avenidas extraordinarias

Las cuatro grandes inundaciones del Ebro en la Zaragoza moderna: 1643, 1775, 1871 y 1961

El historiador y funcionario de la CHE Rogelio Galván ha buceado en los archivos para recopilar información sobre las cuatro mayores inundaciones provocadas por el río en la ciudad durante los últimos cuatro siglos.

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Icónica fotografía de la gran riada de 1961 con una barca navegando por la zona inundada y las torres de la basílica del Pilar al fondo.
Marín Chivite

El jefe de servicio de la Oficina de Planificación Hidrológica de la Confederación Hidrográfica del Ebro, Rogelio Galván, ha buceado en los archivos (sobre todo en el Archivo Municipal de Zaragoza) para recopilar información sobre las cuatro mayores inundaciones provocadas por el Ebro en la Zaragoza moderna: las que se produjeron en los años 1643, 1775, 1871 y 1961.

A través de esa documentación, Galván, que también es historiador, ha podido delimitar con cierto detalle los puntos hasta donde llegó el agua. Además, en el caso de las dos primeras avenidas, ha aportado información hasta ahora desconocida. “El contraste entre todas ellas, con la ayuda de la cartografía histórica y con la reciente cartografía de zonas inundables, constata un patrón secular: (a su paso por Zaragoza) el río busca su margen izquierda, hoy profusamente urbanizada, como zona inundable natural”, destaca el autor de esta investigación, quien además recuerda que “solo la obra humana” impide que el Ebro ocupe ese espacio.

Todos esos datos obtenidos a través de documentación de archivo y de noticias históricas se han plasmado en un artículo que fue publicado en la revista Papeles de Geografía y que ha sido divulgado por la CHE a través del blog con el que este organismo da a conocer cómo es la gestión del agua en la cuenca del Ebro.

Un antecedente: la riada que en ¿1380? creó un nuevo meandro 

En su texto, Galván recuerda que, a su paso por Zaragoza, como en todo su tramo medio, el Ebro siempre ha fluido trazando meandros y “sujeto a una morfología cambiante”. En particular, durante las grandes crecidas el río ha tratado de romper su cauce y extenderse hacia la llanura situada en la margen izquierda, entre los meandros de Juslibol y Ranillas y el barrio del Arrabal.

En este sentido, y a modo de preámbulo, el artículo hace una primera referencia a la gran crecida que, “seguramente” en 1380, provocó que el cauce del Ebro se desviara hacia la margen izquierda y el Arrabal describiendo un nuevo meandro que luego volvía a girar hacia el sur “lanzándose de frente contra la ciudad de Zaragoza amenazando al entonces templo de Santa María la Mayor, hoy basílica de Nuestra Señora del Pilar”.

Esa amenaza para el templo hizo que la ciudad llevara a cabo unas obras para corregir el cauce del Ebro y devolverlo a su curso anterior. No obstante, Galván recuerda que la creación de ese antiguo meandro dio lugar a la aparición de las balsas de Ebro Viejo, que existieron hasta que fueron desecadas en 1867. Por su parte, el meandro todavía se aprecia en los fotoplanos que la CHE realizó en 1927, pero después del proceso urbanizador que sufrió esa zona de Zaragoza ya no queda rastro de él.

La inundación de 1643: la rotura del puente de Piedra

La primera de las cuatro grandes riadas que ha sufrido la capital aragonesa en la Edad Moderna se produjo en febrero de 1643, y sus efectos quedaron plasmado en el cuadro 'Vista de Zaragoza'. Pintado por Juan Bautista Martínez del Mazo, en ese lienzo puede verse que cuatro años después de aquella avenida el puente de Piedra todavía tenía dos de sus arcadas rotas por la fuerza del agua.

VISTA DE ZARAGOZA ( CUADRO DE GOYA ) / MUSEO DEL PRADO ( MADRID ) / 26/02/2015 / FOTO : ENRIQUE CIDONCHA
Detalle del cuadro 'Vista de Zaragoza', de Juan Bautista Martínez del Mazo, en el que puede verse el puente de Piedra todavía derrumbado cuatro años después de la gran riada de 1643.
Enrique Cidoncha

Galván describe este episodio basándose en un relato pormenorizado de la riada encontrado en una carta escrita por Don Pablo de Eusa y Escárate, dirigida al Marqués de Almonacid y Conde de Pavías y conservada en la Biblioteca Valenciana Digital. Esa crónica cuenta que el 18 de febrero de 1643 amaneció en la ciudad “sereno y claro”, pero que “a las seis de la mañana se vio aumentada la corriente de nuestro río Ebro”. Entonces Zaragoza tenía dos puentes: el de Piedra y uno de tablas. Pero “a las diez y media de la mañana se sintió crujir el puente de madera (…) llevándose cinco arcos”.

