillerato y también los hacemos de larga duración, en los que permanecen entre mes y medio o dos meses en el país anfitrión, que es Italia o Francia”, añade la directora. Del mismo modo, también el instituto acoge a alumnos de estos dos países durante varias semanas. “Por un lado, les aporta un enriquecimiento curricular, contribuye a abrir sus mentes, les da nuevas experiencias a nivel personal y familiar y favorece la autonomía del alumnado”, continua García. 

"Los intercambios no significan perder clases, sino que los alumnos ganan en todos los sentidos"

Para nosotros, que pasen dos meses en otro colegio no significa ‘perder clases’, sino que se gana en todos los sentidos”, asegura la directora. Este curso se han desplazado al extranjero alrededor de 200 alumnos de este instituto y otros tantos han sido acogidos desde otros países. “Son unas cifras que se han ido incrementando con los años, ya que hacemos estos intercambios desde 2013 de manera ininterrumpida hasta la pandemia y los hemos retomado este curso.

Les sorprenden las diferencias culturales

Estos días en Zaragoza los adolescentes franceses han compartido hogar con los estudiantes zaragozanos, han salido con ellos al parque, a dar una vuelta, han acompañado a sus familias españolas en sus quehaceres diarios y han disfrutado de diferentes actividades. 

Entre ellas, la obligatoria visita por el centro de Zaragoza y por su Casco Histórico donde entraron en la basílica del Pilar y callejearon por el Tubo. Allí probaron algunas raciones y tapas. “Me han gustado mucho las patatas bravas, la paella y el chocolate con churros”, apunta Adrien Mazeaudou, de 13 años. “Lo que más me ha llamado la atención es que se come muy tarde y los zaragozanos están mucho tiempo en la calle”, continua el joven francés. “Mi familia española dice que su hijo sale de fiesta todos los fines de semana hasta muy tarde”, dice, sorprendido, Adrien.

Estudiantes franceses de intercambio y sus profesoras en el IES Clara Campoamor, en Zaragoza.
Estudiantes franceses de intercambio y sus profesoras en el IES Clara Campoamor, en Zaragoza.
M.O.

“A mí me ha llamado mucho la atención que hay diferentes medios de transporte en la ciudad. La gente va en tranvía, en bici, en patín o andando. En nuestra ciudad no hay tranvía y solemos ir en coche”, compara Emma Bonzoumet, otra de las estudiantes de intercambio.

 “Hay mucho comercio de cercanía y tienes todas las tiendas a mano”, destaca también la joven. “En Francia, vivimos en casas que están más alejadas y las distancias son mayores”, explica. Y entre las actividades que más le han gustado destaca una: “Fui a un partido de fútbol del Real Zaragoza en La Romareda y me compré toda la equipación. Disfruté mucho porque yo juego al fútbol en el equipo de Pau”, confiesa la joven deportista francesa.

“También fuimos al Parque de Atracciones”, apunta Mateo Bousquet, que se lleva una medida de la Virgen del Pilar. “La he comprado de recuerdo porque nos dijeron que era algo típico”, señala. No es el único y varios de estos estudiantes franceses regresan a casa con la cinta de la Virgen en la muñeca.

"No he entrado en casa en toda la semana"

Para los alumnos españoles también ha sido una experiencia positiva. Ellos estuvieron en Nay del 23 al 28 de marzo y también guardan recuerdos y anécdotas. “Era todo muy verde porque estaba muy cerca de los Pirineos. Aquí la vegetación es diferente”, recuerda Aroa Benaque, de 13 años. 

Los alumnos de 2º de la ESO del IES Clara Campoamor, Guillermo de la Nava, Aroa Benaque y Adrián Borruel, que han participado en el intercambio con Francia.
Los alumnos de 2º de la ESO del IES Clara Campoamor, Guillermo de la Nava, Aroa Benaque y Adrián Borruel, que han participado en el intercambio con Francia.
M.O.

“A mí me tocó una familia que vivía en una casa en medio de un pradera. No había nada más que verde y algunos animales como perros, gatos, gallinas y hasta una tortuga”, apunta Adrián Borruel. “Me sorprendió mucho porque nosotros estamos acostumbrados a vivir en pisos en la ciudad”, añade. 

Y en el instituto también hay cosas diferentes. “Les tienen más respeto a los profesores que nosotros, les tratan de usted, se dirigen a ellos como señor o señora y su apellido, y se levantan cada vez que entran en la clase”, ennumera Aroa.

“Ha sido mejor acogerles que ir nosotros allí, porque hemos podido quedar y salir todos juntos. Quieres enseñarles todo y prácticamente no he entrado en casa", confiesa Guillermo de la Nava, alumno de 2º de la ESO. 

"En Nay viven muy separados unos de otros, en casas aisladas y no podíamos quedar por las tardes. Apenas salen y hacen mucha vida dentro de las viviendas”, compara. Los tres reconocen que "ha sido una experiencia muy interesante y divertida", y confiesan que "la repetiríamos sin dudarlo",

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión