De Treserra a Buira: viaje al origen de los bienes de Aragón

Las obras más valiososas del litigio regresarán por fin el 10 de marzo. Hace un siglo salieron de pequeñas parroquias que hoy a duras penas resisten en la España vacía.

Las iglesias de Buira, Santaliestra y Treserra, de donde salieron algunos de los bienes más valiosos.
Las iglesias de Buira, Santaliestra y Treserra, de donde salieron algunos de los bienes más valiosos.
Verónica Lacasa

María Ángeles Vivas ha oído hablar desde niña del valioso frontal de San Vicente que adornó el altar de la modesta iglesia de su pueblo, Treserra, en la provincia de Huesca. Ni ella ni sus padres pudieron contemplarlo en su emplazamiento original, del que lo arrancaron en 1897. Ni volverán a verlo allí, pues el templo y la abadía anexa están en ruinas y la obra de arte, valorada en más de un millón de euros, solo puede ser custodiada en un museo. El frontal forma parte de los últimos 41 bienes que permanecen en Lérida y que volverán a Aragón el próximo 10 de marzo, en cumplimiento de la orden judicial.

Detrás de cada uno aparece la historia de iglesias y pueblos que vivieron épocas mejores y hoy son retratos de la España vacía. Treserra, Buira, Portaspana, Cirés, Santaliestra... y así hasta medio centenar de parroquias acompañan los títulos de frontales, retablo y pinturas sacras, pero ¿qué ha sido de estos lugares después de cien años?

María Ángeles Vivas junto a la iglesia de Treserra, actualmente en ruinas.
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Treserra y su frontal de San Vicente

En este pueblo de siete casas diseminadas está el templo del que salió el frontal de San Vicente, del siglo XIII. La iglesia se encuentra actualmente en ruinas y solo dos de las viviendas siguen habitadas, por los hermanos Vivas (en la foto, María Ángeles). Ubicado en una zona muy despoblada, a Treserra se llega por pistas. La que va a Arén, cabecera del municipio, a 10 km, es de difícil tránsito.

"Mi hermana pequeña hizo aquí la primera comunión y celebramos los bautizos de la familia. Hasta los años 70 vino el cura de Cajigar a decir misa una vez al mes", cuenta María Ángeles mientras recorre los restos de la iglesia, donde el paso del tiempo y el pillaje han hecho estragos y casi da miedo entrar. Solo quedan en la sacristía restos de un mueble, sobre el que aparece apilado el confesionario. "Nos haría ilusión sanearla, ponerle una puerta y arreglar el cementerio. Mis abuelos contaban que de aquí salió un retablo muy importante. Ya querría yo que volviera, pero tendríamos que arreglar la iglesia y poner vigilancia. Es una lástima. Quería ir a visitarlo a Lérida, pero al final no fui. Ahora lo tendremos en Barbastro. ¡Y tanto que iré! Es la historia de mi pueblo, de mi familia", dice ilusionada.

Solo quedan dos casas habitadas en Treserra, propiedad de dos hermanos de María Ángeles, Casa Rels y Casa Perarroy. Esta familia es la única que resiste en el pueblo, comunicado con la cabecera de su municipio, Arén, a través de una pista de 10 km de difícil tránsito. Ni ellos ni sus antepasados tienen constancia de cómo salió el frontal. No existe documentación que atestigüe su llegada a Lérida. Tan solo una anotación del 6 de julio de 1896 en el dietario del obispo Messeger donde se dice: "A Treserra daré un altar pequeño". Según interpretaron las sentencias vaticanas, no podía tratarse de un intercambio, atendiendo al extraordinario valor de la obra de arte.

