«Dígale a su hijo, al menos una vez, que daría la vida por él»

Javier Urra, el ex Defensor del Menor presentó en Zaragoza ‘Psicohigiene’, su último libro, y habló sobre Carcaño o el menor que mató a su madre en La Romareda

Habla usted de psicohigiene. ¿A qué se refiere?

Hace mucho tiempo los ginecólogos descubrieron que, solo lavándose las manos, morían muchas menos parturientas. La psicohigiene es eso, prevenir lo que nos daña continuamente, tener actitud con ‘c’, intentar cuidar a los demás y a nosotros mismos.


¿Y cree que es posible en nuestra sociedad?

Estamos avanzando, pero nuestra esperanza de vida cada vez es mayor y eso nos genera otros problemas, como la depresión o el al-

zhéimer. Tenemos una sociedad más de estrés, menos de paciencia, que aguanta mal la frustración; acostumbrada a pedir, a exigir, a que todo se resuelva, a buscar siempre un culpable... Todo eso genera un alto grado de ansiedad. Pero el ser humano puede cambiar.


¿Cómo?

Debemos aprender desde el principio que lo importante no es el yo, es el tú. La gente se da mucha importancia, pero hay que educar a los niños para que sepan lo que siente el otro. Igual que tenemos que empezar a educarlos en la incertidumbre, en la duda, en los dilemas. Estamos haciendo hijos duros pero frágiles, que se rompen como el cristal. Son tan vulnerables porque no se les educa.


¿Algún truco para lograrlo?

Dígale a su hijo al menos una vez en la vida que daría la vida por él, y no le esconda que va a intentar hacer las cosas bien, pero que seguro que se equivocará en algún momento. Póngale en contacto con la naturaleza. Que sepa lo que es el esfuerzo. Que haga deporte. Que aprenda a estar en soledad. Que vea que hay que hacer no solo lo que se quiere, si no lo que se debe. Que sepa lo que es la trascendencia: que mire las estrellas y se pregunte si hay algo más o no.


A veces, es humano preguntarse qué falla con algunos niños. ¿Qué piensa del caso del menor de origen indio que mató a su madre de 15 puñaladas en La Romareda?

Lo más antinatura es que un hijo se vuelva contra los padres, especialmente contra la madre. Dirijo un equipo de 100 personas y tengo una residencia de 95 jóvenes que agreden a sus padres emocional, física o económicamente. Algunos vienen de Aragón. Dos de cada tres son varones. Un tercio tienen psicopatologías. Tenemos, por cierto, un índice alto de niños adoptados. En todos los casos hay mucha desconfianza. En el caso de los hijos adoptados, ¿se les quiere menos? Naturalmente que no, son hijos del corazón. Pero los niños que han estado 7 o 8 años en hospitales, y les falta el piel con piel, rechazan mucho y no saben si van a ser rechazados de nuevo, y por tanto van a probarte constantemente. Si además vienen con algún síndrome, como el de fetoalcohol, todo se hace más difícil todavía. Un niño con 14 años te dirá: «Vaya familia que me ha tocado, es la peor». Y si es adoptado, te dirá: «Y, además, no eres mi madre».


Qué duro, ¿no?

Sí, es muy duro. Si eres el padre pensarás: ser padre es el hoy y el mañana. Y claro que soy tu padre. Pero no es tan fácil. Hay muchos hijos adoptados que han conseguido una muy buena relación, pero vaya daño que nos está haciendo también el caso de Galicia (Asunta)...


O el del hijo de algún famoso.

