Adiós a uno de los últimos ultramarinos que resiste en los pueblos de Huesca

Este miércoles, Pilar Ciprés cierra su tienda de Angüés poniendo fin a la historia de dos generaciones de comerciantes. "Con cada servicio que se pierde, se muere un poco el pueblo", lamenta. 

Este miércoles será el último día para este ultramarinos de Angüés regentado por Pilar Ciprés.
Este miércoles será el último día para este ultramarinos de Angüés regentado por Pilar Ciprés.
Verónica Lacasa

Hoy, 31 de agosto, será el último día de trabajo para Pilar Ciprés en su tienda de ultramarnos de Angüés. Cuando baje la persiana esta noche, pondrá fin a la historia de Autoservicio Ciprés y a sus 40 años de trabajo detrás del mostrador. El cierre de este comercio local es algo más que un punto final al negocio familiar de dos generaciones. Representa la pérdida de un servicio fundamental en la España vacía. La ausencia de tiendas donde abastecerse, y más para una población envejecida, es otro motivo que anima a cerrar también la casa y emigrar. 

Es la única tienda de ultramarinos en la zona oeste de la Comarca de la Hoya de Huesca. Cubría un montón de localidades desde Huesca a Barbastro, pero nadie garantiza el relevo para poder mantener abiertas las puertas. 

En Autoservicio Ciprés hay de todo: carnicería, alimentación, tabaco... Pilar la heredó de sus padres y la ha ido transformando. "Llevo 40 años trabajando, 363 días al año, y ha llegado un momento en que tengo que cerrar porque sé que no tiene continuidad. Mis hijos han acabado sus carreras, de Farmacia y medicina, y es muy difícil que se dediquen a esto", lamenta. 

Esta semana, en el negocio cunde la tristeza. "Es un servicio al pueblo, porque no hay ninguna tienda en la zona, desde Huesca a Barbastro en una circunferencia de 30 kilómetros. Nada. De carnicería no hay nada, ni en la sierra de Guara. La de Abiego se fue, en Sesa había una y también... Hace muchos años que solo quedamos nosotros", explica Pilar. 

Pilar Ciprés con una cliente en sus últimas horas de trabajo.
Pilar Ciprés con una cliente en sus últimas horas de trabajo.
Verónica Lacasa

El 80% de su negocio es la venta de carne. Tiene una clientela fija porque la parte toda a mano. Abría todos los días de la semana, excepto los lunes, día que aprovechaba para para hacer papeles o ir al banco. Y cuando la panadería del pueblo cerró, buscó quien le proveyera de pan. "Todo por que el pueblo no se quede sin servicios".

La tendera reconoce que el cierre del local era "una muerte anunciada". "Me duele porque soy una enamorada de mi pueblo. Estudié una carrera en Zaragoza pero me vine aquí. Y si no hubiera tenido este negocio de mis padres, me hubiera montado otro, el que fuera".  

Su lamento también es porque Angüés se quede con un servicio menos. "Hemos perdido tanto los pueblos...", asegura, criticando que ninguna institución le ha ayudado durante todo este tiempo a mantenerlo. "En un pueblo no tendría que haber las mismas exigencias que en una tienda de la capital que hace una caja 30 veces mayor. Se habla mucho de las ayudas a los pueblos y yo no lo he vivido". 

Para las personas de más edad,, sin coche propio y cada vez con menos servicios de transp0orte público, constituye un problema quedarse sin tienda. "Ahora tendrán que depender de sus hijos. Mucha gente mayor que venía para el verano, pues igual ni se lo plantean. Eso es contribuir a la despoblación".   

En otros municipios, la ausencia de tiendas se ha suplido con un transporte social para trasladar a los vecinos a localidades cercanas, donde se ubican el mercado o el centro de salud. Es el caso de Montanuy, que ya lleva 10 años facilitando el desplazamiento en taxi a sus vecinos, por el precio simbólico de 1,5 euros, para evitar que cierren las casas.

En Angüés viven más de cien personas. Ha sido cabecera de una amplia zona de municipios de la Hoya de Huesca. Antes había banco, cuartel de la Guardia Civil, farmacia, restaurante... "Ahora nos han quitado también el cajero y para todo tenemos que ir a Huesca. Cada servicio que se pierde se muere un poco el pueblo", lamenta esta comerciante que desde mañana ya no levantará la persiana de su ultramarinos.  

      

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