Los Jurados del Consejo de la Ciudad (el Ayuntamiento) decidieron evacuar a las religiosas de Nuestra Señora de de Altabás, en la margen izquierda. También se llevó en procesión al Santísimo Sacramento hasta el puente de Piedra para calmar las aguas, pero enseguida lo retiraron porque seguían subiendo. “A este tiempo se vio un arco pretil, y antepecho del puente de piedra abierto”, mientras que lo que quedaba del puente de madera desapareció por completo. También tuvieron que abandonar su casa los religiosos del Jesús y los de la Virgen de la Merced (San Lázaro), también en la margen izquierda. Acababan de pasar al otro lado cuando “cayeron dos arcos, quedó con esto el puente de Piedra cortado”.

El jefe de servicio de la Oficina de Planificación Hidrológica de la CHE continúa contando cómo “a las tres de la tarde se fue a socorrer la puerta llamada de Sancho (...) que es la que mayor frente hace al río” (hoy plaza Europa y calle de Santa Lucía)- El agua llegaba el agua hasta la base del convento de Santa Lucía, que estaba en la actual calle del mismo nombre, y alcanzó también el convento carmelita de las Fecetas, cuya iglesia todavía se conserva al comienzo de la calle Santa Lucía. “Este debió ser su nivel más alto, pues al poco comenzó a retroceder el agua”, explica Galván.

Siempre citando la mencionada carta, el autor de la misiva detalla que en la margen izquierda se perdieron tres monasterios y 43 casas y en la margen derecha se vieron afectados siete monasterios y 143 casas. El puente de tablas fue reconstruido y reinagurado por el rey Felipe IV solo un año después, pero el de Piedra no se terminó de arreglar hasta 1659.

La inundación de 1775: la inesperada

Para recopilar los efectos de la riada de 1775, Galván consulta la Representación que la Ciudad de Zaragoza Dirige al Rey Carlos III para lograr recursos económicos para recomponer el puente de tablas y el de Piedra (que de nuevo quedaron deteriorados, aunque no tanto como en 1643) y también una relación de perjuicios en los campos. Ambos documentos se conservan en el Archivo Municipal de Zaragoza.

El artículo publicado en la revista Papeles de Geografía relata que la inundación empezó el 22 de junio, una fecha “atípica” por ser ya en verano y tras una primavera “muy seca” en la que incluso se llegaron a hacer rogativas para que lloviera. En un primer momento no se le dio demasiada importancia, pero el día 23 a las 2.00 el Ebro se desbordó y llegó hasta el Arrabal.

El agua entró en las casas más próximas al río y de nuevo en los conventos de Altabás, San Lázaro y Jesús. Se mandó aviso a los labradores que estaban durmiendo en sus casas de campo y “se providenció el enviar barcos para libertar a muchas gentes, pues a unas las había sitiado el río en sus casas de campo, a otras las había aislado”.

Zona inundable para el periodo de retorno de 500 años en el entorno de Zaragoza sobre mapa topográfico nacional con varias referencias ce los lugares a los que llegó la avenida de 1775.
Zona inundable para el periodo de retorno de 500 años en el entorno de Zaragoza sobre mapa topográfico nacional con varias referencias ce los lugares a los que llegó la avenida de 1775.
Sistema Nacional de Cartografía de Zonas Inundables (elaboración propia de Rogelio Galván)

La inundación llegó “hasta la puerta de Sancho, dilatándose por el camino de la Ribera, y (por la otra margen) hacia el camino de Cogullada, se extendía cerca de una legua”. Una legua son más de cinco kilómetros, por lo que Galván considera que “sin duda” se trata de una exageración. Con todo, la inundación debió de cubrir una gran extensión en la margen izquierda.

Al día siguiente comenzaron a bajar las aguas, pero, al ser una crecida tan tardía, los efectos sobre las cosechas fueron devastadores en los términos de Rabal, Las Fuentes, Urdán, Almozara y Centén. Tanto los diques de la ciudad como los dos puentes necesitaron urgentes reparaciones que obligaron a volver a pedir auxilio a la Corona.

