zaragoza

"Le dije que tenía 21 años en lugar de 12, las relaciones fueron consentidas"

El hombre, que tenía 31 años cuando salía con la niña, podría pasar una década en prisión por un presunto delito de abuso sexual.

La Audiencia Provincial ha absuelto a la farmacéutica acusada.
Fachada de la Audiencia Provincial, donde ayer se juzgó al acusado.
Raquel Labodía

El noviazgo con una niña de doce años y las relaciones sexuales completas que mantuvo con ella sentaron ayer en el banquillo de la Audiencia de Zaragoza a Alejandro L., al que la Fiscalía acusa de un presunto delito de abuso sexual por el que solicita una pena de cárcel de diez años. Los testimonios del procesado –que en el momento de los hechos tenía 31 años– y de la presunta víctima fueron casi coincidentes, y en cierto modo el de la chica resultó exculpatorio.

La menor reconoció haber simulado una vida adulta y tener un trabajo cuando en realidad todavía iba al colegio, e incluso hizo creer al hombre que compartía piso con un compañero, aunque lo cierto es que vivía con su madre. Hasta uso con él un nombre falso, Anais, con el que remataba una nueva identidad que había urdido a base de invenciones con el objetivo último de vivir una experiencia y una relación sentimental adulta. «Le dije que tenía 21 años en lugar de 12, las relaciones sexuales fueron plenamente consentidas», reconoció la chica, aún hoy menor de edad, ante el tribunal de la sección tercera y la fiscal, con quien se mostró incómoda por cuestionar su versión de los hechos.

El joven y la niña se conocieron a través del chat de Terra el 5 de mayo de 2017. Dos días después, tras intercambiarse los números de teléfono, empezaron a quedar y comenzaron «una relación amorosa», tal y como afirmó el acusado, que dijo haberse enterado de la edad real de la chica después de que la Policía le pusiese las esposas. «Ella me decía que tenía 21 años, pero que aparentaba menos y que eso era algo que le molestaba mucho. Yo en ese momento compartía piso con dos compañeros que la conocieron y, aunque hicieron un comentario sobre que me había buscado una novia más joven que yo, tampoco sospecharon que pudiese ser menor», adujo.

La coartada más trabajada según los dos declarantes fue la relativa al trabajo que supuestamente desempeñaba la chica en el bar de un pueblo cercano a La Muela. «Se suponía que hacía una sustitución los fines de semana y que iba y venía en coche, casi siempre el de su compañero de piso porque a ella, pese a tener supuestamente el carnet, le daba respeto conducir. Me escribía durante su turno contándome anécdotas en las que se detenía en todo tipo de detalle. Charlábamos hasta bien entrada la madrugada, un día incluso hasta las 4.00, y me hablaba de los ‘críos’ de 16 años que intentaban comprar tabaco en el bar», sostuvo el acusado, defendido por la letrada Raquel Ginés, quien aseguró que la joven también se desenvolvía con toda naturalidad en los pubs y discotecas: «Salió de fiesta con mis amigos y hasta nos invitó a una ronda. La vi fumar, bebía alcohol, bailaba con nosotros, se integraba en todo tipo de conversaciones adultas...». El joven reconoció desde el banquillo de los acusados que se llegó a enamorar de la chica, que acudieron a una farmacia a informarse sobre métodos anticonceptivos y que hasta hicieron planes de marcharse a vivir juntos, un extremo que ella confirmó durante su declaración.

Fue el 1 de junio, el mismo día en que la chica cumplía realmente 13 años, cuando los agentes llegaron al domicilio del encausado buscando a la menor, que se había escapado de casa. «Fue entonces cuando se enteró de mi edad», afirmó la joven durante la sesión, quien quiso exculpar a su exnovio en todo momento: «Nunca hubo por su parte ningún acercamiento sabiendo mi edad real».

Preguntada por la fiscal, la menor consideró que su edad real no se refleja en su cuerpo y psique: «Lo cierto es que siempre he aparentado tener más años de los que en realidad tengo. Quizá parecía ser mayor de edad, pero no tener 21 años, aunque me esforcé en contar muchas anécdotas para hacérselo creer».

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El informe del IMLA recoge que la niña no presentaba ninguna lesión derivada de una relación sexual forzada. También que su morfología se correspondía con la edad cronológica, si bien «su experiencia en la vida» le confiere «una madurez mayor». Las psicólogas forenses concluyeron que sus carencias afectivas en la familia «desencadenaron un período de búsqueda de experiencias» y que «en algunas facetas estaba evolucionada sobre su edad real». El tribunal y la fiscal incidieron en este punto, clave a la hora de dictar sentencia. Las expertas concluyeron que «durante la entrevista, la chica elaboraba argumentos y razonamientos superiores a su edad.

También recogieron en sus conclusiones que la relación fue «buscada» y que se sentía «muy a gusto y cuidada» y en una situación «muy confortable», algo que no había ocurrido «en otras relaciones anteriores que también habían surgido a través de las redes sociales y que le habían hecho sentir como un trozo de carne, como un objeto».

Los problemas familiares generaron en la niña «una impulsividad» que le hizo caer «en el consumo de drogas y en otros comportamientos peligrosos, como experiencias sexuales muy avanzadas en las que llegó a asociar el sexo con el dolor».

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