RELIGIÓN

Una Iglesia sin caminos a Roma

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Un sacerdote sale a oficiar misa en una parroquia de Zaragoza
Una Iglesia sin caminos a Roma
JOSÉ MIGUEL MARCO

Lo dice el Evangelio: el reino de Dios no es de este mundo. Sería ingenuo, sin embargo, pensar que el poder terrenal es algo ajeno a la Iglesia católica. No lo ha sido nunca y tampoco lo es en la actualidad. Se dice que la Santa Sede es uno de los lugares donde se maneja más y mejor información sobre todo lo que ocurre en el mundo. No se trata de oscuros sistemas de espionaje, sino de una red formada durante muchos años que cuenta con sólidos cauces de información.

En el complejo sistema de influencias que se extiende por el mundo, subsiste un poder eclesiástico de gran trascendencia social. El mejor ejemplo es el papel del Vaticano, y personalmente el que tuvo Juan Pablo II, en la caída del régimen comunista en Polonia y de la Europa del Este y la URSS en los años ochenta del pasado siglo. Ese es un dato que demuestra hasta qué punto el de la Iglesia no es un poder meramente nominativo.

En este contexto, ¿tiene algún significado Aragón? ¿Mantiene la Iglesia, a pesar de su carácter de universalidad, singularidades propias, que sí que se aprecian en otros territorios, incluso en otras comunidades autónomas? A pesar de que debería responder a coordenadas diferentes, la situación eclesiástica no es distinta a la del devenir político aragonés. Un pasado de esplendor y un presente en el que la indiferencia y la atonía general muestran un panorama nada alentador.

Hubo una época en que Aragón era un nombre que se escuchaba con frecuencia en la Curia vaticana, entre los máximos jerarcas de la Iglesia católica. Aragón, que tuvo un rey monje (Ramiro II) y un Papa estrechamente vinculado a su Corona (Benedicto XIII) fue el primer reino que se hizo feudatario del Papa, allá por el siglo XI. Una circunstancia esencial para que el naciente reino pudiera cobrar pujanza ante la dominación musulmana en el sur. Y uno de los símbolos más venerados de la tradición cristiana, el Santo Grial (al menos uno de los considerados con mayor fundamento como tal) estuvo durante siglos en Aragón.

Hoy, la mayor referencia de la Iglesia aragonesa sigue siendo la basílica del Pilar, uno de los templos marianos más importantes del mundo. "El conformismo, el silencio y el olvido" son los rasgos que definen la actitud general de los eclesiásticos aragoneses, según el diagnóstico de Juan Antonio Gracia, sacerdote, veterano periodista de HERALDO y buen conocedor del clero de la Comunidad. Un clero envejecido y que desarrolla su labor, salvo en Zaragoza, en diócesis pequeñas y con débiles economías. Las cuatro sedes obispales que permanecen vacantes, la falta de atención y el larguísimo conflicto de los bienes de las parroquias aragonesas orientales permiten concluir que Aragón es un territorio olvidado por el Vaticano.

Igual que en la política

Una vez más, en consonancia con la política, el paisaje es distinto en otras comunidades vecinas. En Cataluña y en el País Vasco, la Iglesia católica mantiene un papel importante en el tejido sociopolítico. Tanto el nacionalismo catalán que surgió durante el franquismo como el primer PSC se fraguaron en el catolicismo militante. En el País Vasco, la Iglesia está también detrás del nacionalismo tradicional, hasta el punto de que el catolicismo ha formado parte fundamental de la idiosincrasia del PNV.

En Cataluña, al frente de la provincia eclesiástica de Barcelona, se encuentra la figura de un poderoso cardenal, Lluís Martínez Sistach, nacido en esa ciudad, que es además miembro de la Signatura Apostólica y del Consejo Pontificio para el Laicado. La otra provincia es la de Tarragona, al frente de la cual se encuentra otro arzobispo catalán. Las diócesis vascas, aunque divididas entre las provincias eclesiásticas de Burgos y Pamplona, cuentan con titulares también vascos en San Sebastián y Bilbao, mientras que el de Vitoria es nacido en Navarra. En Aragón, de las seis diócesis, cuatro se encuentran vacantes. Una de ellas, la de Jaca, pertenece a la provincia de Pamplona. Al frente de la de Zaragoza se encuentra desde 2005 el valenciano Manuel Ureña.