"La hemos salvado"

Saliendo de Arén por la carretera N-230, junto al río Noguera-Ribagorzana, en el límite entre Aragón y Cataluña, se llega a Buira, en la misma comarca de la Ribagorza. El pueblo pertenece al municipio de Bonansa pero se accede a él desde Pont de Suert (Lérida), lo que da cuenta de la historia común entre ambas Comunidades. Es la cuna del segundo bien más preciado del litigio, el frontal de San Hilario, valorado en 900.000 euros, y considerado por algunos expertos como la obra más relevante. Buira no se acabó nunca de despoblar. Cuando se fueron los últimos vecinos, llegaron otros. Hoy viven 13 en seis casas.

Interior de la iglesia románica de Buira y el frontal de San Hilario.
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Buira y el frontal de San Hilario

Este núcleo de Bonansa, al que se accede por Pont de Suert (Lérida), nunca se acabó de despoblar. Se fueron los últimos habitantes y llegaron otros nuevos. Tiene 13 personas censadas y seis casas. La iglesia, desde 2017 Bien Catalogado, albergó el célebre frontal de altar dedicado a San Hilario Obispo (s XIII). Amenazaba ruina, pero hace cuatro años se rehabilitó con una nueva cubierta.

A diferencia de la Treserra, la iglesia se ha rehabilitado con una cubierta nueva. Amenazaba ruina y parte de la techumbre estaba caída, pero el Ayuntamiento consiguió la cesión de la propiedad y con ayuda de la Diputación y de la Dirección General de Patrimonio la consolidó hace cuatro años. Queda pendiente poner una puerta y arreglar el interior. "La hemos salvado", dice satisfecho el alcalde de Bonansa, Marcel Iglesias. Desde 2017, este templo románico del siglo XIII, con una singular torre campanario, es Bien Catalogado del Patrimonio Cultural Aragonés.

La salida de este frontal sí está abundantemente documentada. El rector de Buira, Mariano Miranda, en una carta de julio de 1902, anunció el envío a Lérida del frontal, unas cajitas, unos candeleros y una capa portaviáticos. Ingresaron en el entonces Museo del Seminario, que desde 1895, por iniciativa del obispo Messeguer, se fue llenando de valiosos objetos, muchos aragoneses, algunos de los cuales estaban olvidados en las parroquias, pero otros eran retablos de importantes iglesias.

El caso de Buira es citado en la sentencia del 17 de diciembre de 2019 que ordenó la inmediata devolución de los bienes a Aragón como uno de los ejemplos que echa abajo la tesis catalana de que ingresaron a través de compras, permutas o donaciones. Según dice, Lérida alegó la adquisición de la obra en virtud de un contrato de permuta porque en el dietario del obispo consta con letra manuscrita de él: "En Buira se promete al párroco un San José de 5 palmos y un frontal de madera de 4 y medio de altura por 9 de largo, atributos de San José, él dará el frontal viejo de escultura y las cajitas de torre (…) una de marfil, pídasele el calderito trípode y la caja grande de torre".

Para el juez, estos documentos no son contratos de compraventa o permuta. Los interpreta en el contexto de la mala situación económica de las parroquias, la carencia de medios para conservar las piezas, los robos que se producían y la creación del Museo Diocesano ilerdense. También las sentencias vaticanas anteriores consideran que no consta si fue una permuta o un depósito y que si se trató de lo primero, cabría suponer mala fe dado su "extraordinario" valor.

En la memoria colectiva

Como Treserra y Buira, hay otras iglesias adonde nunca podrán regresar los bienes. Bafaluy, Portaspana, Cirés o Erdao son núcleos hoy despoblados y sus parroquias han desaparecido. Pero no en todos los casos es así. En la lista también constan piezas de localidades tan activas como Chalamera, Zaidín, Binaced, Ballobar, Torrente de Cinca o Santaliestra. También Roda de Isábena, que aspira a recuperar para la antigua catedral una parte de su valiosa colección de tejidos. Llegó el pasado viernes al Museo de Barbastro. En sus almacenes ya están depositadas las cajas con 26 casullas, capas pluviales, frontales textiles de altar y dalmáticas.

