"No somos cierrabares, pero tampoco podemos cruzarnos de brazos"

Carlos Monge cuenta que ha sido "muy salidor" durante 25 años por la zona de Moncasi, donde vive. "Era parte integrante de la juerga, ya que no se podía dormir...", bromea. Ahora ha reflotado la asociación La Huerva para tratar de defender el derecho al descanso del vecindario. "No vamos contra nadie que cumpla las normas, no somos unos cierrabares. Pero no podemos cruzarnos de brazos con lo que está pasando", explica.

En los últimos meses, la asociación ha desplegado una actividad casi frenética para alertar a las autoridades y a la opinión pública del problema que se está cocinando en sus calles. Solamente en el último trimestre de 2017, han estado en contacto con los responsables de Urbanismo en ocho ocasiones de forma presencial, cuatro más por teléfono, han escrito decenas de correos electrónicos y de quejas en la página web del Ayuntamiento... También se han reunido con los responsables de todos los partidos políticos del Consistorio, y próximamente  llevarán su caso a las Cortes de Aragón.

El viernes de esta misma semana hablarán en el pleno municipal, donde se votarán dos iniciativas de PSOE y PP para tratar de fijar unas medidas que pongan límites al resurgir del Rollo o, al menos, palien sus efectos.

Monge dice que el estado del vecindario es de "consternación" y de "máxima preocupación" por que haya "un efecto dominó". "Cuando vemos que suben una persiana para enseñar un bar a algún interesado nos echamos a temblar", cuenta. Advierte de que "hay 22 bares vacíos que se pueden poner a disposición de gente sin escrúpulos".

Se refiere a un tipo de hostelero que, aunque no sea el dominante, hace mucho daño: "El problema tiene nombres y apellidos, los conocemos todos", dice en referencia a los propietarios de los bares más problemáticos. De hecho, Monge no tiene problemas con el pub que tiene justo debajo de casa, que tiene la licencia en regla y el local perfectamente insonorizado, y con cuyo propietario mantiene una buena relación.

"El problema son los bares que abren con tres nombres diferentes para burlar los precintos y las clausuras que les imponen, los que venden alcohol barato y dejan sacarlo a la calle, los que tienen licencia de hamburguesería y no han vendido nunca una...", pone como ejemplos.

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