NUEVO CAMPO DE FÚTBOL

El Ayuntamiento asume su fracaso con el estadio y renuncia a licitar la obra antes de las elecciones

Belloch defiende ahora la colaboración público-privada para resucitar el proyecto después de mayoCualquier modelo de financiación queda vinculado al suelo pese a la crisis inmobiliaria.

Manuel Blasco, en el centro, presentó ayer el estudio de viabilidad del estadio en la comisión de Fomento y Deportes.
El Ayuntamiento asume su fracaso con el estadio y renuncia a licitar la obra antes de las elecciones
DANIEL MARCOS

La presentación del estudio de viabilidad del futuro campo de fútbol de San José fue ayer la confirmación de que el Ayuntamiento de Zaragoza sigue sin tener una alternativa viable a la vetusta Romareda. Tres años después del acuerdo político para construir un nuevo estadio, el gobierno PSOE-PAR tuvo que reconocer que no tiene todavía nada firme: no se sabe ni cuándo se iniciarán las obras, ni cuándo se inaugurarán las instalaciones, ni cómo se financiará el estadio, ni si participará el Real Zaragoza. Tras 10 años de polémica y otros dos proyectos frustrados, el Ayuntamiento confirmó su fracaso: en el presente mandato no ha logrado colocar la primera piedra.


El mal trago de dar la cara le correspondió al concejal de Deportes, el aragonesista Manuel Blasco, que tuvo que admitir que las obras no se licitarán antes de las elecciones tras haber anunciado hace unos meses que la construcción saldría a concurso en marzo. Fue llamativa la ausencia de representantes de la DGA y tampoco le acompañó el concejal de Urbanismo, Carlos Pérez Anadón, copartícipe de la gestión del proyecto. Y el vicealcalde, Fernando Gimeno, se ausentó de la rueda de prensa cuando llegó el turno de las preguntas sobre el estadio. El alcalde, Juan Alberto Belloch, que hacía campaña en Oliver-Valdefierro, se limitó a decir que la «concurrencia público-privada es un modelo razonable».


Blasco se aferró a las conclusiones del estudio de viabilidad de Augeo Sports, que se contrató en mayo y que debería haberse presentado en octubre, para salvar la cara de un proyecto moribundo. Destacó su importancia, porque es la primera vez que el Ayuntamiento dispone de una herramienta de trabajo de este tipo, y subrayó las previsiones de ingresos que aventura el informe: unos cinco millones anuales, que se podrían convertir en 10 o 12 millones en el escenario más optimista. El nombre del estadio, la publicidad, los palcos, la zona comercial, la organización de eventos o el aparcamiento serían fuentes de ingresos, junto a las ya tradicionales de la taquilla y los abonos. Además, recalcó que el nuevo estadio supondría 1.500 empleos.


El estudio plantea tres modelos de financiación: una colaboración público-privada, una concesión de obra pública y un derecho de superficie. Blasco, como el alcalde de Zaragoza, se decantó por la primera. Es la que aconseja el estudio de viabilidad: se establece un «diálogo competitivo» entre empresas, que plantean ofertas diversas de financiación y explotación. Esta solución requiere «un tiempo mínimo de maduración», es decir, que tardará (al menos, ocho o nueve meses).


¿Y cómo pagaría el Ayuntamiento? Pues, pese a la crisis del sector inmobiliario, con suelo. El estudio apunta tres parcelas: el solar anexo a La Romareda, del que se podrían obtener 59,5 millones de euros; una torre de terciario junto al nuevo campo (10 millones); y lo que se sacara de la recalificación de la parcela del actual campo, aún por concretar.


Blasco no logró despejar las dudas que ensombrecen este proyecto, que se agravan ahora al admitirse que el futuro del estadio queda a expensas del resultado electoral. Por eso, cuando se le preguntó por un nuevo plazo para iniciar la construcción, respondió: «Si el PAR sigue en el gobierno, pronto. Si no, no lo sé. A lo mejor se hace el campo viejo».


El concejal de Deportes, que confió en reunirse próximamente con responsables de la DGA, agregó que también hay que valorar lo que ocurre con el Real Zaragoza, inmerso en un proceso de venta. Pese a todo lo ocurrido, negó que el hecho de no haber desatascado el proyecto después de cuatro años sea un fracaso. «Si estuviéramos en 2006, sí. Estando en 2011, no», indicó en referencia a la coyuntura económica. Y concluyó: «Hemos llegado hasta donde hemos podido».