tercer milenio

La riada de piedras en Ordesa que intriga a los científicos

Investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales y técnicos de la CHE estudian qué hay detrás del espectacular desprendimiento ocurrido el pasado junio en el valle de Pineta del Parque Nacional, y su relación con otro fenómeno ocurrido dos meses y medio después que destruyó un puente.

Toma de datos con láser terrestre móvil en la zona donde se produjo el fenómeno.
Toma de datos con láser terrestre móvil en la zona donde se produjo el fenómeno.
Juan Antonio Ballesteros

Un desprendimiento ocurrido en el valle de Pineta en junio, seguido dos meses y medio después de una riada de piedras que destruyó el puente de uno de los parajes más conocidos del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, tiene intrigados a los científicos. ¿Son fruto del cambio climático? ¿Se trata de hechos extraordinarios? Preguntas por ahora sin respuesta que pretenden aclarar tanto la dirección del espacio protegido como la Confederación Hidrográfica del Ebro, con ayuda de investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales.

Retrocedamos hasta aquel 20 de junio. "Ese día hubo un desprendimiento impresionante en la zona de Esparrets. Coincidió en un día de censo de sarrios y teníamos a dos personas en Faja Formosa. Activamos al 112 porque no sabíamos si les podía haber cogido", cuenta la directora del Parque Nacional, Elena Villagrasa. El helicóptero de la Guardia Civil, que sobrevoló la zona para descartar la existencia de víctimas, pudo comprobar la magnitud del fenómeno y grabarlo en vídeo.

El 6 de septiembre, en la misma área, una tormenta destruyó el puente de la pista de los Llanos de Lalarri. La precipitación medida en el parador de Pineta fue de 30 litros por metro cuadrado, no muy abundante para lo acostumbrado en la cuenca alta del Cinca. "Cuando lo fuimos a ver era impresionante: se llevó el puente, la barandilla, la pared, dejó unos bolos del tamaño de una casa encima de la propia pista", describe Villagrasa. "El Greim fue a rescatar a un montañero que dice que oyó una tronada como nunca. Llamó muerto de miedo. No era el agua o los truenos, era la ladera que se vino abajo".

Zona del puente que ha quedado arrasado por la fuerza del agua.
Zona del puente que ha quedado arrasado por la fuerza del agua.
P. N. Ordesa

La hipótesis de trabajo es que ambos fenómenos están relacionados. El agua de lluvia movilizó las rocas del desprendimiento de junio y las lanzó por la cuenca del Cinca, imparables, como un río de bloques de piedra, lo que los científicos llaman un ‘Debris flow’ (flujo de depósitos).

El Parque Nacional, interesado por conocer más sobre lo ocurrido, contactó con el Museo Nacional de Ciencias Naturales y con la Confederación Hidrográfica del Ebro. "Si volvemos a colocar el puente en el mismo sitio a lo mejor se lo vuelve a llevar. Hace 20 años ya se vio afectado por un alud. Queremos saber las dimensiones del fenómeno y las causas. Son hechos imprevisibles e imparables", dice la directora, no se sabe si relacionados con el cambio climático, la estabilidad de la roca, la fusión del suelo...

Juan Antonio Ballesteros, geólogo del Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC), se desplazó a la zona para tratar de cuantificar la magnitud y las causas del suceso. Él investiga sobre los peligros asociados a la hidrología en el contexto del cambio global fusionando geomorfología, climatología y silvicultura. "Las regiones de montaña se caracterizan por eventos hidrogeomorfológicos extremos que pueden afectar a infraestructuras, activos económicos y culturales y poner en riesgo el bienestar de las personas", aclara.

Científicos del Museo de Ciencias Naturales tomando muestras de los árboles para analizar los anillos, en la zona afectada de Ordesa.
Científicos del Museo de Ciencias Naturales tomando muestras de los árboles para analizar los anillos, en la zona afectada de Ordesa.
Juan Antonio Ballesteros

Ha realizado un análisis de la vegetación (si hubo un fenómeno similar en el pasado quedaría constancia en los anillos de crecimiento) y de la topografía mediante drones y escáner con láser.

"Uno de nuestros objetivos es saber si este tipo de eventos han ocurrido en el último siglo. Para ello hemos muestreado vegetación de la zona y estamos analizando los resultados, pero muy preliminarmente nos hemos dado cuenta de que un evento así no ha ocurrido al menos en los últimos 60 años", explica.

