Predicadores: una vía que albergó palacios, juzgados y hasta un ayuntamiento

La calle de Predicadores, en el corazón del Casco Histórico, es una de las principales arterias de Zaragoza. Fue y sigue siendo una de las más importantes de la ciudad.

Predicadores: una vía que albergó palacios, juzgados y hasta un ayuntamiento
Predicadores: una vía que albergó palacios, juzgados y hasta un ayuntamiento
Toni Galán

Se acaba de cumplir el 800 aniversario de la confirmación de privilegios que Jaime I otorgó en 1218 a los pobladores de un nuevo ensanche de la ciudad que daría forma al barrio de San Pablo. «El del Gancho fue el primer ensanche medieval de época cristiana. Se encontraba a extramuros de lo que había sido tanto la ciudad romana como la Saraqusta islámica, allí donde se encontraba la Puerta de Toledo junto al actual Mercado Central», explica el historiador Sergio Martínez, cofundador del grupo educativo de divulgación Historia de Aragón, vinculado a la Universidad de Zaragoza.

A partir de entonces se trazaron, dispuestas en cuadrícula, varias calles del barrio que hoy perduran en el Gancho, como la de Las Armas, San Blas, San Pablo o la de Predicadores, junto a la que Jaime I funda en el siglo XIII el convento de Santo Domingo de la orden de Predicadores, «que durante siglos fue el segundo edificio más grande de la ciudad solo superado por la Seo», añade Martínez.

La calle de Predicadores fue lugar de paso de comitivas reales durante los actos de coronación de los antiguos reyes de Aragón, que salían del palacio de la Aljafería y atravesaban esta vía en dirección a la Seo. Entonces era una de las más importantes de la ciudad y llegaría a albergar casas y palacios de la alta nobleza, como el de los duques de Villahermosa –actual colegio público Santo Domingo. Esta edificio también fue prisión, sede de los juzgados de la ciudad y cárcel de mujeres tras la Guerra Civil–.

Con el tiempo, Predicadores, que entre 1868 y 1936 se llamó calle de la Democracia, se fue conformando junto a otras calles del barrio como un entorno habitado por comerciantes, dada su proximidad al mercado medieval. Y así ha mantenido su carácter hasta llegar a nuestros días. «Antiguamente era una zona muy comercial, de tránsito hacia la salida de la ciudad. Había un apeadero cercano al finalizar la calle de Santa Lucía, por donde pasaban las vías del tren. Era una calle que tenía mucha actividad: con colegios, el Ayuntamiento de Zaragoza ­en un edificio que también fue academia militar, colegio y museo– y los juzgados», recuerda Marisa Verde, presidenta de la asociación de vecinos Zaragoza Antigua.

«Como la calle de Alfonso I»

La vida de Marisa Verde está totalmente vinculada a esta calle y al Gancho. Aunque nació hace 73 años en el número 8 de la avenida de Madrid, desde los 18 meses hasta los 12 años de edad vivió en la plaza de Santo Domingo. Después, hasta los 24 años, en la calle de San Blas, y de los 24 hasta los 36 en la de Predicadores, donde además tuvo una cafetería.

«Era una calle tan importante como la de Alfonso I. Entonces había posadas a las que llegaban los torreros de las huertas cercanas a Zaragoza con las mercancías para venderlas en el mercado, y diversos comercios: una casa de piensos, pastelerías, fábricas de alpargatas, Maderas Lapuente… e incluso pasaba por aquí una línea de tranvía. Junto con la calle de San Pablo siempre fue el motor del barrio, que también contaba con una azucarera cerca del Ayuntamiento», rememora.

La presidenta de la asociación Zaragoza Antigua no olvida otro establecimiento cercano a Predicadores, en la esquina de la avenida de César Augusto, y muy conocido: el de Francisco Vera, «donde se vendía todo tipo de aperos y cordelerías para las caballerías, artículos para el campo, sedas, cuerdas…», añade.

«Predicadores es un nexo de mi vida» -asegura-. Sin embargo, Marisa Verde reconoce que actualmente esta calle «ha decaído muchísimo. Le falta savia nueva, aunque ahora parece que hay algo de movimiento. Pero el comercio, quitando la parte más cercana al Mercado Central sufre una decadencia muy notoria. Carece de la vida propia que tuvo en otro tiempo».

Para los vecinos, y también para quienes transitan por este tramo del Gancho, una de las mayores reivindicaciones es la mejora del estado de su pavimento, donde «no hay un metro que no tenga un bache o un pegote. Este aspecto está restando prestancia a la calle», afirma la presidenta de asociación vecinal.

En Predicadores, los antiguos comercios han dado paso a nuevas iniciativas que en su día a día demuestran que esta calle todavía tiene mucha vida. Es el caso del Albergue de Zaragoza que desde hace una década dirige José Juste, y que aglutina además interesantes propuestas culturales; o El Calotipo, la imprenta artesana fundada por Carla Nicolás que hace un año y medio reabrió donde antes estuvo la fábrica de galletas Villacampa. «Necesitábamos apostar por un local más grande. Esta es una calle por la que pasa mucha gente y estamos muy contentos», señala Nicolás.

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