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Ventura y Pérez Langa, primeros triunfadores de la Feria del Ángel

El hispano-luso y el aragonés salieron a hombros tras cortas dos orejas cada uno. Rui Fernandes se quedó sin puerta grande. 

Mario Pérez Langa y Diego Ventura, en la salida a hombros.
Mario Pérez Langa y Diego Ventura, en la salida a hombros.
Jorge Escudero

Tardó, pero llegó. Hubo que esperar al quinto toro para ver al verdadero Diego Ventura, al que, con permiso de los puristas del norte, es el máximo exponente del rejoneo actual. Unos dirán que si lo fuese ayer hubiese toreado en Pamplona, donde Pablo Hermoso también salió ayer a hombros en el centenario de la Monumental; otros lo justificarán en los vetos… El caso es que ayer Teruel se benefició de que el hispano-luso se abrazase al Torico y no a San Fermín.

Y decimos torico porque ese quinto de Aurelio Hernando, noble, alegre, no llegaba a toro pero sí permitió una faena de lío gordo. Desde la salida, en la que Ventura -sabedor de que debía enmendar el fiasco de su primero- lo esperó en la puerta de toriles, hasta un final en el que las dos orejas declararon el triunfo.

Diego se exhibió citando en largo, con las banderillas largas al quiebro, y también en corto; por derecho y con redondos… Fue un espectáculo completo del rejoneador y su cuadra. Tanto, que se gustó y llegó a escuchar un aviso. Daba igual. Para entonces, la puerta grande estaba asegurada. Y ni siquiera un primer fallo con el rejón de muerte impidió que saliera a hombros.

Lo acompañó un Mario Pérez Langa que también fue de menos a más. Con su primero, anduvo nervioso. Y el toro, un manso declarado de salida, tampoco colaboró para que la faena tomara vuelo.

Después, con el que cerró plaza, el bilbilitano se entonó y pudo mostrar su repertorio. Más espectáculo que ajuste y acierto en la ejecución, sí, pero le valió para cobrar otras dos peludas -excesivas- que le abrieron la puerta grande.

El único que salió a pie fue Rui Fernandes. Se tuvo que conformar con pasear una oreja del cuarto, el toro más hecho de la corrida, que permitió una labor sin alardes pero de hacer las cosas bien de principio a fin. Antes, con el que abrió plaza, el portugués también había ofrecido un concepto puro, citando de frente en los quiebros, pero el rejón de muerte cayó trasero y abortó cualquier opción de triunfo. Si es que las había. 

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