Un vecino del municipio zaragozano atesora una colección privada de nacimientos del mundo que puede ser visitada durante todo el año.

El granero de Pastriz que esconde mil belenes del mundo
El granero de Pastriz que esconde mil belenes del mundo

Colectivos, familias, turistas, vecinos de Zaragoza y de distintos pueblos aragoneses, viajeros holandeses, de Guinea, Camerún… Entre 300 y 400 personas visitan cada año la casa de Florencio Ferrández y, en concreto, el espacio de unos 100 metros cuadrados que antes ocupaba un antiguo granero en su hogar de la localidad de Pastriz. Si bien, durante estas fechas navideñas, las puertas de este lugar no paran de abrirse y cerrarse.


Este aragonés tiene 63 años y hace ya una década que comenzó a dar forma a una colección privada y permanente muy particular que ha ido agrandando sus dimensiones con el paso del tiempo. En total, son 1.033 belenes, la mayoría artesanos, procedentes de diferentes partes del mundo los que se esconden entre las paredes de su estancia: del Reino de Lesoto en Sudáfrica, de Liberia, de Malaui, de Japón, Alemania, Croacia, España, Islandia, Rumanía… y así hasta 96 países diferentes. En torno a 80 de ellos tienen sello zaragozano.


“A mí no me hace falta buscar belenes, me van llegando solos”, bromea Florencio, entusiasta de los viajes, del canto y, por supuesto, de este tipo de nacimientos. Precisamente, de su última visita a Grecia se trajo varias adquisiciones, y de su periplo a Noruega regresó con quince nuevas composiciones. Él probablemente sea uno de los pocos aficionados que reúna tal arsenal de portales en un mismo espacio: “Alguna persona me ha comentado tener colecciones pequeñas, nunca superiores a los 300 belenes, pero desconozco si alguien más puede poseer esta cantidad”, cuenta.


Para hacerse con ellos se vale de sus viajes personales, pero también realiza encargos a artesanos y contacta y colabora con oenegés de diferentes lugares del mapa tratando de aportar su grano de arena a diferentes causas. “Con muchos de ellos procuro ayudar a pueblos indígenas y marginados para que puedan tener una vida más digna”, apunta Ferrández, que incide en la relevancia de estos elementos como reflejo de las tradiciones, la sociedad y la forma de vida de los distintos países.


Cada uno de los belenes que descansa en las vitrinas de este antiguo granero y de las maquetas y recreaciones desplegadas en su interior es diferente. Los más reducidos se componen de dos figuras y otros alcanzan las 50. Los hay elaborados con hierro, cobre, barro, maderas, metal, telas, resina, cobalto, cerrillas o palillos, y sus elementos van desde figuras de Pinypon hasta estructuras de 60 centímetros. Uno de los portales más pequeños, que requiere de una lupa para contemplarlo, es una alpargata de cuatro centímetros que en su interior contiene varias semillas de lino pintadas a mano.


“La gente se queda asombrada. Detrás de los belenes hay vidas e historias  tremendas de superación, supervivencia, trabajo y esfuerzo”, explica este coleccionista. Como ejemplo pone los “preciosos nacimientos creados por unas niñas colombianas a las que se les enseñó a hacer manualidades para ganarse la vida”, u otro belén llegado desde San Vicente y las Granadinas y tejido con sobrantes de telas utilizados para confeccionar vestidos de una de las películas de la saga ‘Piratas del Caribe’.


Hay dos que especialmente gustan e impactan a los visitantes de esta exposición: uno elaborado con casquillos de bala y otro, con metacrilato en la República Checa. “La historia de un joven de Liberia me sobrecogió especialmente”, reconoce Florencio sobre el primero.


“Él se dedicaba a recoger los casquillos de balas que los francotiradores habían utilizado, se jugaba la vida por la noche para ir a por ellos. Y en su casa, con un martillo, los utilizaba para hacer figuritas. Por mediación de una ONG me pude poner en contacto con Calvin, que así se llama el joven, y pude hablar con él. Me pidió por favor que a todo el que viera este belén le transmitiera su importancia y simbolismo”, relata.Pasión por el belenismo

El inicio de la pasión por los belenes de Florencio Ferrández se remonta a 1977, cuando formaba parte de un grupo de jóvenes dedicados a la puesta a punto del Rosario de Cristal. “Encontramos una figuras y optamos por montar un belén monumental. Este universo estaba entonces muy dormido en la ciudad, así que comenzamos a preparar concursos de nacimientos en diferentes lugares y empezamos a tener contacto con los mejores artesanos de España”, recuerda. Su afición culminaba con exposiciones pioneras en las que reunían colecciones particulares llegadas de lugares como Inglaterra, Rusia o Alemania.


Ya de forma individual, este vecino de Pastriz decidió también comenzar a dar forma a su propia colección. Con menos medios que ahora, llegó a acumular cerca de cien nacimientos del mundo que después perdió. Pero nunca abandonó su ilusión por los belenes y hace diez años retomó su labor en el lugar que ahora hace las funciones de sala de exposiciones. Su muestra privada puede visitarse con cita previa, en cualquier momento del año y de forma gratuita.

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