Un camino centenario que todavía conserva su carácter residencial

Ruiseñores nació al calor del paseo de Sagasta y pronto se convirtió en lugar predilecto para la construcción de villas de recreo destinadas a la burguesía zaragozana.

A comienzos del siglo XX surgió el paseo de Ruiseñores, llamado con anterioridad Camino de Ruiseñores, en una de las zonas de ensanche natural de la ciudad hacia el sur. Estaba regada por acequias y ya contaba con algunas torres e industrias en la zona antes de convertirse en una vía sembrada de unifamiliares proyectados por notables arquitectos. Estas casas, llamadas hoteles, fueron propiedad de empresarios y miembros de la alta burguesía aragonesa, que eligieron este espacio para ubicar allí sus villas de recreo.

El principio de este tramo desde la actual glorieta de Diego Velázquez "ya aparece alineado en el plano de Dionisio Casañal de 1880, cuatro años antes de la construcción de los antiguos depósitos de agua del Parque Pignatelli, según el proyecto del arquitecto Ricardo Magdalena", explica Ramón Betrán, arquitecto municipal y director de Servicios de Planificación y Diseño Urbano.

Un camino centenario que todavía conserva su carácter residencial

Los propietarios de aquellas fincas situadas en el paseo de Ruiseñores "impulsaron durante las primeras décadas del nuevo siglo la construcción y urbanización de esta parte de Zaragoza, consolidándose como zona residencial y contribuyendo, al mismo tiempo, a la expansión y crecimiento de la ciudad", señala Mónica Vázquez, profesora titular del Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza.

Tanto el paseo de Sagasta como el de Ruiseñores se hicieron eco de las últimas tendencias en el campo arquitectónico, mezclando tradición y modernidad. En Ruiseñores, concebido como una prolongación de Sagasta, "tanto los arquitectos como los promotores que apostaron por la modernidad eligieron este lugar para construir la mayor parte de los pocos testimonios con los que cuenta la ciudad de edificios afines al Movimiento Moderno europeo. Y este lenguaje encontró su mejor vía de expresión en una determinada tipología constructiva: la vivienda unifamiliar", recoge Vázquez en ‘Recorrido por el pasado de una zona urbana residencial: el paseo de Ruiseñores de Zaragoza’ (‘Artigrama’, 2007).

Entre estos ejemplos destacan la casa de Matías Bergua Oliván (1930-1933), proyectada por Rafael Bergamín, en los números 55-57, sede del centro territorial de TVE hasta hace unos meses; y la casa de Pedro Hernández Luna (1931-1933), firmada por Regino y José Borobio en el número 20, actual clínica de Nuestra Señora del Pilar.

La huella de los Borobio

Regino y José Borobio proyectaron varios edificios de esta vía entre las décadas de los 20 y los 60 del pasado siglo. También fueron artífices de muchas otras construcciones en la capital aragonesa. En Ruiseñores, realizaron las viviendas para Manuel Hernández, José Solá –actual colegio de Nuestra Señora de la Merced–, Pedro Hernández Luna, Mariano García o Luis Gabás –en el número 2, donde hoy se encuentra el Colegio Oficial de Médicos–, y otros proyectos que no llegaron a materializarse, como la vivienda para Narciso Hidalgo, en la finca número 6. "La mayoría de estos edificios han desaparecido, otros han sido modificados y adaptados a nuevas funciones, pero, en su día, constituyeron un ejemplo significativo de la arquitectura contemporánea zaragozana", subraya Vázquez.

En fechas anteriores a las intervenciones de los Borobio, el paseo ya albergaba algunas casas de notable interés, como la de Raimundo Balet (1919. Antiguo colegio Santo Tomás de Aquino), y la de la familia Ostalé Tudela (1912-1915) –Villa Alta’, ejemplo de arquitectura híbrida, derribada ilegalmente en 1994 y vuelta a reconstruir por orden municipal–; entre otras.

"La mayoría de las viviendas unifamiliares construidas por los Borobio han desaparecido, pero contribuyeron a conformar la esencia del paseo de Ruiseñores de Zaragoza como zona residencial por excelencia. De hecho, hoy en día, sigue teniendo prioritariamente esta función, aunque también acoge centros de enseñanza y residencias universitarias, que no alteran la singularidad de este paseo urbano", destaca Vázquez.

Algunos de estos ejemplos son el antiguo Colegio Pompiliano de las Escolapias (1922), en el número 28, que hoy continúa como colegio privado; el citado de Nuestra Señora de la Merced o el IES Miguel Servet, anteriormente instituto femenino, situado en el mismo espacio que durante un tiempo ocupó el jardín botánico de la ciudad.

De la arquitectura de la década de los 60, destacan en esta vía los edificios de viviendas proyectados por José de Yarza García, en el número 23 (1964); y el conocido como Edificio Ruiseñores (1967), obra del arquitecto navarro Enrique Delso Calavia.

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