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David Almazán: "Ver los pequeños detalles de la vida enlaza con Japón"

Experto en arte japonés (Zaragoza, 1971), es profesor de Historia del Arte y vicedecano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Zaragoza.

David Almazán, en el Museo de Zaragoza, que expone permanentemente arte japonés.
David Almazán, en el Museo de Zaragoza, que expone permanentemente arte japonés.
Toni Galán

Le acaban de conceder la Distinción del ministro de Asuntos Exteriores de Japón por su labor investigadora en temas japoneses. ¿Qué supone?

Aunque la filosofía oriental enseña a no tomarse muy en serio las distinciones, sin duda es un respaldo a la japonología y a la investigación en historia del arte que hacemos en la Universidad de Zaragoza, donde hay gran tradición en estudios sobre Japón. Este año, es una pena que no pueda celebrarse la recepción en la residencia del embajador, llena de glamur y en la que el cocinero se luce.

¿Cómo se interesó por Japón?

Zaragoza no es mal sitio para interesarse por el arte japonés: pude elegir una asignatura específica y consultar libros en la biblioteca. Descubrí la gran influencia que ha habido siempre entre Oriente y Occidente: la mayoría de los artistas coleccionaban arte japonés o se rodeaban de estampas japonesas. En el siglo XIX surgió el japonismo. Y actualmente, no son estampas, lacas o jarrones, sino el manga, el anime y los videojuegos lo que fascina. La moda del ‘cosplay’, disfrazarse de los personajes favoritos, no es muy diferente a lo que hacían nuestras tatarabuelas: llevamos un siglo disfrazándonos a la japonesa, primero, de Madama Butterfly y ahora, de Dragon Ball. Podemos llamarlo neojaponismo. Por no hablar de la gastronomía. De una u otra forma, Japón sigue siendo referencia. Algo tiene Japón que nos atrae.

¿Qué puede ser?

El arte japonés abre puertas a un tipo de belleza estética muy diferente a la del arte europeo. Hoy en día, nuestro gusto actual se siente muy atraído por la cultura zen, la simplicidad y la elegancia. En el contexto de confinamiento de hace unos meses, hemos valorado especialmente contemplar los árboles o ver pasar las estaciones. Aprender a ver los pequeños detalles de la vida enlaza con la estética japonesa. Al poeta japonés le bastan las 17 sílabas de un haiku, con cuatro pinceladas el pintor transmite la esencia de un paisaje y el ceramista crea una taza de té en la que cabe todo el universo. Esa simplicidad es fascinante.

¿Desde el país del sol naciente se ve venir el futuro?

Es un buen lugar para tener la vista puesta. Va a la vanguardia tecnológica, pero integrada con lo social, en el cuidado de ancianos, por ejemplo; o implantado un impuesto sobre los robots. Y, al mismo tiempo, ha sabido mantener la tradición sin anclarse en el pasado. Aquí, si se nos cae Notre Dame y no tenemos gente que la sepa rehacer. En Japón tienen la figura de ‘tesoro nacional viviente’, el bien protegido no es el monumento, sino quien sabe hacerlo.

¿Atrae Aragón a los japoneses?

Algún embajador ha dicho que Zaragoza es un pequeño Japón, con su colección permanente en el Museo de Zaragoza, el museo del origami, clases de japonés, una asociación cultural y tantos investigadores. Creo que Aragón puede ser un destino privilegiado para los japoneses, más interesados por el turismo cultural que por el de sol y playa. En Aragón pueden encontrar muchos montes Fuji.

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