EL PABELLÓN DE RUSIA

La música de Tchaikovsky y la fuerza de Sansón viajan a la Expo desde la tierra de los zares

La espera a la entrada del pabellón de Rusia es el preludio de una experiencia que se disfruta sin aglomeraciones. El inmenso país ha apostado por la música, la mitología y las sensaciones en un completo y sorprendente espacio expositivo.

Para la comodidad del visitante, sólo se permite la entrada simultánea de unas 60 personas, que acceden a un recorrido de un cuarto de hora a través de una rampa en la que se proyectan imágenes de Rusia. Una gran pantalla táctil situada a continuación permite cambiar las estaciones del año.


En la sala de cine se proyecta la película "Agua", de 8 minutos y dirigida por una mujer. A través de románticas imágenes, los visitantes pueden descubrir secretos del líquido elemento, como que los pedazos de hielo adoptan distintas formas según se pronuncien las palabras "gracias" o "perdón" al cristalizar.


Una rampa lleva hasta el iceberg, en el que se promociona la ciudad de Sochi, que se impuso a Jaca en la carrera por erigirse en sede de los Juegos de Invierno de 2014. Efectivamente, es para quedarse helado.


En el piso inferior se puede ver en funcionamiento una depuradora, que muestra una de las aplicaciones de la nanotecnología al aprovechamiento del agua y la sostenibilidad medioambiental.


El momento cumbre del recorrido llega en la zona central con la música de Tchaikovsky. La relación entre el arte y el agua se torna símbolo en la estatua de Sansón, réplica del original situado en Petergof, la antigua residencia de los reyes, a 30 kilómetros de San Petersburgo. Un complejo espectáculo de agua, luz y sonido, con proyecciones sobre el contorno de la geografía rusa, pone el punto final a la parte expositiva.


El Bistró ruso ofrece un refrigerio tras tantas experiencias. Lo más popular son las crepes con distintos tipos de relleno: salmón, carne, embutido, cremas saladas... Se degustan como tapas y se pueden acompañar con cervezas rusas -Baltica es la marca más popular- o elegir entre una selección de vodkas, con distintos sabores y más suaves de lo que muchos españoles podrían imaginar.


Antes de salir, el visitante comprueba que las matrioshkas son las estrellas de la tienda. Las más baratas cuestan cinco euros, pero disponen de un juego de 30 que se vende al precio de 9.900 euros. Como en otros países de la Europa oriental, tampoco falta la iconografía religiosa.


En el binomio entre la difusión del conocimiento y la transmisión de experiencias, Rusia ha apostado firmemente por lo segundo. La atmósfera generada por la ambientación lumínica y audiovisual y la monumental escultura de Sansón justifican la espera en la entrada, que es el preludio de una inolvidable experiencia entre la naturaleza y la mitología.