Un escalofrío

La escultura el Alma del Ebro de Jaume Plensa y el Palacio de los Congresos
La escultura el Alma del Ebro de Jaume Plensa y el Palacio de los Congresos
Pedro Etura/José Carlos León/ J.M.Marco/Oliver Duch/Guillermo Mestre/Esther Casas/Maite Fernández/Noelia San José

No deja de producir un escalofrío recordar, cuando se cumplen diez años de la Exposición Internacional, que aquel mes de junio de 2008, justo cuando los fuegos de artificio iluminaban el cielo de Zaragoza para inaugurar el gran acontecimiento, estábamos a punto de hundirnos en la peor crisis económica, social y política que haya sufrido la España democrática. El verano anterior ya se había producido en Estados Unidos el pinchazo de las llamadas ‘hipotecas basura’, aunque aquí nadie le prestó demasiada atención. Pero cuando abrió sus puertas el recinto de Ranillas faltaban solo tres meses para que la quiebra de Lehman Brothers desencadenase el apocalipsis financiero.

La Expo 2008 fue como la fiesta antes de la peste. Cuando terminó, siguiendo la ley del péndulo, pasamos de la euforia al desaliento y de la alegría a la indignación permanente. Ojalá que, después de las duras lecciones de la crisis, aprendiésemos los españoles a ponderar mejor nuestra situación, para no ir siempre de un extremo al otro. Y ojalá que pudiéramos recuperar un poco de la ilusión de aquel mes de junio, cuando la noche se encendía para dar la bienvenida a la Expo.