inmigración

Cuando salir del país natal significa esperanza

La cifra de nicaragüenses y venezolanos residentes en Zaragoza ha aumentado exponencialmente en los últimos años fruto de la situación convulsa que sufren ambos países

Nicaragüenses en el espacio Azul y Blanco
Un grupo de nicaragüenses posan con la bandera del país en el espacio Azul y Blanco
Guillermo Mestre

Unos miles de kilómetros separan Venezuela y Nicaragua en el mapa, aunque en los últimos años estos dos países han estado muy próximos por un elemento común: la agitación social y política imperante en sus respectivas ciudades fruto del ascenso del régimen de Nicolás Maduro en la primera y del de Daniel Ortega en la segunda.

Represión, encarcelamientos, heridos y centenares de muertos se han convertido en los motivos de huida de los 7.385 nicaragüenses y 1.659 venezolanos que recorren hoy las calles de Zaragoza. En el caso de los primeros la cifra se ha incrementado en 1.915 habitantes respecto al año pasado convirtiéndose así en la segunda comunidad inmigrante en la capital aragonesa. El número de ciudadanos venezolanos ha crecido en 636 personas y son la doceava comunidad en Zaragoza.

El managüense Léster Gaitán llegó a "la ciudad del cierzo" hace hoy 15 años y ahora regenta un bar de comida tradicional nicaragüense y es el vicepresidente de Asocnica, una entidad que ayuda a sus paisanos inmigrantes. Recuerda su pasado y reconoce que «los principios no fueron fáciles» y que incluso llegó a trabajar gratis durante un mes para obtener un trabajo. "Los inmigrantes no queremos que se nos regale nada, pero tampoco que se nos quite. La mayoría abandonamos nuestro país para buscar algo mejor. Yo ya lo he encontrado".

La que también parece haberlo encontrado es Patty Cardozo, venezolana de 34 años que llegó hace 5 a Zaragoza y que ahora se ha formado como "coach a nivel migratorio para prestar ayuda a los que se encuentran en mi misma situación", tal como asegura. Reconoce que no volvería porque se ha "adaptado perfectamente a Zaragoza". Aunque no a todo, "el cierzo sigue sin gustarme nada", asegura entre risas.

Asociaciones que sirven de guía

"Vienen aquí, pero su corazón está allí. Se sienten solos y perdidos". Así define Ana Hernández, la situación que sufren una gran parte de los inmigrantes venezolanos a los que ella, junto a otros miembros, ayuda a través de la Asociación ‘Mi querencia’. Un día a la semana se reúnen en la parroquia de Cristo Rey y "hacen de psicólogos" e informan a los recién llegados sobre los trámites para la solicitud de asilo o la asistencia sanitaria.

También para compartir sus inquietudes un grupo de nicaragüenses se reúnen cada miércoles en el espacio Azul y Blanco del centro Joaquín Roncal, donde "se sienten un poco menos solos", cuenta Imara Martínez.

Con ese mismo objetivo, los voluntarios de la Asociación Hermanamiento León (Nicaragua)-Zaragoza acompañan a inmigrantes nicaragüenses en su rutina, proporcionándoles información sobre cursos, trabajo o escolarización. "Normalmente hacíamos un voluntariado con estancia en León, pero viendo la situación del país, se realiza desde aquí acompañando a los que llegan a hacer papeleos o trámites", cuenta, la vicepresidenta de la asociación, María Jesús Luna Serreta.

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