La inundación de 1871: el amanecer congelado

La gran riada de 1871 ya había sido analizada anteriormente por Galván en otro artículo anterior. El 12 de enero de aquel año llegó a Zaragoza la punta de una gran crecida del Ebro fruto de las lluvias y un deshielo repentino.

El artículo de Galván recopila los testimonios recogidos en la prensa de la época: en la margen izquierda, el agua cubrió toda la llanura hasta Juslibol, la inundación llegó en el barrio del Arrabal hasta la estación del Norte y también se anegaron el camino del vado del Gállego y los campos inmediatos por detrás del antiguo convento de Jesús. En la margen derecha, la Almozara también quedó cubierta por las aguas, “llegando a cinco metros del palacio de la Aljafería”. En la descripción para la reclamación de daños por parte de particulares se citan partidas, campos y términos de la Ortilla, Zalfonada, Almozara, las Fuentes, Ranillas, Rabal.

También se desplomó “un trozo de pretil del río delante del palacio arzobispal y se resintió el pilar que sostenía el primer arco del puente de Piedra desde la margen derecha”. En la puerta de Sancho (de nueva construcción, pues la antigua fue derruida en 1868) también se llegó a levantar un parapeto en previsión, aunque finalmente no fue necesario. En el Arrabal se hicieron barreras de contención en las calles Rosario, Ranas (actual Mariano Gracia) y Villacampa, sin embargo se inundarán muchas casas del Arrabal y algunas se llegaron a derrumbar.

Galván explica que se tomaron medidas para hacer frente a la emergencia, en particular por parte del Gobierno Civil y ayuntamiento, recurriendo a la Guardia Civil, el Ejército, barqueros y pontoneros, voluntarios “e incluso penados, marineros confinados en el presidio militar que redimirían parte de sus penas”. “Después del episodio cálido que había provocado el deshielo de las nieves, las temperaturas descendieron abruptamente y los peores momentos de la inundación se vivieron bajo un intenso viento y frío glacial que congelaba las aguas”, relata el artículo.

Hasta 76 personas tuvieron que ser rescatadas en el término municipal de Zaragoza. La Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País, ante la falta de capacidad de las administraciones de la época y con un estado calamitoso de las finanzas públicas, tuvo que lanzar una cuestación popular con la que obtener fondos para socorrer a los damnificados.

La inundación de 1961: un Año Nuevo para el recuerdo

La histórica avenida de 1961, que todavía está presente en la memoria de muchos zaragozanos que la vivieron, se empezó a manifestar en la Nochevieja de 1960 y se hizo “dramática” en los días siguientes, alcanzando su máximo en la mañana del 2 de enero. “Además de ser una de las mayores inundaciones sufridas en la historia reciente de la ciudad se prolongó sin apenas descender la inundación hasta el 7 de enero”, subrata Galván. “Se llegaron a medir 4.130 metros cúbicos por segundo y se hacía comparable en magnitud con la riada de 1871. Este caudal se puede situar en los alrededores del periodo de retorno de 100 años”.

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Imagen de la gran riada de los primeros días de 1961 en Zaragoza.
Marín Chivite

“La ciudad se había desarrollado ya algo más en la margen izquierda, aunque todavía de forma escasa”, recuerda el texto. Como en otras ocasiones, en esa orilla el entorno del Arrabal se inundó y los barrios más afectados fueron Ranillas, la Ortilla y Jesús. En la zona de Ranillas se trataron de levantar diques de contención sin éxito. Los vecinos de las zonas más expuestas debieron evacuar sus casas y la línea del ferrocarril del Norte, hoy desmantelada, actuó de contención para las viviendas cercanas del Arrabal. El agua llegó en la margen izquierda hasta las instalaciones del Consorcio Agrícola Industrial Textil Aragonés (Caitasa).

En la margen derecha,las aguas discurrieron por lo que hoy es el actual barrio de la Almozara hasta la puerta de la Industrial Química de Zaragoza, cercana a la antigua puerta de Sancho, que ya había sido derribada definitivamente.

Los rescates se realizaron primero con los barqueros del Ebro y luego ya con las fuerzas del regimiento de pontoneros, los bomberos y los helicópteros de la base americana de Zaragoza (que se acababa de instalar). “Las familias afectadas en la ciudad de Zaragoza fueron más de 200”, señala Galván. Tuvieron que alojarse en casas y albergues y fueron atendidas por los servicios sociales de la época. La entrega de ayudas se centralizó en las parroquias del Arrabal y más adelante el Ministerio de la Vivienda dio ayudas para la reconstrucción de las casas y otras medidas de apoyo.

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