Los (cansados) rostros de la huelga del bus

Jubilados, familias con niños pequeños y trabajadores son los tres colectivos más afectados por los paros de los autobuses, que hoy cumplen 74 días.

Una parada de autobús cualquiera de Zaragoza: 8.45 de la mañana. Poco a poco, decenas de personas llegan. En sus rostros anónimos se reflejan de forma casi unánime las mismas emociones y sensaciones: hastío, cansancio, incluso enfado. Un bus llega: no deja subir a nadie y apenas bajan algunos viajeros. Entre los que esperan, hay quien se acerca con mirada suplicante a la ventanilla del conductor. Su esperanza no obtiene respuesta y las puertas permanecen cerradas. Comienza la huelga de autobuses y, con ella, los problemas de movilidad que cada día perjudican a 183.000 zaragozanos.


Cuando se cumplen hoy 74 jornadas de paros, casi dos meses y medio, el conflicto entre empresa y trabajadores del autobús se ha enquistado hasta convertir las negociaciones en un diálogo estéril. Por su parte el Ayuntamiento se limita a mantener una posición pasiva y pedir a ambas partes "responsabilidad, generosidad y flexibilidad". Mientras las negociaciones (no) avanzan, tres colectivos de usuarios son los grandes perjudicados por la huelga. En primer lugar, padres con niños pequeños que usan el transporte público. En su caso, subir con un carrito es toda una odisea, especialmente cuando el bus va lleno. "¿Qué hacemos, no tener hijos?", se pregunta una usuaria, harta de los paros.


Y si los problemas de movilidad con un niño son grandes, con tres se multiplican. Por eso la asociación de familias numerosas de Aragón y 3más remitió esta semana una carta al alcalde Pedro Santisteve en la le que pedía "que pase a la acción" y medie entre empresa y trabajadores o que al menos compense a los usuarios "que han adquirido su bono y lo están tirando a la basura".


Otro colectivo afectado es el de los empleados que dependen del autobús para llegar a su puesto. "Mi hija gana 900 euros al mes y se tiene que gastar 280 euros en taxis para llegar a su trabajo a la hora porque si no, la echan", apunta un jubilado. Y ellos, los que ya no trabajan, son el tercer grupo más afectado. Acudir al médico o al mercado ha pasado en muchas ocasiones al recuerdo. Porque aunque alguna anciana que espera el autobús se resigne –"nosotras tenemos todo el tiempo del mundo", dice– la mayoría critica la "vergüenza" que supone una huelga que parece eterna.



Ana María Gallo, madre de tres hijos: “No es que el Ayuntamiento esté haciendo una buena o mala gestión. Es que no hace nada”

Ana María Gallo sale a las 19.30 del centro deportivo Alberto Maestro con su hija Jimena, de 5 años, que tiene clase de natación. Es jueves, y a las bajas temperaturas se suma el cierzo. Conforme ambas se acercan a la cercana parada de la línea Ci1, se preguntan cuánto tendrán que esperar esta vez hasta que pase el bus que les lleve a casa, en la avenida de Tenor Fleta.


"Hubo un día en que después de 35 minutos esperando con el frío en la parada, cogí a la niña en brazos y fui caminando en busca de un taxi", relata Ana María, una usuaria más que harta de la huelga. "La pequeña no puede estar en la calle. Tiene asma y puede coger una bronquitis de esperar con este frío", confiesa, preocupada porque los paros "se estén prolongando tanto".


Ana María, que además de Jimena tiene otra niña de dos años y un bebé de cuatro meses, explica los problemas a los que se enfrentan los padres. "Los que trabajan y no pueden dejar a los niños en el colegio a las 9.00 han tenido que contratar un servicio de guardería desde las 8.00. Implica un madrugón para el niño y una inversión de dinero, pero esto no lo ve nadie", detalla enfadada.


Además, se muestra muy crítica con el Ayuntamiento. "No es que estén haciendo una buena o mala gestión. Es que no hacen nada", dice antes de remarcar que "los ciudadanos no tienen la culpa". Por eso, ha optado por buscarse "soluciones propias", y después de 15 años sin conducir, acude a una autoescuela para volver a usar el coche. "Creía que nunca volvería a conducir pero esto se está eternizando".



Felisa de Diego, trabajadora de un supermercado: "El enfado es el sentir general de los usuarios. Hay gente que les dice de todo a los conductores"

"Ya sea a la entrada o a la salida del trabajo, a todas las compañeras nos afecta de alguna manera", explica Felisa De Diego, trabajadora de un supermercado situado en el camino de Puente Virrey, en el barrio de San José, al preguntarle sobre los paros de los autobuses. En su caso, los problemas comienzan al intentar a volver a su casa en el barrio del Actur: sale de su puesto a las 10.30, en pleno horario de huelga.


"Como me pilla a la vuelta, me lo tomo con más relax. Pero hay veces que llega tan lleno que no se puede ni subir", apunta. Mientras Felisa espera el 23, otra señora que aguarda en la misma parada se cansa y coge un taxi. Y es que al mal servicio se une una queja repetida en todas las paradas zaragozanas. "Los paneles que informan de cuánto falta para el siguiente bus funcionan mal durante la huelga", comenta.


Además, los episodios de rebelión de los usuarios se suceden. Felisa relata cómo, en uno de sus traslados, una señora se negó a pagar porque de tanto esperar en la parada no pudo hacer transbordo. "Dijo que no picaba, y al final la dejaron pasar" recuerda. Felisa cree que anécdotas como esta reflejan que el enfado y el malestar son "el sentir general de todos los usuarios". "Hay gente que despotrica y les dice de todo a los conductores", apunta.


Aun así, ella se muestra cautelosa. "Pienso que si llevan tanto tiempo de huelga tendrán sus razones, pero esto ya dura demasiado". Por eso, cree que el Ayuntamiento "tendría que poner de su parte y hacer algo" para encontrar soluciones.



Miguel Ángel García, jubilado invidente: "Si quieres hacer cualquier cosa fuera del barrio, tienes que salir de casa con horas de antelación"

Miguel Ángel García es un invidente jubilado que vive en la calle Compromiso de Caspe, en Las Fuentes. "Si tienes que hacer cualquier cosa fuera del barrio, te afecta mucho. Tienes que salir de casa con horas de antelación: si vas a las citas médicas, como mínimo una hora antes", detalla sobre la huelga.


De hecho,Miguel Ángel confiesa que su movilidad "se ha visto muy reducida" desde el comienzo de los paros, salvo para asistencias medicas o urgencias. También le afecta, por ejemplo, para ir a la sede de la ONCE. "Tienes que ir andando desde Las Fuentes hasta el paseo de Echegaray y ya coger el bus. No merece la pena andar tanto", apunta. Y, de estar en la calle ni hablar. "Con la temperatura que hace no puedes esperar 20 o 30 minutos como pasa muchos días, que los autobuses pasan y no paran, se van a cocheras o llevan otro horario", dice resignado.


De hecho, para este jubilado los únicos beneficiados con esta huelga son "los taxis, porque todas las personas con falta de movilidad tienen que recurrir a ellos". Respecto a la gestión del Ayuntamiento, considera que "falta coordinación" entre los políticos. "Antes eran más tajantes con las huelgas. Ahora hay mucha benevolencia, no sé qué negociación hacen", critica.


Su nieta Nerea Sánchez, que le acompaña en muchos de sus recados, se muestra harta. "Yo no hablo, que si no ya no me dejan subir a los autobuses", concluye.

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