Semana santa
Zaragoza se entrega a las procesiones
Cientos de personas acompañaron a la Piedad hasta Santa Isabel, donde cerraron cinco cofradías. Fue una noche de jotas y bandas de música, aunque las secciones de instrumentos volvieron a ser protagonistas.
Hasta media hora antes de que sonaran los primeros redobles, las calles de Hernán Cortés, García Galdeano o Madre Sacramento ya eran un hervidero. En el resto de vías aledañas a la sede de la hermandad del Refugio tampoco cabía un alfiler. Cientos de personas se acercaron a Crespo Agüero cuando comenzaba a caer la noche para presenciar uno de los momentos más emotivos del Martes Santo zaragozano: la entrega del Santo Cristo del Refugio a los hermanos de la cofradía de Nuestra Señora de la Piedad y del Santo Sepulcro, que lo llevaron en sobria y solemne procesión hasta la iglesia de Santa Isabel.
A pesar de la multitud congregada, el silencio se impuso cuando el hermano mayor de la institución, Santiago Sánchez, se refirió al Refugio como "la casa de todos" y destacó la necesidad de combatir las desigualdades con el ejemplo de Cristo que no es sino prueba "del amor misericordioso".
El hermano mayor de la Piedad, Pedro Cía, intervino después para recordar que son muchos los zaragozanos que se estremecen cuando la talla del siglo XVII, atribuida a la escuela de Juan de Mesa, se adentra la madrugada de Viernes Santo por las estrechas calles del barrio del Boterón –donde se le rebautizó como ‘el Cristo de los gitanos’– y agradeció la presencia y la labor de la Guardia Civil, que siempre escoltan las procesiones de la Piedad.
En el momento de la entrega, llovieron sobre el Cristo cientos de pétalos de rosa y el público no pudo sino prorrumpir en aplausos y asomó también alguna que otra lágrima. La calle volvió a enmudecer en el momento en que los cofrades montaban al Crucificado en su peana bellamente decorada de claveles blancos y, de hecho, los martillazos con los que se aseguraba la talla se escucharon nítidos como el latir de dos bombos que acompañaban la escena.
Con la figura de Jesús ya fijada, los porteadores elevaron la peana y comenzaron un lento bamboleo al son del himno de España que entonaban las cornetas. Se inició entonces una marcha, entre redobles, incienso y capirotes azules recortados en la noche, que fue secundada por numeroso público.
Lágrimas y flores
Otra de las citas imprescindibles de la noche de Martes Santo es la procesión de las Lágrimas. Con puntualidad comenzaron los redobles del Descendimiento en el colegio de El Salvador, que combinaron con la primera lágrima y las jotas como cada año. "¡Qué frío!", se escuchaba al otro lado de las cintas y es que el tiempo respetó, pero el viento hizo de las suyas. El blanco y morado dejó una estela hasta la iglesia de Santa Isabel. Un largo itinerario en el que se rezaron las cinco lágrimas y volvió a vivir icónicos momentos como su paso por el Hospital Miguel Servet, a cuyo capellán entregaron un ramo de flores.
La Luna tuvo las mejores vistas de la salida de la Sagrada Eucaristía, por encima de los miles de zaragozanos y visitantes que se agolparon a las puertas del Perpetuo Socorro. A pie de calle, a corderetas y desde las ventanas, el público marcó el camino por el barrio.
Sus tambores hicieron el silencio con un interminable redoble justo a la salida del Cristo, portado a hombros por seis cofrades. Las estaciones del viacrucis comenzaron bajo el umbral de la puerta de la parroquia, con la talla todavía detrás de la verja. Dentro del templo, iluminado, aguardaba el paso, uno de los protagonistas de la tarde del Jueves Santo. "El olor de su incienso me encanta porque es muy dulce", comentaba una joven a sus padres que, como el resto de los presentes –muchos vecinos del barrio–, buscaban el sonido de otras procesiones.
Procesión titular del Huerto
Por su parte, la cofradía de la Oración en el Huerto salió de la iglesia del Portillo con todo su patrimonio. Los hermanos celebraban, además, un doble aniversario: "Los 75 años de la procesión y los 50 de la sección de instrumentos", recordó Jesús María Celma, su hermano mayor. "Este año estrenamos una nueva túnica del Cristo, con pasamanería persa, y la Virgen también va vestida diferente", dijo Celma, justo antes de empezar la procesión, la única titular de anoche.
"Lleva muchísima flor", avisó el hermano mayor y el público lo pudo comprobar en las calles. El olivo –de ramas naturales– se mezcló con las palmeras de Conde Aranda, antes de marcar paso y marchas por el corazón del Casco Histórico.
Por toda la ciudad
¿Otras cofradías que salieron ayer a las calles? La Crucifixión del Señor, que estrenaba estandarte, completó un viacrucis partiendo de la parroquia de Jesús Maestro, en el Camino del Vado, y recogiéndose cerca de la medianoche en la iglesia de Santa Isabel. Portaban los hermanos, esta vez sin tercerol, la peana de Cristo en la Cruz, y uno de los momentos mágicos de su marcha fue el cruce en silencio del puente de Piedra.
Por su parte, el Despojado llamó la atención de los turistas que por la tarde visitaban la plaza del Pilar y a la cofradía de Cristo Abrazado a la Cruz y de la Verónica se la pudo ver por los aledaños de la parroquia del Carmen, si bien esta hermandad reservó uno de los mayores estrenos de la presente Semana Santa para el Jueves Santo: entonces, e incorporándose desde la iglesia de Santiago, podrá verse por primera vez en la calle en nuevo paso de la Santa Faz.
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