El otro objetivo es tratar de entender los mecanismos que lo han desencadenado. "Trabajamos bajo la hipótesis de que la caída de rocas en la cabecera en junio aportó mucha carga de sedimentos cerca del canal. Unas lluvias que tampoco fueron muy intensas, y quizá otras cosas, favorecieron la magnitud del evento".

No se atreve a usar la palabra extraordinario, pero tampoco la descarta. La certeza ahora mismo es que al menos en los últimos 60 años no había ocurrido nada similar. "Es un tipo de fenómeno que se da en zonas de montaña", indica, recordando que la fusión del permafrost está condicionando la estabilidad de las laderas.

¿Serán más frecuentes los desprendimientos a partir de ahora por el deshielo del suelo? Es la preguntad del millón, dice Ballesteros. Hay factores que apuntan a una respuesta positiva, sea por el suelo helado, las tormentas más intensas y localizadas o la fusión de los glaciares. Otros podrían ir en contra. Históricamente han ocurrido y van a seguir ocurriendo, y es posible que en algunos sitios con mayor frecuencia, dice. "Lo que está claro es que si hay más población en los valles se generarán más problemas".

Precisamente él es investigador principal del proyecto Extreem, que analiza eventos extremos en el Pirineo central, como inundaciones torrenciales y flujos de derrubios, a través de los anillos de crecimiento de árboles y arbustos. También está implicado en otros estudios sobre la fiabilidad futura de las infraestructuras hidráulicas en zonas de montaña en las condiciones de cambio climático, como las defensas de Canfranc, que llevan 100 años instaladas.

Una de las vigas del puente, que fue arrastrada 500 metros por la colada de piedras.
Una de las vigas del puente, que fue arrastrada 500 metros por la colada de piedras.
Pablo Munilla/CHE

Además de los investigadores del Museo de Ciencias Naturales, la CHE también ha realizado vuelos con drones en la zona para saber qué pasó, sobre todo porque si hay que instalar un nuevo puente deberá diseñarse para evitar que otro fenómeno similar lo arrase nuevamente. Pablo Munilla, consejero técnico del área de Control de Dominio Público Hidráulico de la CHE, dice que se encontró con detalles "sorprendentes". Las vigas de 2 toneladas y 10 metros que sujetaban la estructura aparecieron a 500 metros.

"Intentamos averiguar si se podría repetir a corto plazo o no", señala Munilla. Él lo compara con la riada en el torrente de Arás que destruyó el campin de Biescas, con la diferencia de que en Ordesa no hubo víctimas. "Lo que todos intuimos es que lo ocurrido en junio y en septiembre son hechos relacionados, pero habrá que comprobarlo". A priori no cree que tenga que ver con el cambio climático sino que son fenómenos, dice, "consustanciales con la alta montaña".

​Los precedentes de los Alpes

"Cada vez más gente frecuenta la montaña y estamos viendo en directo el resultado de los procesos geológico", comenta Ánchel Belmonte, director científico del Geoparque Sobrarbe-Pirineos, refiriéndose a los vídeos que muestran espectaculares caídas de piedras, la última el 28 de septiembre en el circo de Cotatuero del Parque Nacional. Unas imágenes amplificadas por las redes sociales que pueden hacer sospechar que los desprendimientos son cada vez más frecuentes por el cambio climático, pero que este geólogo considera "absolutamente comunes" en la alta montaña. "Varía la escala, la magnitud, pero se trata de zonas muy escarpadas y sometidas a procesos cargados de energía", con múltiples detonantes, como lluvias, microseísmos...

Grandes desprendimientos ocurrido en los Alpes el pasado verano se asocian a la fusión del permafrost, como el derrumbe de un histórico refugio de montaña en el macizo del Mont Blanc. Ocurrió en agosto, un mes después de la tragedia del glaciar de la Marmolada, la mítica montaña de las Dolomitas, que dejó 11 víctimas mortales.

Las dimensiones de los Pirineos son más reducidas y el clima mediterráneo ya ha fundido buena parte del permafrost, afirma Belmonte. Aunque cualquier desprendimiento sea motivo de preocupación, considera que no es algo nuevo ni generalizado. En este sentido recuerda el derrumbe ocurrido en 2017 en el Monte Oroel, u otro anterior en la cara sur de Gratal. Ninguno, dada su altitud, relacionado con el deshielo. "Son zonas escarpadas que se caen". En los "interesantes" fenómenos acontecidos este verano en el Parque de Ordesa, precisa, "habrá que verificar si tuvo que ver con la fusión del suelo helado". En opinión del director científico del Geoparque, "merecería la pena evaluar la presencia de permafrost en el área de origen de cara a la prevención de riesgos geológicos".

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