ZARAGOZA

La vida en una urbanización fantasma

Los únicos vecinos de una zona donde se preveían miles de viviendas suplen con amistad y buen humor todas las deficiencias en servicios que padecen. Los esqueletos de hormigón son ahora el símbolo del fallido 'boom' inmobiliario de los últimos años.

La vida en una urbanización fantasma
La vida en una urbanización fantasma
ARáNZAZU NAVARRO

Una enorme valla publicitaria da la bienvenida a Ciudad Zaragoza Golf, la que iba a ser una macrourbanización de lujo con más de 2.500 viviendas frente al polígono Centrovía de La Muela. Es el paradigma de la política del ladrillo que se impuso hace unos años en todos los ayuntamientos. En el área metropolitana de Zaragoza, no se oía hablar de otra cosa que no fueran planes urbanísticos y recalificaciones. Pero llegaron las vacas flacas, la burbuja inmobiliaria estalló y muchos proyectos quedaron paralizados. "La verdad es que deberían cambiar el eslogan publicitario y en lugar de anunciarla como 'toda una ciudad, cerca de todo' tendrían que decir 'todo un edificio". Quien dice esto es Samuel Caraballo, uno de los apenas veinte vecinos que residen en las viviendas protegidas que se construyeron junto a la autovía de Madrid.


El ruido de la carretera es una de las pocas cosas que perturba la vida de este grupo de vecinos que, gracias a la amistad que ha surgido entre ellos, han aprendido a disfrutar de su vida en la que es casi una urbanización fantasma. "Si no tuviéramos este buen rollo, aquí no se podría vivir". Lo dice Carolina Frago, otra vecina, que no se olvida de las deficiencias en la construcción que tiene el edificio y de la precariedad de servicios que hay residiendo en un lugar como este.


Por resumir: el cartero no llega y deben recorrer siete kilómetros para conseguir su correspondencia, la basura se recoge una vez por semana y no es posible reciclar, solo funcionan las farolas de un lado de la calle (por cierto, es el número 7 de la avenida de Madrid), la línea de teléfono y el suministro de gas tampoco llegan, por lo que un tanque de propano les surte de calefacción y el comercio más cercano está en Pla-Za o en el casco urbano de La Muela.


Pero donde no llegan los servicios, lo hace el ingenio. Así que, a falta de una conexión a internet por cable, el ascensor se ha convertido en su particular blog. El último 'post-it' colgado ayer informaba de que uno de los vecinos iba a ir a Zaragoza a comprar pan. Si alguien quería una barra, solo tenía que dar un toque y se la llevaría. Como el servicio a domicilio, pero pagado con amistad.


"Yo recojo el correo en Navidad, Semana Santa y en las vacaciones de verano", apunta Vanesa Mialdea. La dificultad no está solo en que haya que desplazarse hasta la oficina de correos del pueblo, sino que hay que hacerlo en horario de 9 a 11 de lunes a viernes, algo nada compatible con la vida laboral de la mayoría de las personas. Así que, casi siempre, cuando uno se pasa por la oficina, se lleva las cartas de todos los vecinos.


"Siempre tenemos que explicar cómo venir a nuestra casa, incluso a los taxis", añade Virginia Gil. En su caso, cada día tiene que llevar a una de sus hijas hasta el colegio de La Muela. En los cuatro bloques de viviendas solo hay dos pequeños en edad escolar y tendrán que esperar hasta que haya al menos cuatro para poder solicitar transporte escolar gratuito.


Un proyecto frustrado


"El proyecto de lo que se iba a construir aquí tenía muy buena pinta", comenta Aurora Maestre. Son optimistas, pero dudan mucho que toda la tierra y los esqueletos de hormigón que les rodean pueda algún día convertir a La Muela en la tercera ciudad de Aragón que aspiraba a ser antes de que se destapara la Operación Molinos contra la corrupción urbanística.


Pero no es este el único lugar donde a las zonas rústicas las cubrió el asfalto. La situación se repite en casi todo el entorno de Zaragoza: Cadrete, La Puebla de Alfindén, Perdiguera, Cuarte de Huerva o El Burgo de Ebro son algunos otros ejemplos.


Varios sectores residenciales junto a la carretera de Castellón estaban paralizados desde hace tiempo, aunque las máquinas han empezado ahora a trabajar y en esta zona de expansión de El Burgo se están levantando cuatro casas. Son las primeras de un área donde sorprendían por su aislamiento un frontón y una pista de pádel.


Carlos Pérez e Itziar Caballero se han autopromocionado su vivienda en este sector. "Vimos la oportunidad de tener una casa de una planta con jardín y no lo dudamos", comenta él. En abril, podrán entrar a vivir a su casa. No les asusta la soledad porque, al menos, tienen garantizado que habrá otras tres familias junto a ellos. Y quién sabe si también podrán repetir el modelo de vida de la urbanización muelana para echar por tierra el título de la exitosa serie 'Aquí no hay quien viva'. O, al menos, verlo con otros ojos.