Al alcalde le gusta ser alcalde

Pedro Santisteve ha confirmado lo que ya había anunciado tímidamente y había dejado caer entre sus más próximos: desea volver a presentarse a las elecciones. El alcalde de Zaragoza asegura que aún le queda mucho trabajo pendiente.

Santisteve, incluido en la relación de los llamados 'alcaldes del cambio', cometió el gran error de pensar que había ganado las elecciones
Al alcalde le gusta ser alcalde

La ola llegó para convertirse en espuma. Las mareas supieron aprovechar la indignación del 15–M y el voto de castigo se aupó hasta las instituciones. El cambio anunciado, la renovación tachada de imprescindible y el deseo de darle la vuelta al calcetín terminaron reducidas a un mero enunciado, mostrándose mucho más débiles e insignificantes de lo prometido. El resultado, resumido en una larga relación de gestos más cargados de polémica que de sustancia, solo sirvió para enredarse entre los engranajes de la ciudad. Con Zaragoza frenada, los muchos debates menores, siempre aderezados por el victimismo, fueron cambiando al alcalde Santisteve, quien alterando su inicial hoja de ruta anunció esta semana en un foro de debate patrocinado por FCC que desea volver a presentarse a las elecciones.

Pedro Santisteve, incluido en la relación de los llamados ‘alcaldes del cambio’, cometió desde el origen el gran error de pensar que había ganado las elecciones. La que se podía presumir como su principal virtud, la de la búsqueda del diálogo y el entendimiento con los grupos, pronto se demostró como su particular talón de Aquiles. Sin mayoría suficiente y producto de las muchas tensiones internas por hacerse con el rumbo del Ayuntamiento, Santisteve ha logrado que esta etapa de la política municipal sea recordada como la de mayor enfrentamiento entre gobierno y oposición. Sin puentes con el resto de los partidos, ZEC ha construido un relato propio para sostener un argumentario que ha fracturado la convivencia y recortado la representación democrática, tal y como ha ocurrido en los consejos de administración de las sociedades municipales.

Las banderas de ZEC han quedado convertidas en simples deseos guiados por una incomprensible insistencia producto de la bisoñez. Su priorización de la defensa de los servicios públicos ha quedado reducida a una voluntad ideológica por convertir a las grandes contratas privadas en municipales. Un debate en bucle que ha monopolizado las discusiones mientras la ciudad se veía obligada a soportar una de las huelgas más largas del transporte público sin una intervención efectiva del Consistorio.

Sin el mismo peso ni influencia en el discurso nacional, Santisteve ha buscado la comparación con Ada Colau o Manuela Carmena –aunque con resultados bien distintos– forzado por la condición que imprime ser el alcalde de la quinta ciudad de España. Sus intentonas en este campo, sin el éxito esperado, le han obligado a centrarse en una labor municipal que no ha logrado trascender ante los zaragozanos.

Convencido de que aún le queda tarea por desarrollar, el alcalde desea volver a presentarse a las elecciones. Ya no oculta sus intenciones. Pese a que deberá superar los diferentes filtros de su formación, la evidencia describe que hoy es el único candidato posible, tanto para ZEC como para Podemos o Izquierda Unida. Santisteve, que se enfrenta a otra marea bien distinta a la que le sentó en el despacho de la alcaldía –en esta ocasión protagonizada por Ciudadanos–, tendrá que valorar dónde se encuentra su principal atributo y hasta dónde llega la carga de un voto de castigo que puede activarse. Alejado de lo intermedio, el alcalde no ha sabido, como sí ha ocurrido en Madrid o Barcelona, encontrar el apoyo del bloque de la izquierda (PSOE). Ahora, y sin tiempo de reacción, solo le queda descubrir cómo le puede socorrer la corriente nacional.