Un puente de hierro y tozudo

Se intentó construir en tres ocasiones, hasta que en octubre de 1895 unió las dos márgenes de Zaragoza. Supera los 237 metros de longitud y los 12 de ancho. Un puente que fue precedente para otros de la Comunidad

Imagen del puente de Piedra y la basílica del Pilar desde el Puente de Hierro, en 1950.
Imagen del puente de Piedra y la basílica del Pilar desde el Puente de Hierro, en 1950.
Arribas. Ayuntamiento de Zaragoza

Hubo un tiempo que lució verde, aunque de eso hace casi una década, cuando cambió de gama y se pintó de blanco y azul, como los colores el Real Zaragoza. Dibuja el camino entre el barrio de Jesús y Tenerías, sobre el Ebro. Se trata del puente del Pilar de la capital aragonesa, uno de los quince que conectan ambas márgenes del río, desde Alfocea hasta La Cartuja Baja.

Este armazón es popularmente conocido como el de hierro, un calificativo que proviene de su esencia metálica. En esa época la industria siderúrgica dio lugar a varias construcciones de acero, entre otros metales. Ese movimiento se dio en Zaragoza con el Mercado Central, por ejemplo, pero también fuera de España, como en París con la Torre Eiffel, culminada en enero de 1887.

Precisamente ese año se ideó por primera vez el puente del Pilar de la capital aragonesa. Se trató de la primera ocasión porque hubo tres intentos. El primer proyecto lo trazó Antonio Fernández Navarrete, ingeniero del Servicio Provincial de Obras Públicas, según su informe histórico y artístico. En junio de 1885 el mismo ingeniero diseñó el segundo plan, ya que el primero se había tumbado entre otras cosas por el alto coste. Según el citado documento, a la tercera fue la vencida y en diciembre del año siguiente, junto con Vicente Gasca Melús, se firmaron los planos definitivos. Tesón y tozudez están en la personalidad de este bien catalogado de interés arquitectónico.

Estaba programado bajo un presupuesto de 995.000 pesetas, coste que se incrementó finalmente, superando el millón (1.300.000 pts.). El objetivo de esta estructura metálica era “liberar el puente de Piedra del tráfico en ambos sentidos que llegaba a colapsar en algunos momentos la comunicación entre las dos márgenes del río y dar continuidad a las distintas carreteras que confluyen en Zaragoza”, según reza en su ficha técnica del Ayuntamiento de Zaragoza. Estas premisas se mantuvieron a lo largo de los años hasta su inauguración, el 18 de octubre de 1895.

Sus dimensiones finales fueron de más de 237 metros de longitud y casi 12 de ancho. Unas medidas inferiores a las plataformas que abrazan esta construcción a ambos lados, dada su curvatura. Esta ampliación se acometió a principios de los años noventa, tras plantearse en 1989 por su mal estado. De esta intervención se obtuvieron dos vías laterales para el tráfico, una en cada sentido, además del tradicional nexo, que quedó para uso peatonal.

Un ejemplo de hierro

Dentro de los límites geográficos de la Comunidad se encuentran otros puentes que recuerdan al del Pilar de la capital aragonesa en cuanto a estilo se refiere. Uno de ellos es el de San Antonio en Gallur, construido en 1902 y compuesto de cuatro arcos metálicos y asentado sobre tres pilares de piedra.

El Sistema de Información del Patrimonio Cultural Aragonés (SIPCA) también señala que es similar al que “une las localidades de Santa Eulalia de Gállego y Ayerbe, o los que encontramos en Caspe o Ateca, que se encuadran dentro de la tipología ‘Bowstring”. El de los Pirineos cruza sobre el río Gállego, mientras que el último facilita el paso sobre el Jalón y data 1914.

De todos ellos el de Zaragoza fue el primero en juntar las dos márgenes de un río. También une historia de la ciudad y enlaza estilos, ya que descansa entre el puente de Piedra y el de la Unión, uno medieval y otro de finales de los últimos ochenta.

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