Sami Naïr: "La democracia es una batalla permanente"

Filósofo y sociólogo francés, Naïr (Argelia, 1946) dio ayer en Zaragoza una charla titulada ‘Refugiados, la crisis de valores en Europa’, organizada por el Gobierno de Aragón.

Sami Naïr, ayer en la sede del Gobierno de Aragón.
Sami Naïr, ayer en la sede del Gobierno de Aragón.
José Miguel Marco

Hay algo que ya admiten abiertamente hasta ministros europeos: la UE puede desintegrarse.

No es algo del futuro, sino del presente:se ha desintegrado ya. No hay acuerdos sobre cómo gestionar a los refugiados, no hay una política migratoria común, no hay un acuerdo sobre las políticas económicas, la crisis del euro ha acabado con el proyecto monetario, no existe política exterior... No hay una postura común frente a los grandes retos actuales.


Pero la integración llegó a funcionar razonablemente bien. ¿Cuándo se produce esa fractura?

Con el Tratado de Maastricht. No se puede construir una moneda única con un nivel de divergencia tan importante entre los países.


El coste laboral por hora en Bulgaria es de 3,8 euros; en Dinamarca, de 40,3.

Pero yo lo dije ya cuando se firmó Maastricht, en 1992. Y no hemos dejado de escribirlo. Cada vez que se consulta al pueblo, el pueblo dice ‘no’; los franceses en 2005, los irlandeses, los holandeses... Hay que entender que el proceso europeo que hemos puesto en marcha es un proyecto concebido por las élites financieras y políticas, pero totalmente desconectado de la realidad económica de la UE.


Y ¿qué se puede hacer?

Necesitamos una política cooperativa, poner muchos más fondos para aumentar el nivel de vida de los países más pobres. Ahora mismo, el presupuesto europeo es del 1% del PIB comunitario;así no se puede funcionar.


Se habla mucho de la crisis de líderes actual. Según su tesis, los problemas son anteriores.

La respuesta a esta pregunta es sencilla: los europeos tenemos los líderes que nos merecemos. Hemos pasado de una época épica a otra dramática.


Al hilo del auge de los movimientos xenófobos, uno de los peligros de la democracia es que resulta muy tentador dar por sentado que está para quedarse, que nada se la llevará por delante.

Quien crea que la democracia es un sistema eterno se equivoca; la democracia es una batalla permanente. Los movimientos xenófobos siempre han tenido un eco importante en Europa; hay entre un 10% y un 20% de la población de esta tendencia. La democracia no es un acervo eterno de la humanidad;en cada sociedad hay movimientos que la ponen en peligro. Ylas crisis económicas hacen que la gente no pida explicaciones racionales; se aprovecha de chivos expiatorios a los que culpar.


Usted sostiene que hay problemas sociales que se enmascaran como identitarios porque así son más fáciles de asimilar.

Es una cuestión importante. En el contexto del Estado nación clásico, las reivindicaciones sociales se afrontan desde una perspectiva social. Con el proceso de globalización, la situación es diferente: el mismo Estado es dominado por un sistema económico mundial; este desplazamiento hace que las reivindicaciones sociales se conviertan en identitarias. Y a menudo eso las convierte en cuestiones innegociables.


¿Un ejemplo?

En Francia, en los años sesenta y setenta, una época de pleno empleo, había chabolas por todas partes, con millones –millones– de inmigrantes viviendo en ellas; nunca, nunca hubo problemas identitarios, los franceses no consideraban que constituyeran un problema para ellos. Con la crisis de los ochenta, el movimiento de Le Pen empezó a proclamar: "¡Están dando trabajo a extranjeros!".


Decenas de miles de refugiados se hacinan en Grecia en condiciones higiénicas deplorables. La UE mira para otro lado.

La UE no ha tenido una política migratoria, pese a Schengen y los acuerdos de Dublín. La crisis de los refugiados lo ha puesto en evidencia. Europa ha estallado. Se ha descargado todo sobre Grecia, el país más débil. Y se ha pactado con Turquía un acuerdo vergonzoso, que pisotea de forma violenta los valores democráticos de la UE y los tratados internacionales.


Los terroristas de París y Bruselas son franceses y belgas. ¿Cómo se explica eso?

Los integristas islámicos se aprovecharon de la condena internacional a la guerra de Iraq para justificar unos agravios: ‘Es una guerra de Occidente contra los musulmanes’. Y cuando se trata de jóvenes más o menos marginados, con bajo nivel de formación...


Entonces será también un problema educativo.

Claro. Ahora es el Estado Islámico, pero hace cuatro años franceses de las ‘banlieues’ se identificaban con los palestinos laicos; hay un proceso de identificación que hace que los marginados del mundo entero asuman este tipo de causas. Lo del Estado Islámico se puede solucionar rápidamente.


¿Una intervención militar?

Gracias a la intervención de los rusos, el Ejército sirio acaba de reconquistar Palmira. Y nosotros bombardeamos desde dos o tres kilómetros de altura. La única solución es una intervención terrestre de la comunidad internacional.

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