PSOE-ARAGÓN

Iglesias renuncia a otro mandato y convulsiona la política aragonesa

Marcelino Iglesias no optará en 2011 a un cuarto mandato consecutivo como presidente del Gobierno aragonés. El jefe del Ejecutivo autonómico anunció ayer, en declaraciones a la cadena Ser, que renuncia a ser otra vez el candidato del PSOE. La decisión, aunque ya había sido planteada en determinados ámbitos tras su victoria en las elecciones de 2003, altera la vida interna del partido socialista y convulsiona sorpresiva y drásticamente el panorama político de la comunidad en medio de una coyuntura de crisis económica.


El presidente aragonés ha tenido, al menos, dos claras ocasiones para anunciar el final de su ciclo político: tras el triunfo en las elecciones de 2007 o en el reciente congreso autonómico de Teruel. Sin embargo, ha preferido esperar a la culminación de la Expo de Zaragoza, una suerte de escaparate para exhibir los logros del Aragón de la última década, y a volver a salir victorioso del debate sobre el estado de la comunidad.


A su modo de ver, a dos años y ocho meses de la próxima cita con las urnas autonómicas, "es el momento oportuno" de hacer pública su decisión, ya que el PSOE aragonés tendrá "tiempo para preparar este nuevo momento" y escoger a la persona que asuma el liderato para presentarse a las elecciones. "Es mejor abordarlo ahora que no dar una sorpresa a última hora en el partido", agregó.


Iglesias señaló que "diez años en la presidencia de un gobierno" es "tiempo suficiente para desarrollar una tarea política, sobre todo para no convertirse en imprescindible, sobre todo porque ya saben lo que les pasa a los imprescindibles". El presidente comentó que su coalición con el PAR "ha funcionado razonablemente bien" y ha demostrado que "Aragón se puede gobernar con normalidad, como cualquier otra autonomía".

Sucesión sin delfines


El PSOE aragonés ha vivido los nueve años más dulces de su historia de la mano de Iglesias, que arrebató el poder al PP en 1999 con una jugada de pirueta malabar en confabulación con el PAR (solo 33 escaños entre los dos partidos, a uno de la suficiencia de voto) y el apoyo de IU y CHA en determinados momentos y cuestiones. En 2003 consolidó su posición al lograr un Gobierno de coalición que sumaba mayoría absoluta, un resultado que reeditó en los últimos comicios con la añadidura de potenciar la fuerza parlamentaria socialista hasta los treinta escaños.


La imagen y el poder de Iglesias ha crecido en paralelo a esa trayectoria de tal manera que su renuncia abre una complicadísima etapa sucesoria. Por un lado, se especula con la posibilidad de que también deje la presidencia de la DGA antes de 2011, aunque desde su entorno más cercano se asegura que tiene intención de "agotar el mandato" y, además, en cualquier caso se mantendrá como secretario general autonómico hasta 2012. Por otra parte, su figura ha oscurecido de forma poderosa a los posibles relevos y tampoco se ha encargado de alimentar delfinatos.


La única persona que ostentó esa posición intangible fue la ex consejera de Educación y Cultura, Eva Almunia, pero su marcha a la Secretaría de Estado de Educación hace unos meses, justo después del dislate cometido con las monjas de Sijena, se leyó en clave de destierro. Pero, ¿fue en realidad una operación para proteger a Almunia del desgaste político que le generaba una consejería con demasiados frentes polémicos? No se tardará mucho en saber la verdadera lectura de aquel episodio.


En realidad, y con objetividad rotunda, quien ahora posee el mejor cartel para recoger con garantías sociales y mediáticas los trastos de Iglesias es el alcalde de Zaragoza, Juan Alberto Belloch. Sus principales problemas son la escasez de apoyos internos fuera de Zaragoza ciudad, su antagonismo con Iglesias y la existencia de enemigos jurados en el corazón mismo de Ferraz.


La situación del presidente de la Diputación de Zaragoza, Javier Lambán, es diametralmente opuesta: no goza de un perfil carismático, pero su peso orgánico es crucial y tendría respaldos de primera línea en Huesca y en Teruel en una clave de negociación multilateral. Víctor Morlán, el secretario de Estado de Planificación (número tres del Ministerio de Fomento), es la cuarta figura en discordia. Cuenta con determinados partidarios en Huesca y, entre las alternativas sucesorias, es el único con contacto directo con Rodríguez Zapatero.


En un escalón inferior, por motivos diferentes, aparecen nombres como Francisco Pina, que, si Iglesias decide dimitir antes de 2011, sería una opción de interregno para preparar otra candidatura, o Javier Velasco, el hombre fuerte de Teruel y con acreditada experiencia de gestión que, aunque no opte al máximo puesto, será siempre pieza clave en el equilibrio territorial. Tampoco hay que olvidar como un tapado de lujo al senador oscense José María Becana, integrante del núcleo duro altoaragonés y portador de mucha de la materia gris socialista. Por el contrario, el alcalde de Barbastro y presidente de la Diputación de Huesca, Antonio Cosculluela, no parece estar por la labor de entrar en la liza regional.

Rudi y la crisis económica


En cualquier caso, lo que resulta evidente es que el adiós del único líder natural, con alcance social y control orgánico, traslada a su partido los problemas sucesorios que el PP aragonés acaba de resolver con la presidencia in pectore de Luisa Fernanda Rudi. Hasta ahora, eran los populares quienes tenían que devanarse la sesera para encontrar un portaestandarte capaz de contraponerse a Iglesias, pero las tornas han cambiado. La ausencia del de Bonansa en las elecciones de 2011 agranda la figura de la expresidenta del Congreso y camufla algunos inconvenientes que conlleva su imposición desde Génova. La carga de la prueba pasa al PSOE en la búsqueda de un rival de nivel.


A esa cuestión, los socialistas suman la pésima coyuntura económica y un cierto aire de agotamiento gubernamental. De hecho, una de las primeras medidas que abordará en breve el nuevo (en su perspectiva de futuro y proyecto personal) Iglesias será un cambio en su Ejecutivo como plan de choque y planeamiento escénico ante la delicada situación.