Pedro Orós: "Mi corazón se queda con todos los niños a los que he atendido"

Pedro Orós (Zaragoza, 1952) se jubila el próximo 19 de mayo, tras trabajar durante 34 años como pediatra en el barrio zaragozano de Casetas.

Orós, junto al dibujo que le han dedicado en el centro.
Orós, junto al dibujo que le han dedicado en el centro.
Oliver Duch

Sus primeros pacientes ya son padres y ahora atiende a sus hijos.

Así es. He pasado consulta a dos generaciones completas.

34 años como pediatra en Casetas dan para muchos recuerdos.

Sí. El hecho de que haya estado 34 años aquí algo querrá decir.

¿Cómo fueron los inicios?

El trabajo al principio fue muy duro. Cuando llegué hacía guardias de medicina general.

Entonces era el único pediatra.

Sí. Había unos cupos muy grandes. He llegado a tener casi 2.200 niños, que es cuando decidieron reforzar la Pediatría hace cuatro o cinco años. Ahora, entre mi compañera y yo atendemos a 2.600.

¿Con qué se queda de sus años como pediatra?

Lo mejor ha sido el cariño que me han demostrado los vecinos. Soy un enamorado de la Pediatría y me encantan los niños. Me considero un animal social: me gusta estar con la gente. En general, no podría decir más que cosas buenas. Me ha gustado mucho estar aquí.

El cariño además fue mutuo.

Me nombraron pregonero de las fiestas de Casetas en 2008 y en 2015, de la zona de Malpica.

Y también fue el padrino de los Quintos del barrio.

Efectivamente. Fue en 2009, cuando cumplían 18 años los chavales nacidos en 1991, que es cuando se puso en marcha el centro de salud, del que soy coordinador desde entonces.

¿Qué supuso para usted este reconocimiento?

Teníamos muy buena relación. Son jóvenes a los que había visto en la consulta desde que nacieron.

¿Va a dejar un vacío muy grande?

Eso me está diciendo la gente. Pero yo creo que el vacío que voy a tener yo va a ser mayor. Lo voy a sentir mucho. Mi corazón se queda en esta consulta y en todos los niños. Cada vez que lo pienso se me ponen los pelos de punta.

¿Cuántos niños habrán pasado por su consulta?

A los que atendí en el centro se suman los que venían a la clínica privada que tuve durante ocho años. Entonces no había pediatra más que en Casetas, y venían los niños de Utebo y Alagón. No me atrevo a decir una cifra, pero muchísimos. Dejé de contar cuando llevaba más de 500.000 consultas generales, y hace mucho de eso.

El día de su cumpleaños será también el día de su adiós.

Y además cae en viernes. Ese día habrá un ágape con mis compañeros, con los que me quiero ir a cenar como despedida.

¿Qué recomendaría a los padres que acuden a su consulta?

Que utilicen el sentido común en el cuidado de sus hijos y que sigan siendo lo más importante para ellos.

¿El exceso de información en internet supone un problema?

Para mí, no. No me sabe mal que consulten. Luego lo hablamos, y ya está. Yo creo que me respetan, y yo también lo hago. Es importante escuchar.

¿Con qué anécdota se queda de estos años de trabajo?

Tengo una muy buena, que me contó hace 10 años una madre. Me dijo que en la clase de su hijo, la maestra les habló a los alumnos por el nombre de oficios, y cuando les preguntó quién cuidaba de los niños, todos respondieron Pedro. Esa es la relación que he tenido con los pequeños. Son como mis nietos.

¿Qué va a hacer con los dibujos de sus pequeños pacientes?

Tenía las paredes de la consulta llenas. Ya he empezado a retirar algunos. Los guardaré en una caja de madera donde tengo ya muchos otros. Estos son la segunda edición. Además, en el mismo lugar también conservo algunas fotos que están en el corcho y unos cuadros de mi padre.

Su padre era médico y su hija ha seguido sus pasos.

Sí, es pediatra. En mayo de 2016 el Colegio de Médicos reconoció a mi padre por sus 40 años de trabajo como médico rural. El pasado 11 de enero falleció, el mismo día, con apenas unas horas de diferencia, que mi madre, tras 70 años de matrimonio.

¿A qué va a dedicar su tiempo?

A cuidar a mi nieta, que es lo que más ilusión me hace. Estudiaré inglés y posiblemente aprenda a tocar el piano. Es una asignatura que tengo pendiente, aunque reconozco que me da algo de pereza.

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