Teruel

Un estudio vincula los grandes incendios en la provincia de Teruel a la falta de lluvias en junio

En los últimos 30 años, las mayores superficies se han quemado en veranos precedidos de una fuerte sequía que impide que los árboles se hidraten

El incendio de Castejón de Tornos, en la fotografía, llegó este verano hasta las puertas del casco urbano.
El incendio de Castejón de Tornos, en la fotografía, llegó este verano hasta las puertas del casco urbano.
Jorge Escudero

Mucho se ha hablado de la importancia de una primavera lluviosa para evitar los incendios forestales, pero ahora un trabajo estadístico realizado por personal del Departamento de Medio Ambiente del Gobierno aragonés en Teruel detecta una fuerte correlación entre los grandes incendios forestales en esta provincia en los últimos 30 años y la falta de precipitaciones en el mes de junio, antesala del intenso calor del verano.

A esta vinculación respondería el histórico incendio que en 1994 quemó más de 18.000 hectáreas del Maestrazgo, el fuego que en 2009 arrasó los montes de Ejulve y Castelfrío y las llamas que este mismo verano de 2022 llegaron a las puertas de los cascos urbanos de localidades como Castejón de Tornos, Lechago, Castelserás y Oliete.

“En ninguna de estas ocasiones hubo precipitaciones en junio”, destaca el autor del estudio, Álvaro Hernández, actualmente jefe de la Sección de Sanidad Forestal del Servicio Provincial de Zaragoza, pero destinado en Teruel cuando recogió los datos que le han permitido relacionar la sequía en ese mes con las mayores extensiones quemadas en las últimas décadas.

Para Hernández, la hidratación del árbol justo antes de que llegue la época del calor es “clave” para que las masas forestales no ardan como una tea ante la aparición de un fuego. “Para que el incendio no se extienda, es vital que el combustible esté húmedo y junio resulta ser el mes crítico en el que la vegetación debe recibir lluvia”, recalca.

Hernández recopiló datos proporcionados por sus propios pluviómetros e información oficial aportada por la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) para elaborar su trabajo. “No se trata tanto de que haya rayos o salten chispas de maquinaria agrícola, sino de cómo se encuentra de humedad el bosque”, insiste.

El episodio de sequía de 1994, el más grave

El autor del estudio recuerda que la sequía de 1994 –se trató en realidad de un episodio que duró cuatro años, de 1993 a 1996– fue la más grave de Aragón en el último medio siglo. Advierte, no obstante, de que el clima en la actualidad está cambiando y las elevadas temperaturas que de forma constante registran los veranos restan eficacia a la lluvia frente a los incendios.

Con todo, como destaca el ingeniero forestal del Servicio Provincial de Medio Ambiente en Teruel, Felipe Rosado, los incendios registrados el pasado verano en la provincia de Teruel podrían haber sido todavía más graves dada la escasísima lluvia que cayó en junio.

A juicio de Rosado, la menor actividad que se registra en el medio rural –a menudo afectado por la despoblación–, unida a la rápida reacción de los operativos contra incendios –extremadamente cuidadosos en un verano con muy mal pronóstico–, evitaron que los fuegos se propagaran por mayores extensiones.

Para Hernández, el análisis de la estadística de precipitaciones en Teruel en los últimos 30 años puede ser útil a la hora de prever qué zonas van a estar más secas en verano ante la ausencia de lluvias en junio. De acuerdo a esta predicción, reforzar los medios humanos y materiales anti incendios en aquellas zonas que se encuentran más vulnerables ante el calor podría ser una solución.

Junto a ello, la rápida intervención de los medios forestales y la limitación de ciertas actividades en las horas de mayor temperatura son, en opinión de Felipe Rosado, medidas imprescindibles para hacer frente a los incendios en verano.

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