Ignacio Pérez-Soba: "Vivimos de espaldas al monte, solo vemos en él ocio y paisaje"

El decano del Colegio Oficial de Ingenieros de Montes en Aragón, reelegido por cuarta vez, critica la existencia  de "cientos de miles de hectáreas en situación de abandono manifiesto". 

Ignacio Pérez-Soba es decano del Colegio Oficial de Ingenieros de Montes en Aragón.
Ignacio Pérez-Soba es decano del Colegio Oficial de Ingenieros de Montes en Aragón.
Toni Galán

Ignacio Pérez-Soba (Lérida, 1972) ha sido reelegido recientemente decano del Colegio Oficial de Ingenieros de Montes en Aragón. Inicia su cuarto mandato. Con 24 años de experiencia, es funcionario del Cuerpo de Ingenieros de Montes de la DGA y trabaja en el servicio provincial de Agricultura, Ganadería y Medio Ambiente de Zaragoza.

España es el tercer país de Europa con mayor superficie forestal. Quién lo diría, pensando en los frondosos bosques nórdicos y centroeuropeos.

España es objetivamente un país cada vez más forestal, pero tenemos muy poca conciencia de ello y además tendemos a comparar nuestros montes con los del centro y norte de Europa, evidentemente mucho más arbolados, pero también con menor biodiversidad. En Aragón se da una gran variabilidad, desde el valle del Ebro hasta el Pirineo.

¿Los montes aragoneses gozan de buena salud?

Su estado es de enorme debilidad. La gestión forestal lleva décadas sumida en la marginalidad casi absoluta, en todos sus aspectos menos en el de la extinción de incendios. Se ha convertido en un tópico que, a base de repetido, nadie parece dispuesto a cambiar. Sin gestión, las masas irán evolucionando hacia modelos de combustible más peligrosos desde el punto de vista de los incendios, y la población se irá desvinculando, aún más si cabe. Solo nos acordaremos para nuestro ocio, como un elemento del paisaje o como un espacio de catástrofes cíclicas.

El abandono del medio rural está aumentando la masa forestal de forma descontrolada. Tener más árboles no siempre es positivo.

Lo que hace la naturaleza ahora es reparar las heridas previas que le causó el ser humano. Esta expansión de la vegetación forestal ha de ser vista como una oportunidad, como reto de gestión interesante, al cual desgraciadamente no se está dando la respuesta adecuada, porque se deja abandonadas a estas nuevas masas. Afrontamos un grave retraso histórico en materia de planificación, ordenación y gestión forestal.

¿Y cómo deberíamos reconducirlo?

El monte debe gestionarse de una manera multifuncional. Su expansión nos ofrece un material ecológico de primer orden. Es una pena que haya decenas de miles de hectáreas, si no centenares de miles de hectáreas, en situación de abandono manifiesto, hasta el punto de que no se sepa ni quién es su propietario. Se ve como una amenaza lo que es una oportunidad. La ingeniería de montes nos ofrece la posibilidad, mediante la gestión, de maximizar los beneficios económicos y ecológicos: la captación de CO2 en la lucha contra el cambio climático, la batalla contra la erosión y el control de las avenidas torrenciales, la conservación de la biodiversidad o la producción de multitud de recursos forestales sostenibles. En una época en la que estamos tan preocupados por la descarbonización, los montes nos dan los productos forestales renovables, una oportunidad magnífica que estamos aprovechando en una medida ínfima.

¿No se hace nada para evitar ese abandono?

Aragón, en conjunto, presenta un problema básico de desvinculación con sus montes. Resultan totalmente ajenos a la vida cotidiana de la inmensa mayoría de los ciudadanos, porque la población aragonesa que tradicionalmente fue rural, hoy es mayoritariamente urbana: más de la mitad de los aragoneses viven en Zaragoza.

¿Quiere decir que Aragón da la espalda a sus montes?

