PILAR 2011

La procesión del Día del Pilar

Uno de los momentos más importantes enmarcados dentro de la Ofrenda es la procesión que tiene lugar en la plaza del Pilar entre las doce y media y la una del mediodía.

Fotografía de la procesión del Día del Pilar de 1960
La procesión del Día del Pilar

La Ofrenda no sólo es el acto más popular de las fiestas mayores de Zaragoza.También es una demostración de la gran fe y devoción que profesan numerosos fieles a la Patrona de la Hispanidad. Por ello, uno de los momentos más importantes enmarcados dentro de la Ofrenda es la procesión que tiene lugar en la plaza del Pilar entre las doce y media y la una del mediodía. La solemne comitiva,que es una tradición muy anterior, no siempre estuvo integrada con el gran acto floral, pues no formó parte del mismo hasta transcurridos tres años de la instauración de la Ofrenda.


Anteriormente,la procesión se desarrollaba en la tarde del 12 de octubre y su recorrido era más largo que en la actualidad: además de la plaza del Pilar, pasaba por la entonces denominada calle de San Gil (la actual de Don Jaime I), plaza de España, Coso Alto y calle de Alfonso I, con retorno al Pilar, que era el punto de partida.


En 1960, el Cabildo Metropolitano de Zaragoza, con sede en ambas catedrales, y el Ayuntamiento de la capital aragonesa acordaron que,en lugar de celebrarse por la tarde, se verificara ya ese mismo año en horario matutino, unido a la Ofrenda, cuyo sentido se veía,así,reforzado,con mutuo beneficio para ambas manifestaciones. El Cabildo optó, asimismo, por reducir el recorrido y limitarlo a la plaza del Pilar, que se convirtió en el centro indiscutible de la fiesta devocional y en un foro de máxima afluencia ciudadana.


El desfile procesional

La procesión dura usualmente entre quince y veinte minutos y tiene su punto de partida en la puerta baja de la basílica.

Sale por ella, en primer lugar, la valiosa imagen procesional de la Virgen del Pilar, de preciosa labra en plata repujada,

obra barroca esculpida en 1620 por Miguel Cubelles. En la actualidad, los encargados de portarla son componentes del Grupo Aragonés El Pilar.Tras la efigie, salen procesionalmente los sacerdotes que han participado en la Misa Pontifical celebrada poco antes en el Pilar, precediendo al arzobispo metropolitano -o a un cardenal,si ese día visita la ciudad alguno -,que preside a los clérigos. Tras ellos,desfilan la Corporación Municipal, con sus distintivos, y los representantes institucionales que, llegados de Madrid, portan la tradicional ofrenda de orquídeas llegadas de Venezuela y de México.


Todos se acercan al escenario de la Ofrenda,momento en el que esta se interrumpe para acogerlos. Allí, depositan sus

flores el arzobispo -y otros mitrados, si los hay-, el alcalde y los concejales. Posteriormente, el desfile procesional se reanuda por la plaza del Pilar, rodea la gran estructura sobre la que se alza la Virgen y entra de nuevo a la basílica por su puerta alta.


Vestuario y protocolo

En cuanto a la representación estrictamente eclesiástica en la procesión, la encabezan de manera habitual el arzobispo y los obispos, salvo que ese año acuda a la Ofrenda un cardenal,en cuyo caso es él quien preside la celebración.El arzobispo y los otros prelados llevan un vestuario específico que se caracteriza por la mitra, un tocado alto, de forma bicónica,con dos picos verticales y de cuya parte baje penden dos cintas o ínfulas -los pares de picos y cintas evocan el Antiguo y el Nuevo Testamento -; la cruz llamada pectoral -por llevarse sobre el pecho-, normalmente de metal precioso y, si tiene carácter histórico,con valiosas gemas;y el anillo pastoral,que se porta como muestra de fidelidad y que recuerda simbólicamente a los mitrados el deber de desposar con Cristo a las almas que les han sido encomendadas.


El prelado que preside la celebración de la Misa Pontifical y la procesión es el único que lleva otro de los elementos propios de la vestimenta episcopal: el báculo, que indica la jurisdicción canónica. Este bastón pastoral tiene una parte recta, que simboliza la misión de dirigir y sostener a los débiles, y un remate curvo, que evoca la necesidad de atraer a los pecadores.


Tras ellos, desfilan el deán del Cabildo Metropolitano y el resto de los canónigos por orden de antigüedad en la corporación. Su vestuario se compone de un alba, vestido talar -que llega hasta los talones - de manga larga, blanca si en la procesión está presente el arzobispo, que la lleva roja; la estola, pieza litúrgica en forma de larga y estrecha banda que se coloca sobre el alba, colgando del cuello hacia el frente y sostenida por el cíngulo, que es el cordón con el que se ciñe el alba; y, en fin, la casulla, vestidura exterior del sacerdote colocada, por encima del alba y la estola, a modo de capa.