Los turistas que este verano han pasado por Roda de Isábena y se han detenido a admirar el exterior de la llamada catedral , que ostenta ser la más antigua de Aragón y la más pequeña de España, han podido ver que en lo más alto de la torre, encima del campanario, está creciendo un árbol. Se trata de una higuera (parece por la anchura de la hoja) que debió caer ahí por azar, transportada por algún pájaro en forma de esqueje o de raíz. El Obispado de Barbastro-Monzón está estudiando la manera en la cual se puede llevar a cabo a su retirada.

El párroco de Roda de Isábena, Aurelio Ricou, explica que en el momento en el que vieron que el árbol crecía se informó a la Delegación de Arte de la Diócesis. Fuentes del obispado han indicado que se está buscando una solución porque "es complicado", ya que el acceso debe llevarse a cabo desde el exterior y hay que buscar una empresa especializada en realizar trabajos en altura. 

El párroco comenta que no está claro en qué momento empezó a germinar el arbusto, pero su crecimiento se hizo vivible tras la lluvias que precedieron a la sucesivas olas de calor del verano, que empezaron a mediados de junio. La mayor preocupación estriba en el daño que las raíces pueden hacer a la torre. 

No es la primera vez que se produce algo parecido en la excatedral, de origen románico aunque objeto de numerosas modificaciones a lo largo de los siglos. "Han crecido ramas con hojas en algún hueco del tejado, transportadas por el viento o los pájaros, pero se han podido retirar con ayuda de una grúa", detalla Ricou 

La higuera, por capricho de la naturaleza, se está abriendo paso en la repisa donde el campanario se une con el chapitel piramidal que lo remata. Debido a ello hay que actuar desde fuera. 

Las siete encinas de Lucca

El árbol de la excatedral de San Vicente de Roda de Isábena invita a recordar las siete encinas que se yergen en lo lato de la Torre Guinigi, en la ciudad de Lucca (Italia). A finales de la Edad Media y principios del Renacimiento, en los pueblos de la región de la Toscana, las familias adineradas competían a la hora de construir los torreones más altos para demostrar su poder y riqueza.

Algunas de esas torres (solo en Lucca había 250) han llegado al siglo XXI en buenas condiciones y se han convertido en atractivos turísticos. Es el caso de la que perteneció a los Guinigi, que tiene 44,25 metros de altura. A su parte superior se accede, previo pago, no solo para contemplar la belleza de esta zona de Italia sino para ver los siete árboles que a mediados del siglo XIV plantó allí una familia de ricos comerciantes. Los visitantes no dudan en subir los 231 escalones que, mediante una estructura metálica interior, conducen a la peculiar terraza.