La sima de San Pedro, a vista de dron

La enorme cavidad de unos 90 metros de diámetro y 108 de profundidad, ubicada entre los municipios turolenses de Oliete y Ariño, alberga un refugio de biodiversidad único en Europa

Vista aérea de la Sima de San Pedro
Vista aérea de la Sima de San Pedro

Hace pocos días, un tuit compartido por miles de personas mostraba una de las maravillas naturales de Aragón: la sima de San Pedro de los Griegos, ubicada entre Oliete y Ariño, en la comarca de Andorra-Sierra de Arcos. El mensaje compartido en las redes sociales incluía un vídeo -lleva más de 60.000 visualizaciones- grabado con un dron sobre la enorme hendidura de 108 metros de profundidad que se encuentra en el término municipal de Oliete.

En realidad, estas imágenes no son nuevas sino que fueron grabadas hace un par de años por la Asociación para la Conservación de los Falcónidos, compuesta en su mayoría por un grupo de ornitólogos aragoneses.

En el interior de esta cavidad, de unos 90 metros de diámetro, se encuentra un lago de 22 metros de fondo rodeado en parte por una zona de tierra. Desde su superficie hasta el exterior distan 86 metros. “El cercano río Martín, a 40 metros sobre el nivel del lago, le suministra caudal, de ahí que parte del agua del río se infiltre a través de las calizas y dolomías del periodo Jurásico inferior”, explica Juan Carlos Gordillo, vicepresidente y uno de los fundadores del club de espeleología El Farallón, de Montalbán. Gordillo ha explorado más de 500 cuevas de la provincia.

“Aunque a primera vista parezca que la sima se encuentra carente de vida, en realidad nos encontramos ante un refugio de biodiversidad sin equivalente en Europa, donde convive una nutrida y diversa comunidad vertebrada formada por unas 25 especies. Cohabitan poblaciones de anfibios, reptiles, aves y mamíferos, y entre estos últimos destacan como comunidad protegida diez especies de murciélagos”, recoge uno de sus textos escritos junto a José Royo acerca de la la sima de San Pedro de los Griegos.

“Lo utilizan tanto aves como mamíferos y es una zona bastante buena para aves como la grajilla, la chova piquirroja y otros pequeños pájaros que buscan allí su refugio”, cuenta Ricardo Pérez, ornitólgo de la Asociación para la Conservación de Falcónidos.

Especies como el estornino, el murciélago rabudo o la rana común han escogido un lugar que les ofrece agua y reguardo frente a los depredadores.

Sobre el origen de la sima, el estudio citado de Juan Carlos Gordillo y José Royo señala que tuvo lugar “por el colapso del techo de una gran sala subterránea que las aguas habían ido formando; al ceder dicho techo, se originó esta sima de hundimiento. Única desde el punto de vista geológico en nuestro continente, es fácil encontrarla, sin embargo, en países tropicales debido a la gran cantidad de precipitaciones y a las características del suelo”.

El pasado mes de febrero, el Centro de Estudios Espeleológicos Turolenses y el Parque Cultural del Río Martín, en colaboración con el Instituto Pirenaico de Ecología comenzaron unos trabajos de sondeo en el lago “para extraer sedimento y así poder datar la sima”.

Primeras aproximaciones

Gordillo y Royo referencian en su publicación que las primeras exploraciones de las que se tiene constancia “fueron publicadas por Cels Gomis i Mestres (1841-1915), miembro de la Associació Catalana d’Excursions Científiques, que efectuó un descenso en el año 1880. Él mismo explicaba cómo lo realizó, "a riesgo de sus vidas", mediante un torno instalado por una compañía francesa que tenía la concesión de la explotación del guano de las aves (palomina) y realizaba su extracción”.

También se mencionan otras referencias a exploraciones que hablan de “un descenso efectuado en 1831 por unos jóvenes de Oliete; en 1856 por otros jóvenes de Ariño y en 1864 por trabajadores que restauraban la cercana capilla de San Pedro de los Griegos”.

El estudio de Gordillo y Royo señala que “no obstante, se cree que el primero que bajó a la sima fue un hombre de Oliete en 1810, que, según describe Gomis en su extracto de los libros parroquiales, lo hizo por "fanfarronada", comentando además que "el agotamiento fue tal que debió de guardar cama durante mucho tiempo»".

El mundo de la espeleología no ha sido ajeno a esta cavidad y son muchos los espeleólogos que han descendido por ella. “En los 80, se celebraron campeonatos de espeleología a nivel nacional e internacional. Aparte de una prueba técnica que se realizaba en un barranco cercano, se disputaba otra de esfuerzo que consistía en bajar y subir la sima en el menor tiempo posible”, recuerda Gordillo.

Por desgracia, la sima de San Pedro también fue escenario de un triste episodio: el fallecimiento del espeleólogo zaragozano José Ignacio Contamina Serón, el 26 de julio de 1987.

El joven, de 23 años, realizaba el descenso junto a un compañero y según las primeras informaciones aparecidas en la prensa en días posteriores al suceso “un desvanecimiento pudo provocar su caída cuando se hallaba a 60 metros del final de la sima”.

José Ignacio tuvo tiempo de incorporarse y pedir ayuda, que le proporcionó el otro espeleólogo. Pero este no pudo hacer nada por salvar su vida y "allí, en sus manos, murió”, relataba una noticia publicada en HERALDO el 5 de agosto de aquel año. Hoy, una placa sigue recordando a José Ignacio Contamina Serón en este lugar.

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