Los expertos dicen que el guardia civil que apuñaló al compañero tenía alteradas sus facultades mentales "pero no totalmente"

La madre del acusado pide perdón a la familia del guardia agredido y solicita al tribunal que internen a su hijo en un centro psiquiátrico, pero los peritos consideran que podría seguir siendo tratado en una prisión.

Segunda sesión del juicio contra el guardia civil que apuñaló a su compañero y a la hija de este en plena calle en Huesca.
Segunda sesión del juicio contra el guardia civil que apuñaló a su compañero y a la hija de este en plena calle en Huesca.
Javier Navarro

Los dos psiquiatras que examinaron a José Luis E. E., el guardia civil que se sienta en el banquillo de la Audiencia Provincial por apuñalar gravemente a un compañero con hasta 13 navajazos y a su hija, con cuatro más, en plena calle, concluyen que en el momento de los hechos tenía sus facultades mentales alteradas por un grave trastorno delirante de tipo persecutorio que condicionaba su vida por completo "pero no estaban anuladas completamente". Una opinión en la que la Fiscalía se basa para solicitar la aplicación de una atenuante por enajenación mental a los delitos de tentativa de asesinato y de lesiones, por los que pide 20 años de prisión. Mientras, la acusación particular, ejercida por los letrados Carmen Cifuentes y Enrique Trebolle, elevan su petición hasta los 25 años.

Los dos peritos han explicado que el acusado sufría "ideas delirantes persistentes de larga evolución que para él eran reales y de las que se sentía esclavo", entre ellas, que le acosaban laboralmente y le perseguían en la Guardia Civil, lo cual repercutía en sus hábitos diarios. No obstante, han hecho hincapié en que "una idea delirante no tiene por qué acabar en un acto violento". 

También han recordado que el guardia civil intentó "manipular" la entrevista que le hicieron "porque era consciente de lo que había hecho y de sus consecuencias, pero no quería contarlo por una amnesia temporal". De hecho, han dejado claro que no existía ninguna alteración psíquica que le impidiera conocer el alcance de los hechos, aunque sí "una alteración grave de la conciencia y de la realidad"

Ante ellos reconoció que pese a tener pautados un antisocótico, un antidepresivo y un ansiolótico, solo tomaba este último ya que había decidido "de forma unilateral" suprimir el resto de tratamientos. A preguntas de la abogada del acusado, Arantxa Guarga, han admitido que este hecho, unido a que había dejado de ir al psiquiatra durante el confinamiento, "pudieron agravar su patología". También observaron en él una "frialdad total" respecto a la agresión y que no mostró ningún arrepentimiento. "Tenía una tranquilidad extraña. Le preocupaban más las consecuencias para él que para las víctimas", han resaltado.

También ha declarado aunque como testigo un psicólogo que trató al acusado durante dos períodos, de febrero de 2015 a noviembre de 2016 y de marzo de 2019 a 2020, ratificando que sufría un cuadro delirante relacionado con supuestas persecuciones y acoso laboral por parte de la Guardia Civil. 

La médico forense que examinó las puñaladas de las víctima ha declarado que el guardia civil recibió 13 navajazos en distintas zonas del cuerpo, algunas de ellas posteriores, y que si no hubiera recibido una asistencia médica tan rápido lo más probable es que hubiera fallecido. Además, ha asegurado que "no tuvo posibilidades de defenderse" debido al patrón de las lesiones, al igual que su hija, que recibió cuatro pinchazos en la cabeza, un hombro, un brazo y el glúteo. Esta última fue la más grave "porque se quedó cerca de arterias y nervios importantes".

En esta segunda sesión del juicio han declarado como testigos de la defensa la madre y la hermana del acusado. La primera, visiblemente afectada, ha pedido perdón a toda la familia del guardia civil agredido "en nombre de mi hijo" y ha pedido al tribunal entre sollozos que internen a su hijo en un centro psiquiátrico "donde se pueda recuperar y le podamos ver asiduamente porque somos ya mayores".

A este respecto, los psiquiatras que examinaron al acusado consideran que podría seguir el tratamiento en una prisión normal y han advertido de que por mucha terapia que reciba "no se va a curar jamás" del trastorno que padece "porque es una forma de pensar y de ser y eso es muy difícil de erradicar", han subrayado. 

La madre ha relatado que su hijo lleva sufriendo problemas psiquiátricos desde el año 2004 aunque se agravaron a partir de 2014. En estos años ha cambiado varias veces de médico y ha vivido con ellos largas temporadas por consejo de los especialistas. Ha admitido que el acusado hacía "cosas raras" por sus pensamientos de que le perseguían y le querían envenenar desde la Guardia Civil. "En la radio oía noticias contra él y en el periódico también leía cosas imaginarias en su contra; se dejaba el móvil en casa porque decían que le seguían; se cambiaba de habitación cada noche...", ha recordado.

Ha asegurado que cuando tomaron realmente conciencia de la gravedad del trastorno de su hijo fue a finales de 2019 cuando encontraron unos cuadernos con anotaciones de sus pensamientos. A raíz de ello, y después de no poder ir al psiquiatra durante los meses de confinamiento, "me daba miedo que hiciera algo porque estaba muy mal", ha afirmado. El día de los hechos lo vio "nervioso" pero no lo dio importancia "porque nos habíamos acostumbrado a sus rarezas", ha confesado. A su juicio, "algo le dio para hacer lo que hizo", aunque también ha asegurado que nunca antes había tenido un brote de ira.

La hermana del acusado ha manifestado que "no era consciente de que estaba tan mal porque él nos hacía ver que estaba bien pero la realidad era bien distinta; ojalá me hubiera dado cuenta antes de que era una enfermedad tan importante", ha lamentado. "Él nos decía que le acosaban en la Guardia Civil pero yo no le creía, lo achacaba a las depresiones y al insomnio que sufría", ha añadido.   

En la sesión también han testificado los agentes de la Policía Nacional que realizaron el registro del domicilio corroborando que encontraron "bastantes cosas extrañas" como pesas al pie de las camas para evitar las supuestas radiaciones que le mandaba el vecino, la salida del respiradero del baño tapada con cinta aislante, la nevera vacía porque guardaba toda la comida y los artículos de higiene en su propio coche, "o que la casa estaba obsesivamente limpia". Y han afirmado que les habló de su teoría del envenenamiento. "Él estaba convencido de que todas esas paranoias eran reales", han manifestado.

"Hizo el gesto de estrujar el cuello a los vecinos"

Por otra parte, han declarado los dos jóvenes vecinos del agresor y de las víctimas que llegaron a ser investigados por un presunto delito de inducción al homicidio. Uno de ellos ha relatado que el único día que habló con el acusado fue aquel 2 de mayo de 2020 ya que este le dijo a través del patio de luces "que alguna desgracia iba a pasar pronto porque estaba harto de los de arriba haciendo el gesto de estrujar el cuello". Y ha negado rotundamente que fuera él el que se dirigiera primero al procesado lanzando amenazas contra sus vecinos, como relató el lunes la mujer del guardia agredido, quien dijo haber escuchado la conversación por la ventana. 

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