Claramente. La población urbana los ve como un lugar donde disfrutar el ocio, y no solo ignora por completo los fundamentos más básicos de la gestión forestal sino que no aprecia sus potencialidades inmensas. Los montes son una posibilidad magnífica de ser generadores de mano de obra. El primer dinero que ganaron las clases trabajadoras de no pocos pueblos pirenaicos fueron los jornales de las repoblaciones. Esa lección de nuestros padres y abuelos debería aplicarse para ver la posibilidad de crear empleo, fijar población y vincular a la población local a la conservación de los espacios forestales. Es sorprendente que un elemento tan visible como son nuestros montes se vean solo como el telón de fondo de un paisaje. Son mucho más.

Una de las consecuencias del abandono son los incendios forestales. ¿Se destinan más recursos a extinguir los fuegos que a prevenirlos?

Sin duda alguna, y crecientemente. En el conjunto de España y también en Aragón, se detraen recursos de la gestión forestal integral de los montes para actuaciones de extinción. Crear puntos de agua o cortafuegos puede ser muy útil, pero son infraestructuras ligadas a la extinción, y lo que necesitamos es poner en acción a multitud de agentes que hoy están inactivos o casi. La visión actual es completamente miope: solo hablamos de recursos de extinción. Por supuesto que tienen su papel, pero también las empresas privadas, los propietarios forestales, la población local… Una sociedad que conozca y cuide sus montes sabrá protegerlos mejor de los incendios. No se trata de limpiar, como se dice habitualmente, se trata de gestionarlos bien y de forma integral.

¿Es la procesionaria el símbolo de este abandono y uno de sus principales enemigos? En 2020 Aragón era una de las regiones con mayor porcentaje de su masa forestal dañada, un 31,5% de su arbolado.

El problema de la procesionaria es más complejo. Hablamos de la aplicación que se da en España a la posibilidad o no de tratamientos aéreos. La expansión está muy claramente vinculada al aumento de las temperaturas, con inviernos cada vez más suaves, y cada vez afecta más a masas forestales en las que tradicionalmente se hallaba ausente y por lo tanto menos adaptadas a su ataque. Otro problema es la expansión del muérdago. Todo esto admite solución dentro de una adecuada gestión.

¿Cómo se encontrará los bosques aragoneses la próxima generación?

Espero que vivos y llenos de actividad y de biodiversidad, pero desgraciadamente la tendencia actual es a dar espalda al monte, no mirarlo. No podemos vivir en una Comunidad Autónoma que ignora más de la mitad de su territorio.

¿Pero algunos montes estarán bien conservados?

Hay muchos con una gran tradición de planes de ordenación, desde hace más de un siglo, tanto en el Pirineo como en el sistema ibérico, especialmente en Teruel. Montes que son aprovechados de forma ordenada. Es la muestra evidente de que un aprovechamiento sostenible de la madera, desde criterios científicos, es una herramienta imprescindible para el mantenimiento y la regeneración de la masa arbolada.

O sea, cortar árboles no siempre es malo.

Las cortas de maderas bien ordenadas producen montes mucho más ricos en todo, en madera y en biodiversidad. No podemos identificar la corta como algo negativo, en lugar de verlo como una herramienta de regeneración y de mejora. Algo falla en la educación de la sociedad y de las nuevas generaciones especialmente. En los dibujos animados, los que cortan árboles se presentan como malos, siempre, y eso es un mensaje erróneo.

También las repoblaciones forestales tienen muy mala prensa.

Desgraciadamente ha sido así durante mucho tiempo, aunque creo que está cambiando esa percepción. La sociedad aragonesa se da cuenta del enorme valor de las repoblaciones forestales. Las de pinos responden a la necesidad de usar especies colonizadoras en espacios muy degradados y muy expuestos al sol, creando un dosel protector de sombra que permite a especies más delicadas desarrollarse. Lejos de verlas como algo negativo hay que verlas como un excelente material ecológico para la regeneración de nuestros maltratados montes. El nuevo marco de la política de captación de CO2 promovido por la Unión Europea plantea una magnífica oportunidad para dar un nuevo impulso a la repoblación forestal y para hacer una selvicultura adecuada en favor de masas mixtas. Hay magníficos ejemplos de repoblaciones realizadas en Aragón antes de la Guerra Civil, desde 1907, como las de Canfranc, Daroca y el río Jiloca.

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