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Enrique Gastón, el sociólogo que amó la danza y Jaulín

El profesor emérito del departamento de Psicología y Sociología de la Universidad de Zaragoza ha fallecido este domingo tras sufrir el pasado jueves una embolia cerebral.

El profesor Enrique Gastón
El profesor Enrique Gastón
Heraldo.es

Enrique Gastón Sanz (Zaragoza, 1939-2019) lo cuidaba casi todo. Por eso donó sus órganos a la ciencia, y era apasionado, trabajador incansable e inquieto, uno de esos seres que se diversificaba y que amaba la vida. La amaba de veras, y eso le permitía hacer ‘cous cous’ en su casa de Jaulín o arroces, hablar de un sinfín de experiencias medioambientales, elogiar la belleza y la hondura de la danza, o repasar otras pasiones: el arte abstracto especialmente.

Enrique Gastón sufrió una embolia cerebral el viernes y ya no pudo recuperarse. Falleció la mañana del domingo 31 en el Hospital Clínico y le habría gustado saber que en Madrid la manifestación contra la despoblación había sido un éxito. Él estudió muchas cosas: Filosofía y Letras, Derecho y más tarde Sociología, y se interesó por la Sociología Rural. Estaba siempre con los de abajo, y era amigo de Mariano Azuela, nieto del autor de ‘Los de abajo’, una novela pionera del ‘boom’, autor de ‘Implicaciones culturales de la ruta aragonesa. Los casos de Goya y Jaulín’, en el que le ayudó el sociólogo aragonés. Enrique residió en Francia, en Nancy, siempre miró las posibilidades del mundo; en 1976, llegó a la Universidad de Zaragoza, de la que se jubilaría en 2011. Fue uno de nuestros sociólogos de referencia con Enrique Grilló y Ángela López, entre otros.

Su perfil es complejo. Estudió la obra de Ramón José Sender y se carteó con él. Le gustaba enseñar sus cartas, de las que ofreció algún avance en varias publicaciones y le gustaba recordar el cariño, la complicidad y la buena disposición del escritor. Estudió la obra de Baltasar Gracián, y firmó artículos y el libro ‘Arte de ser persona. Sobre el Oráculo de Gracián’ (Egido, 2001), que siempre fue un modelo de intelectual y de humor lacónico para él. Junto a esos textos se suman muchos artículos en revistas y varios manuales de sociología: ‘Cuando mean las gallinas. Aproximaciones a la sociología de la infancia’ (Ayuso, 1978) o varios libros que se llaman precisamente así, ‘Sociología’, entre ellos un volumen que publicó en 1997 en Egido Editorial.

Más allá de los estrictos manuales, su gran obra es ‘Sociología del ballet. Fundamentos racionales y sociología de la danza’ (Seminario de Cultura Mexicana, 2008), un libro que venía a decir, entre otras cosas, que la danza no era solo bailar sino que exigía formación, una mirada transversal a la cultura, y que se había desarrollado a lo largo del tiempo como las grandes artes. Su hija Violeta fue una espléndida bailarina profesional, de trayectoria internacional, y ahora es profesora de danza, y él dedicó muchas horas a analizar los problemas del Ballet de Zaragoza y a exaltar las figuras de María y Lola de Ávila. Sostenía que la ciudad había sido injusta con ellas.

Jaulín fue clave en su vida. Significo la consumación de un sueño ecologista. Trabajó por la flora y la fauna, se recuperó la balsa, que ahora lleva su nombre, y se llenó de patos y otras especies. Y en 1984, Jaulín recibió el Premio Nacional de Medio Ambiente. En cierto modo, gracias a su esfuerzo y su entrega más absoluta, la localidad se convirtió en un foco de modélica ecología y fue objeto de estudio.

Él recibía allí y se interesaba por todo. Goya era uno de sus dioses. Siempre miraba hacia la cercana localidad de Fuendetodos, y organizó unos festivales de música y arte, denominados Goya. Él era un gran seguidor del folk, de la canción de autor y de la ‘chanson’. Por aquellos días, hasta principios de los 90, por Jaulín iban periodistas, escritores y numerosos artistas como los aragoneses Pilar Tena y José Luis Girón, y el argentino César López Osorno. Allí creó su Residencia de Artistas y su galería de la Abstracción Geométrica, que tuvo mucha actividad y era un revulsivo lleno de buenas intenciones y de ilusión.

Enrique Gastón escribía un poco de todo. Se acercó al teatro, con un curioso experimento escénico como ‘Las piernas Unzurrunzaga’ (Egido), que se llevó a las tablas, y también trabajó en una novela inspirada en los cancioneros galaico-portugueses. Hermando del poeta Emilio Gastón y del músico Pepe Gastón, siempre sorprendía con su mirada, con su visión del mundo, con sus conexiones con diferentes colectivos y con sus artículos, como demostró en uno de los últimos en HERALDO, ‘Pensiones y personas’, donde proponía una manera de trabajar que no fuese necesariamente cronológica y que contemplase períodos de formación y de reciclaje. Fue siempre, como su hermano Emilio, un hombre de acción que siempre pensó que el mundo se podía transformar con pequeños gestos y con un gramo de audacia.

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