"No recuerdo la pelea, Gus era mi amigo y me quedé en 'shock' al conocer su muerte"

Miguel Lázaro Salinas, durante la primera sesión del juicio que se celebra en la Audiencia.
"No recuerdo la pelea, Gus era mi amigo y me quedé en 'shock' al conocer su muerte"
Oliver Duch

Miguel Lázaro Salinas, de 35 años, no puede negar que golpeara a su amigo Gustavo Ortega, de 38. Su cuadrilla habitual de conocidos del barrio del Arrabal con los que diariamente bebía en el parque del Tío Jorge así lo han atestiguado siempre y ayer lo volvieron a ratificar ante un tribunal popular. Incluso el propio acusado recuerda que esa tarde "Gus" -como le llamaba- y él sí que empezaron a "hacer el burro" como "otras muchas veces" que se gastaban "bromas". Pero de lo que no se acuerda es de que se peleara con él ni le diera patadas ni puñetazos en la cabeza, como aseguran los testigos. Por eso, reconoce que le pudo causar unas lesiones, pero no que tuviera intención alguna de matarlo.


"Éramos amigos desde los 12 años y empezamos a consumir drogas a los 13. Primero canutos y ‘speed’ y luego heroína y cocaína. Cuando conseguíamos dinero íbamos a pillar", relató. Así fue toda su vida e incluso compartieron alguna temporada en prisión y hasta la celda. Miguel Lázaro Salina recordó que ha pasado tres veces por la cárcel porque cometía robos con violencia para costearse su adicción a las drogas. Tanto él como Gustavo Ortega habían pasado por tratamientos de deshabituación y estaban bastante deteriorados física y psíquicamente, según se expuso ayer en el juicio.


La tarde del 30 de junio de 2012, como tantas otras, se juntaron en el parque del Tío Jorge con un grupo de conocidos para beber. Miguel Lázaro, al que conocen como Rudolf por su pasado neonazi, iba bastante "empastillado" y se cayó al suelo varias veces, según afirmaron. 

El acusado declaró ayer que se había tomado "dos cajas" de transilium y metadona. Gustavo Ortega, sin embargo, no había bebido demasiado. "Esos días estaba bastante fastidiado", explicaron. Una tonta disputa por una cazadora provocó que Rudolf le pegara un puñetazo y le hiciera una herida en una ceja. "Lo sujetamos para que no le pegara más y le dijimos a Gus que se fuera para que no hubiera malos rollos. Cuando había recorrido unos 50 metros, soltamos a Rudolf y se fue tras él. Le gritamos para avisarle de que le perseguía y cuando llegó a su altura, le dio dos puñetazos y lo tiró al suelo", relató un miembro del grupo.


Un ruido seco y fuerte


En este punto, las versiones ofrecidas por los testigos son algo más confusas pero coinciden en que cuando Gustavo Ortega ya se estaba incorporando, Rudolf le pegó una patada en la cara que le hizo caer hacia de nuevo hacia atrás y golpearse contra el suelo. Todos destacaron que les impresionó el ruido seco, como un estallido, que escucharon al impactar la cabeza en el pavimento. Pero también se quedaron "flipando", como dijeron, cuando Ortega recuperó la consciencia y Miguel Lázaro le ayudó a levantarse y lo llevó hasta la fuente para lavarle la sangre.


"Yo había pedido que llamaran a una ambulancia, pero cuando vi que tras los golpes volvían a ser tan amigos, me marché", dijo uno de los testigos.


Los sanitarios que le atendieron hablaron con él y rechazó ser trasladado a un hospital. Gustavo Ortega se quedó deambulando por el parque y pasó la noche al raso. Al día siguiente, dos policías locales lo vieron tumbado en las escaleras de acceso al centro cívico. Le preguntaron si estaba bien y les dijo que sí. Horas más tarde, un vecino lo vio inconsciente en el mismo sitio y avisó al 061. La ambulancia lo trasladó al hospital Miguel Servet, donde entró en coma y finalmente falleció un día más tarde. Los forenses determinaron que murió por una fractura craneal.


El fiscal y la acusación particular, ejercida por Mercedes Octavio, piden para el acusado 14 años de prisión porque consideran que su muerte no fue accidental. El abogado defensor, Javier Bellot, califica los hechos de lesiones y solicita tres años de cárcel.