Raúl Jiménez: "Estamos trabajando para evitar que Albarracín tenga un turismo masificado"

Fue nombrado hace un mes alcalde de uno de los pueblos más bonitos y visitados de España. El regidor sustituye al recientemente fallecido Francisco Martí.

El alcalde de Albarracín, Raúl Jiménez, con las típicas casas de yeso al fondo.
El alcalde de Albarracín, Raúl Jiménez, con las típicas casas de yeso al fondo.
Jorge Escudero

Albarracín es la localidad turística por excelencia de la provincia de Teruel. ¿Qué beneficios le ha reportado este sector a uno de los pueblos más bonitos de España?

El turismo es el principal motor económico de Albarracín. Hemos pasado de contar con una micro industria en los años ochenta a tener en la actualidad más del 90% de nuestra actividad dedicada a este sector.

Pero también ha permitido asentar población, ya que es de los pocos municipios que conservan un colegio e Instituto de Educación Secundaria

Sí, desde luego. El turismo nos ha dado un nuevo impulso y esperanza en el futuro. Ahora hay muchos jóvenes que apuestan por quedarse a vivir en la localidad.

¿También lleva inconvenientes aparejados?

No deja de ser una población de mil habitantes que tiene muchos servicios, pocos ingresos propios pero también muchos gastos. Mantener el pueblo bonito lleva un sobresfuerzo de personas y un notable coste económico, para cuya financiación tenemos que pelear con otras administraciones.

En la asamblea internacional de la Federación de los pueblos más bonitos del mundo, celebrada en Albarracín hace unos meses, se habló del abandono de los cascos históricos que sufren estos municipios. ¿Es ese también su problema?

Luchamos porque no ocurra. De hecho, mientras que en otras ciudades abundan las casas derruidas, en Albarracín apenas hay edificios abandonados. Somos, en este caso, un ejemplo a seguir en la recuperación del patrimonio. Pero una de las propuestas barajadas en la asamblea fue la de acceder a ayudas específicas para que estos municipios puedan mantener sus singularidades y sean repoblados los centros de las ciudades.

¿Hay riesgo de que el casco antiguo se convierta en un mero decorado para turistas pero sin actividad?

Desde luego la amenaza existe, porque reconozco que no es ni cómodo ni barato vivir en el centro histórico. Las viviendas tienen precios desorbitados, pero también hay cada vez más personas que aspiran a vivir aquí y por eso hay que fomentar ese interés para que las calles y plazas históricas no se conviertan en un museo sin vida.

¿Y qué se puede hacer para evitar el éxodo de los vecinos a otros barrios?

Hay que poder compatibilizar la vida cotidiana con el turismo y la cultura. Por ejemplo, no se pueden sacar del casco histórico los contenedores de basura, sino soterrarlos. Hay que peatonalizar pero con excepciones. Los vecinos tienen que poder acceder con sus coche a sus viviendas para descargar o por el mero hecho de regresar de un supermercado. Hay que facilitarles la vida a los vecinos, no ponerles demasiadas trabas.

En grandes ciudades, como Barcelona, se está cuestionando la excesiva masificación turística. ¿Es un tema que le preocupa?

Claro que sí, y por eso estamos trabajando desde hace años en promocionar un turismo de calidad alejado de la masificación. Y lo estamos consiguiendo de la mano de la Fundación Santa María, que está haciendo un enorme esfuerzo en darle vida a ese gran patrimonio que tenemos ya restaurado ofreciendo una actividad cultural de gran nivel. Ahora vamos a promocionar otro museo más que lo va a gestionar la Fundación.

¿A qué se va a dedicar este nuevo espacio cultural?

Será un museo del territorio, con el fin de que todos los visitantes que tiene Albarracín puedan conocer el gran potencial de nuestra Sierra y que los demás pueblos también se puedan beneficiar del enorme volumen de turistas que llegan a nuestra ciudad.

¿Es excesivo el número de visitantes en verano?

Los fines de semana puede llegar a quintuplicarse la población, pero nuestro turismo, aunque desde luego hay un aumento en verano, no es tan estacional como en otras ciudades. Está más repartido a lo largo de todo el año.

Ha hablado de la Fundación Santa María. ¿Su papel ha sido clave en el desarrollo de Albarracín?

Ha sido decisiva en la promoción y en darle vida al patrimonio restaurado. Todo el mundo conoce casos en los que se ha invertido un dineral en la recuperación de un edificio que luego permanece cerrado. Eso aquí no ocurre.

¿La población registra elevadas tasas de paro?

Hay muy poco paro; no superará la veintena de personas. Pero yo creo que aquí quien quiere trabajar, trabaja, porque en torno al turismo se ha creado un pequeño germen de negocios relacionados con la artesanía o la agroalimentación, como mermeladas de la vega del Guadalaviar, quesos, carpinterías, forjas, que permiten trabajar.

¿Cuáles son sus proyectos más inmediatos en materia de infraestructuras?

Conseguir con fondos Feder la financiación suficiente para poder terminar la última fase del proyecto de iluminación artística, una iniciativa ambiciosa en la que llevamos trabajando 6 años, y que afectaría al tramo de muralla visible desde el pueblo. También queremos abordar el soterramiento de cableado.

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