La lluvia da una tregua y deja disfrutar a niños y mayores del Carnaval

Insectos, aviones, piratas y tiburones se han dado cita en el desfile infantil este domingo.

El sol no se ha querido perder los carnavales zaragozanos, aunque se haya hecho esperar hasta este domingo. Al menos, el buen tiempo ha permitido disfrutar a niños y mayores del pasacalles del carnaval infantil.


Casi demasiado buen tiempo para algunos, como para Sergio y Hugo, un cocodrilo y un dálmata respectivamente que sudaban la gota gorda dentro de sus disfraces. "Pensábamos que iba a hacer más frío", explican sus padres.


La familia viene de Cáceres, donde "se celebran más los carnavales", explica Aurelio Sanz. Sin embargo este año tocaba quedarse en Zaragoza, donde residen desde hace algunos años. Aurelio no ha querido perder la tradición carnavalera y se ha elegido uno de sus "treinta o cuarenta" disfraces. Este año toca de payaso: "la gente en el bus se me quedaba mirando", reconoce.


No desentonaba tanto, en cambio, en la calle Alfonso o la plaza del Pilar, donde eran muchos los que disfrutaban del pasacalles en la piel de gatos de Cheshire (el personaje de Alicia en el País de las Maravillas), bebés algo creciditos o flores. 


Niños y no tan niños se quedaban boquiabiertos con 'meninas' de casi dos metros, aviones a punto de hacer un aterrizaje de emergencia sobre el público o unos bichos muy animados que tocaban el tambor y el saxofón.


Unos malvados piratas también desembarcaron en Zaragoza, acompañados de unos tiburones hambrientos que intentaban dar un bocado a los niños que se acercaban. Hasta los gigantes se apuntaron a la fiesta, bailando al son de las dulzainas y ataviados para la ocasión con coloridos (y enormes) antifaces.


Claro que el protagonista del Carnaval zaragozano tampoco se perdió el desfile. El Conde del Salchichón y la Mojiganga solo pararon de bailar para dar el pregón. Precisamente la Mojiganga y su comparsa eran las 'novedades' de unos carnavales que miran al s. XVIII y XIX para recuperar sus personajes, un tanto olvidados.


Los disfraces de los participantes en el pasacalles eran espectaculares, pero entre el público también había algunos con muchas horas de trabajo. Por ejemplo el de María, convertida para la ocasión en la Medusa de la mitología griega. Un disfraz hecho a mano por su abuela, que gastó 50 metros de pasamanería solo en hacer el vestido. Más rápidos habían sido los de Laura y Diego, que en un par de horas se convirtieron en una flor con maceta incluída y un cielo soleado a juego con el real.


También era rápido, pero imaginativo, el disfraz de Arnau, de 7 años, convertido en una pieza de Lego. "En realidad es fácil, con una caja y unas fiambreras", explicaba su madre.


Los cuentos son siempre una fuente de inspiración. Blancanieves a pares recorrían el centro de Zaragoza, acompañadas de personajes de Aladinos sin lámpara o Bellas Durmientes. Aunque las Caperucitas Rojas destacaron no solo por su color, sino porque 12 niñas del Colegio Pompiliano se pusieron de acuerdo para llevar la cesta a su abuelita.


En realidad, la 'abuelita', Ana Carmen López, fue una de las artífices de la idea. "Nos pareció que era fácil de hacer, con una camisa blanca y una capa roja", explica. Claro que al final también se añadieron un cazador y un lobo, al que las niñas no parecían tener miedo mientras cantaban 'Quién teme al lobo feroz'.


Tras el desfile y el pregón, llegó el turno de los espectáculos, que llenaron la plaza del Pilar de música y bailes. Pero a las 13.45 llegó la despedida. Era el turno de Doña Cuaresma, que manda guardar los disfraces hasta el año que viene.