El alcalde de Santaliestra en la iglesia de la que salió el retablo de San Cristóbal.
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Santa Liestra y el retablo de San Cristóbal

La iglesia vio partir en 1903 el retablo de San Cristobal, uno de los 10 bienes más valiosos que Lérida aún debe entregar. Hoy en su lugar decoran el altar tres imágenes, entre ellas la virgen de la Asunción, patrona del pueblo, con menos de 100 vecinos. El templo se rehabilitó hace unos años con dinero del Obispado y del Ayuntamiento. En la foto, el alcalde, Mariano Pueyo, en el templo.

"Si se pudiera tener aquí, mucho mejor, me gustaría, pero sería una gran responsabilidad. Más cuidado estará en el Museo de Barbastro", reconoce Mariano Pueyo, alcalde de Santaliestra. De este pueblo ribagorzano con algo menos de un centenar de habitantes salió en 1903 el retablo de San Cristóbal, una de las diez obras más valiosas de la colección. La iglesia se restauró hace unos años con dinero del obispado y del Ayuntamiento. El altar en tiempos presidido por la pintura sobre madera del siglo XV se adorna actualmente con una imagen de la virgen de la Asunción, la patrona.

Nadie puede dar ya fe de las circunstancias de su marcha, pero permanece en la memoria colectiva. "Los que podían tener algún recuerdo ya han muerto. Mi suegro es de los más mayores y dice que ya no había nada en la iglesia. Debía ser un templo importante, y de hecho cuando se restauró empezaron a emerger pinturas murales", apunta Pueyo. Santaliestra se consolarían con tener el retablo expuesto un tiempo y no renuncia a la idea expresada por la Comarca de llevar algunas piezas a Roda, "para así tener los bienes cerca de casa".

¿Deben volver a las iglesias?

Pero, ¿deben quedarse en el Museo de Barbastro o volver a las iglesias? La cuestión suscita un amplio debate, aunque la opinión mayoritaria aboga porque las obras más relevantes permanezcan en el museo, por razones de seguridad y conservación, y otras puedan acercarse a los lugares de donde salieron.

Para el presidente de la Comarca de la Ribagorza, es un alivio zanjar por fin el litigio, que en su opinión se podría haber resuelto antes de forma pactada, «sin este calvario de juicios en el que se han vertido ríos de tinta». Marcel Iglesias siente "orgullo" de su territorio, cuna de muchas de las mejores obras, que ahora contribuirán a realzar el Diocesano de Barbastro. "Todos queremos que sea un museo de referencia".

"Entendemos que muchas no pueden volver a sus lugares de origen por su extraordinario valor, pero otras sí se podrían llevar a las cabeceras de los municipios, Graus o Arén, y tenerlas en las iglesias", declara, sin olvidar la idea de contar con una extensión del museo en la antigua catedral de Roda de Isábena, origen de los dos obispados.

El historiador del arte Antonio Naval coincide en que las piezas destacadas "requieren un cuidado especial, no pueden simplemente ser depositadas en la iglesia de donde salieron". Precisamente la cercanía a Roda explica la existencia de bienes tan preciados en núcleos tan pequeños. "Llegó a haber un taller importante que dotó de buen arte a todos estos pueblos", afirma Naval, que fue perito en el juicio. Y su abandono y aislamiento contribuyeron a la conservación.

Pero se retrotrae al contexto histórico. "Buira estaba muy descuidada y el cura se quitó una carga cuando se llevaron el frontal. Messeguer lo recogió porque el pueblo no tenía futuro. Se daría cuenta de su valor. Hay que reconocer que Lérida ha hecho una buena labor de conservación, lo restauró, porque se debía caer a trozos". Eran piezas entonces poco apreciadas, un fenómeno generalizado en toda Europa. "Los obispos pensaron que para que se los llevaran otros, se los llevarían ellos. Los anticuarios estaban merodeando". Pero concluye apelando al derecho y las reglas del juego: "Las parroquias aragonesas son las legítimas propietarias".

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