Claro, y hay mil situaciones. Somos subjetivos, y si no nos sentimos suficientemente queridos, pasan estas cosas. El amor es esencial y permite ser sancionado y admitirlo. Pero si no te sientes querido, o te sientes rechazado, o fruto de una moda, y no admites límites, y te juntas con malas compañías, y consumes sustancias... Dentro de ese pensamiento tóxico empiezas a rumiar algo negativo y acabas cometiendo un hecho. Hay quien, además, dirá: «Es que se tomó media botella de pacharán». Pero claro, se la tomó para hacer lo que pensaba hacer. Así que esto no es un atenuante, sino un agravante. A veces puede ser un trastorno mental transitorio, pero ¡qué pocos vemos! Los enfermos mentales casi no cometen delitos en criminología. Hay mucho de educación, pero aparte, ¿todo lo que se quiere hacer se debe hacer?


Además, detrás de cada caso hay una familia y una intrahistoria.

La hay seguro, y se pasa muy fácilmente del amor al odio. Lo que sí que le ocurre a un chico de esta edad es que el paso al acto es muy impulsivo. ¿Por qué un chico llega a eso? Porque tiene un odio, y hay que estudiar por qué. Hay en España muchas madres que me dicen: «Mi hijo me va a matar». Y también hay otras que me confiesan que, cuando se enfadan, le dicen a su hijo cosas como: «hijo de puta» o «yo a este niño lo empotraría». Eso se puede perdonar, pero olvidar... Mire, no diga esa frase. Es más, no la piense. En cuanto empiece a pensarla, bórrela. Puede usted muscular su autocontrol, porque si no, no somos seres libres. De eso va también este libro.


Otro caso para no dormir es el de Miguel Carcaño, al que se le hizo el ‘test de la verdad’ en el Servet. La madre de Marta del Castillo lo ha calificado como «la esencia del mal». Pero, ¿hay alguien malo de nacimiento?

Yo tengo 56 años y he encontrado a dos o tres personas realmente malas. Además, he visto algunos casos muy psicopáticos, de gente a la que las personas no le importan nada de nada. ¿Puede un joven ser un sádico? Sin duda, y ni todos los niños son buenos ni todas las infancias son bonitas. Y hay niños que tampoco entienden muy bien la irreversibilidad. En el caso de Carcaño, yo tengo la impresión de que alguien ejerce una enorme influencia sobre él desde fuera de la cárcel. Este crimen ha destrozado a una familia, pero este caso es también una llamada de atención a las nuevas tecnologías. Los chicos actuales son muy celosos y también hay gente muy narcisista, que si ve que se ha difundido algo que no le encaja, no lo va a aceptar ni a permitir.


¿Pero es posible que un chaval siga tomándole el pelo a todo el mundo con prueba científica incluida?

El ‘P300’ no es nuevo, detecta cambios en la sudoración, el ritmo cardiaco... Es un evocador y da unos marcadores de que la persona reconoce algo, pero Carcaño está mintiendo porque quiere. La prueba puede decir que reconoce la escombrera y que ha estado allí, pero eso no significa que diga la verdad. No es cierto que exista un test de la verdad como tal. Y, además, judicialmente no tiene valor. La madre de Marta tiene toda la razón en lo que dice. La gente necesita dar tierra a sus seres queridos.


Es un caso muy doloroso.

Este caso ha dañado a Marta, a su familia, a la sociedad, a los que elaboramos la ley de responsabilidad penal del menor, a la Justicia... Me acuerdo de El Rafita. Él decía: «Yo nací malo». Pero es que la familia de El Rafita no es delincuente, es criminal. ¿Es culpable entonces El Rafita? Muy culpable. ¿Merecía una dura sanción? Si, y muy dura. Pero entonces llega la pregunta que a la gente no le gusta: ¿Y si nosotros hubiéramos nacido en esa familia?


Le preocupa, también, cómo encara las cosas la sociedad.

Tenemos una sociedad en España patéticamente inculta, pero con un altísimo nivel de exigencias. Eso se ve cuando la gente dice: «Yo quiero pegar un pelotazo económico o que me toque la lotería y me retiro». Me parece muy poco agraciada esa frase. ¡Qué mentalidad tan pobre! También hay gente que comete ciertos hechos que se consideran normales, pero que son insanos. Por contra, la psicohigiene busca eso, una actitud con ‘c’.