El hartazgo colectivo llevó a cortar el tráfico en Gran Vía

Los viajeros que sufrieron en primera persona el parón se quejaron de poca información y de esperas de más de una hora y media pese a un servicio de buses alternativo.

Hacía calor ayer por la tarde en pleno centro de Zaragoza, pero no hizo falta el mercurio para caldear el ambiente en las improvisadas paradas de bus habilitadas en el eje de Independencia y Gran Vía, donde se acumularon cientos de afectados por la avería del tranvía. Varios técnicos de Los Tranvías de Zaragoza se apresuraron a informar sobre la existencia de un servicio de autobuses alternativo, pero muchos pasaban de largo llenos y la gente tuvo que esperar hasta una hora y media.


A eso de las cinco y media la paciencia se terminó para algunos. La puerta de Económicas fue, incluso, escenario de un pequeño ‘motín’ de ciudadanos que cortaron unos diez minutos el tráfico al llegar, abarrotado, uno de los buses de refuerzo.


Tan pronto como vieron que aparecía el vehículo, sin dudarlo, una decena de afectados por la larga espera bajaron a la calzada y el conductor rehusó continuar su marcha. A los pocos minutos llegaron dos agentes de la Policía Local, momento en el que se elevó si cabe la tensión. Francisco Porquet, que había alcanzado el Centro tras subirse a uno de esos buses de refuerzo en La Romareda, comenzó a hacer fotos del incidente y, a continuación, un agente le identificó y le acusó de alterar el orden público.


Juan Cuesta, uno de los ciudadanos que participó en el improvisado corte, lamentaba no tener forma de llegar al Miguel Servet para hacerse "una radiografía". "La gente está muy cabreada", resumió, después de que regresara la calma, ya con la promesa de que pronto subirían al primer tranvía con el servicio restablecido. Pasadas las seis de la tarde, se solucionó el problema.


Antes de todo ello, sin embargo, las largas esperas y las quejas de una "deficiente" información fueron una constante entre los afectados, tanto en Gran Vía como, también, en la plaza de Aragón. Allí, Verónica Simón, de 35 años, ya señalaba que los autobuses de reemplazo venían llenos desde su punto de origen, en plaza de España: "Una chica acaba de irse porque llevaba desde las tres menos cuarto sin una solución. Hemos visto pasar dos buses llenos y tampoco hay manera de parar un taxi. Yo salgo ahora de trabajar, pero he tenido que apañarme para que alguien vaya a recoger a mis hijas al colegio", afirmó.

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