No cabe duda de que el trato que dispensa el Vaticano no es el mismo. Y conviene señalar que, en sus orígenes, cada obispo surgía de la propia comunidad cristiana, a la que conocía bien y con la que se identificaba en esa proyección universal de la Iglesia.

El cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado del Vaticano, cargo equiparable al de primer ministro, utilizó el catalán en su visita a Montserrat hace unos días y dijo en Barcelona que el Vaticano conocía bien "la historia, los recursos y las aspiraciones de Cataluña". No es una declaración baladí. Para Aragón, es un dato a tener en cuenta ante un conflicto muy concreto con Cataluña, el de los bienes del Aragón oriental. Sobre este asunto, Enrique Ester, sacerdote colaborador de HERALDO, opina que la Santa Sede no puede propiciar una confrontación entre ambas comunidades.

José Alegre, profesor de Teología, Moral Social y Economía del Centro Regional de Estudios Teológicos de Aragón destaca que "hay un interés en que Aragón sea un abismo entre Cataluña y el País Vasco. Lo es a nivel político y lo es a nivel eclesial". José Alegre, como Enrique Ester, considera que el papel de la diócesis de Jaca en la provincia de Pamplona es el de freno ante las aspiraciones vascas, una consecuencia política aunque hunda sus razones en la historia. Juan Antonio Gracia precisa que no es que Aragón no cuente en el Vaticano, sino que no lo hace en la Conferencia Episcopal española.

"Un erial"

"Ha habido obispos que han tratado de que esto fuera un erial", asegura Alegre. "A diferencia de lo que pasa en Cataluña, aquí la normalidad es que los obispos no sean aragoneses. No hemos sido nunca capaces de pedir obispos de aquí", dice. Ya en los años sesenta, bajo el régimen de Franco, hubo una conocida campaña en Barcelona con el lema '¡Volem bisbes catalans!' (¡Queremos obispos catalanes!) precisamente cuando dejó la sede el cardenal Gregorio Modrego, uno de los pocos aragoneses que han llegado a príncipes de la Iglesia durante los últimos años. Francisco Martínez, vicario episcopal de Zaragoza y también gran conocedor del mundo eclesiástico aragonés, comparte esta visión negativa. "El clero aragonés, que ha sido muy notable, ha padecido incomprensión. No se le ha atendido y lo que ha venido no ha sido mejor", añade.

A pesar de todo, Alegre no echa todas las culpas fuera: "Aquí, en todos los niveles, cuando alguien destaca, más bien tratamos de que no lo haga". Aunque no existe como tal una Iglesia aragonesa, los obispos de Aragón, incluso el de Jaca que depende de Pamplona, se reúnen periódicamente. Sin embargo, no ha habido "un posicionamiento frente al trasvase ni frente a otras cuestiones", dice Alegre, quien destaca como primer problema de la Iglesia en Aragón el de "la enorme distancia entre los obispos, el clero y los fieles".

Otro problema sobrevenido es que el clero, envejecido, está siendo relevado con gente de otras partes del mundo, con una gran distancia y una diferencia cultural respecto a la sociedad. Muchos de ellos son latinoamericanos, aunque también hay africanos. El problema es muy grave en el medio rural. Enrique Ester considera que se está asumiendo que la Iglesia tiene que reestructurarse en Aragón. Juan Antonio Gracia dice que el horizonte es desolador pero que la situación es reversible. "Hace falta alguien que sacuda nuestra desidia", añade. Francisco Martínez estima que "hay un futuro bueno, pero de minorías", entre los que destacan muchos grupos de seglares comprometidos y muy bien formados. Martínez cree que "estamos ante un parto difícil, de pasar de una cultura de fe a la fe".

Quien no es optimista sobre el futuro en Aragón es José Alegre: "El clero se ha hecho mayor y anímicamente está muy cansado".