Un siglo sin la Puerta del Duque de la Victoria
Se cumplen cien años del derribo del arco de la plaza de San Miguel que se levantó con muchas prisas en honor al general Espartero. Un mural en un medianil lo recuerda.
Entre las postales de Zaragoza de principios del siglo XX, una de las más recurrentes es la de la Puerta del Duque de la Victoria: un hermoso arco en el entorno de la plaza de San Miguel, que fue derruido en 1919.
Fue un monumento con bastante mala suerte. Cuentan que la puerta original se terminó de construir en ladrillo en junio de 1854 para celebrar la inauguración del ferrocarril de Madrid a Zaragoza, sin embargo, no aguantó mucho tiempo en pie. El Ayuntamiento la levantó a toda velocidad y sin excesivo mimo porque quería que la estrenara en una visita el entonces presidente del Consejo de Ministros, el general Baldomero Espartero, y el arco se hundió poco después de aquel desfile para chanza de los zaragozanos y los foranos. Según se relata en antiguas crónicas, del derrumbe se hizo incluso eco el periódico humorístico madrileño El padre Cobos, que comentó que el arco levantado por los zaragozanos se había abierto dos veces: "Una para dejar paso al general y otra, ¡de arriba abajo!".
Entonces surgió la iniciativa de Juan Bruil, el que fuera ministro de Hacienda zaragozano, que disgustado por las bromas ofreció al Consistorio costear una nueva puerta que recordase a generaciones futuras la figura del Duque de la Victoria, título que dio a Espartero tras el Abrazo de Vergara. La puerta se volvió a poner en pie cimentada con piedra de Muel y el arco se encargó a la casa inglesa Henry Crisel. Se inauguró esta vez sin fastos en 1861 y en las imágenes que se conservan se puede ver el hierro fundido (era rojizo) y los tres ingresos: . Por cierto, la puerta daba acceso a una pequeña calle que unía San Miguel con el Coso, que aún se conserva y cuyo nombre es como habrán adivinado Espartero.
El continuo auge del tráfico provocó que este arco supusiera más un obstáculo que un embellecimiento y, poco a poco, fue antojándose incómodo. En 1906 el Ayuntamiento se comprometió a trasladarlo a otro lugar, cosa que finalmente no sucedió. En 1911 se suprimieron los accesos laterales y el arco central aguantó hasta 1919, cuando fue desmontado y llevado a un taller de cantería entonces de la calle Heroísmo donde desapareció, probablemente, camino a algún horno de fundición.
La puerta no se borró del recuerdo de los vecinos de San Miguel y desde el año 1988 un mural la recuerda en la parte trasera del número 4 de la calle de Reconquista. Es un suerte de trampantojo de 20x15 metros y que lleva la firma del arquitecto José Lanao, quien contó con la ayuda del pintor Alfonso Forcellino. El medianil también sirve para llamar la atención sobre el patrimonio y la docena de entradas que en su día tuvo la ciudad. La historia de todas ellas las relata el libro Antiguas puertas de Zaragoza (IFC, 2013), de Raquel Cuartero y Chusé Bolea, en el que se recuerdan cómo eran las hoy desaparecidas puertas de Cinegia, del Ángel, de Sancho, de Toledo...