DISCAPACIDAD

A Utebo, en el camarote de los Hermanos Marx

Renfe acaba de presentar su nuevo Plan de Accesibilidad, que incluye la remodelación de 34 trenes de media distancia_en Aragón antes de 2015. Mientras esto ocurre, ir en cercanías de Zaragoza a Utebo en silla de ruedas es una aventura llena de obstáculos.

A Utebo, en el camarote de los Hermanos Marx
A Utebo, en el camarote de los Hermanos Marx

Cuando Mr. Fogg se propuso dar la vuelta al mundo, después de perder una apuesta, nunca imaginó la cantidad de aventuras que iba a vivir en este viaje gracias a la imaginación de su creador, Julio Verne. Algo parecido le ocurrió hace unos días a Marta Valencia, secretaria técnica de Fundación DFA, que pretendía viajar en su silla de ruedas en el cercanías que une Zaragoza con Utebo. Un viaje de apenas veinte minutos, que se convirtió en toda una peripecia.

Marta fue en coche a Miraflores, porque es la manera más segura de acceder a una estación a la que se llega por una carretera en la que no hay aceras por las que pueda avanzar con la silla de ruedas. Nada más aparcar su vehículo, encontró su primer obstáculo. En la estación no hay parquin y los coches se estacionan en un descampado de tierra. "Mi viaje hubiera terminado en este mismo momento si José Miguel (su acompañante) no hubiera empujado mi silla de ruedas", aclaró nada más salir del vehículo.

Acceder a la estación tampoco resultó una tarea fácil. Una puerta de doble hoja frena su entrada, aunque afortunadamente, un par de calzas la mantienen abierta durante todo el día.

Una vez dentro, llegó la hora de sacar el billete. Desde hace un tiempo, las máquinas expendedoras de Renfe disponen de un servicio telemático que facilita los billetes a los usuarios que tienen problemas para sacarlos. "Desde el centro de gestión de Delicias, un operador se encarga de atender la llamada", apuntó Goyo Vicente, uno de los interventores de la estación.

Marta decidió sacar ella misma el billete, pero las complicaciones surgieron a la hora de pagar porque, por falta de movilidad, le resultó muy difícil llegar a las ranuras de los billetes y las monedas.

Con el billete en la mano, Marta cruzó el torno de acceso por el que diariamente pasan alrededor de 700 usuarios. De ellos, según confirmaron fuentes de Renfe, el 10% forma parte del colectivo de personas con problemas de movilidad, ancianos, madres con carritos y muy pocas personas con discapacidad.

Desniveles y escalones

Dentro de la estación, tal y como se recoge en un informe elaborado por Fundación DFA sobre el estado del cercanías en Zaragoza, no hay una señalización vial adecuada, de manera que no se sabe a qué altura queda el vagón adaptado cuando para el tren. Además, las baldosas de la parte más próxima a la vía, que facilitan el tránsito a las personas ciegas, presentan un dibujo con mucho relieve que obstaculiza el movimiento de la silla de ruedas. Una deficiencia que se repite en el resto de estaciones, salvo en El Portillo.

El resto de los usuarios, para poder acceder a los coches de piso alto tienen que "enfrentarse" a un desnivel de casi 20 centímetros de altura entre el andén y el primer peldaño. "Esto provoca que la mayoría acceda al tren por el vagón central, el de acceso para personas con discapacidad, porque es mucho más cómodo", indicó Valencia. Ella, lo intentó en varias ocasiones, pero fue incapaz de acceder al coche sola porque tenía miedo de que las ruedas se metieran en el hueco que hay entre la rampa y el vagón y que puede superar los 9 centímetros.

Una vez dentro, hay que superar otros escalones, por lo que muchas personas con movilidad reducida se quedan en este hueco y no siguen avanzando por el resto de vagones. El resultado es lo más parecido al camarote de los hermanos Marx, con sillas de ruedas que comparten hueco con bicicletas y carritos de bebé. Por si esto no fuera suficiente, en el mismo recinto hay una cabina de baño "que ocupa mucho espacio y que no hace mucha falta en un viaje tan corto", afirmó Valencia.

En la estación de Utebo, Marta tenía dos opciones para cruzar las vías y llegar a la salida: una empinada escalera y un ascensor que en pleno verano ha dado más de un problema. El calor excesivo bloqueaba el sistema y en varias ocasiones quedó inhabilitado. La solución para poder cruzar las vías era ir hasta Casetas y coger el tren de vuelta con destino a Zaragoza. "La solución es mucho más sencilla, una simple rampa permitiría salir a la calle por el mismo sitio donde te deja el tren. Son estos pequeños detalles los que hacen que el viaje se convierta en un tránsito cotidiano o en una aventura", señaló Valencia.